POR MU-KIEN ADRIANA SANG
La educación básica es un derecho humano y además, viene siendo recogida reiteradamente en la agenda internacional de lucha contra la pobreza como uno de los elementos clave. Sin embargo, para amplias capas de la población en América Latina, el derecho a la educación obligatoria, gratuita y de calidad es todavía un sueño.
La desigualdad social que conforma estructuralmente a la región latinoamericana se plasma tambien en la educación. Así, los Gobiernos planean redes virtuales de educación superior para la región y ambiciosos proyectos de investigación científica mientras son incapaces o carecen de la voluntad política necesaria para cumplir con su obligación de garantizar las necesidades básicas educativas de toda la población…
Fe y Alegría, 12 tesis para el cambio educativo.
CuaNdo terminó el Proyecto para el Apoyo a Iniciativas Democráticas, PID, en marzo del 2002, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra me propusieron la dirección del Departamento de Educación. No sustituiría a nadie, sino que sería una creación. Se buscaba ampliar la incidencia de la universidad en el área. Acepté gustosa era un verdadero reto. Se me planteó la necesidad de que se ampliara la oferta formativa a nivel de grado y post grado en el área de educación.
Como hacía tiempo que no trabajaba en el tema, nos decidimos hacer una encuesta con diferentes sectores para ver cuál era la demanda real de la sociedad en la formación docente. Decidimos encuestar a los jóvenes de cuarto de bachillerato tanto de liceos y colegios. Seleccionamos 20 liceos de Santo Domingo y 40 colegios tanto de Santiago como de Santo Domingo. Los resultados no fueron nada halagadores. La clase media dominicana no le interesa la educación. Sólo un 1% de los jóvenes encuestados dijeron que podrían pensar en estudiar educación. El resto dijo que no. ¿La razón? Los salarios de los maestros son muy bajos. En el caso de los liceos la situación fue menos dramática. Un 8% afirmó que estudiaría educación si tenía incentivos como becas. El resto expresó que prefería carreras con mayores beneficios económicos.
Los resultados de la encuesta me ponían en una situación difícil. ¿Cómo ampliar la oferta de formación con una demanda tan escasa? Se imponía también la pregunta ¿debíamos seguir titulando a los profesores en servicio? O lo que es lo mismo, mantener en el sistema a un cuerpo docente que ha demostrado que no apuesta a la calidad de la educación. El drama estaba planteado.
Conjuntamente con el equipo de educación del campus principal de Santiago de los Caballeros empezamos a pensar en una estrategia para impulsar educación. Desde siempre la universidad ha trabajado en la formación docente con fondo de los organismos multilaterales para titular a los profesores en servicios. A partir de esos programas se ha trabajado con cientos de profesores que han obtenido su nivel de licenciatura, y en otros casos de post grados y maestrías. En nuestro proceso de reflexión nos autoevaluamos y concluimos que a pesar de las grandes inversiones de dinero y de tiempo que han hecho los organismos, la Secretaría de Estado de Educación y las universidades y de los miles de maestros titulados egresados de esos programas, no se ha reflejado en la calidad de la educación.
Parte del grupo que estaba presente en la reflexión somos egresadas (porque somos mujeres) del programa de educación inter universitario que se desarrolló en los 70 y los 80. En ese proceso se logró motivar a jóvenes de todos los sectores sociales para que nos decidiéramos a estudiar educación. Uno de los puntos que destacamos es que la mayoría de los egresados todavía estamos en el sistema educativo.
¿Qué hacer? Nos preguntábamos constantemente. Surgió entonces la idea de crear el programa ¡Adopta un futuro maestro! Este programa estaría diseñado a jóvenes bachilleres, con promedio por encima de los 80 puntos en los cuatro años y no mayores de 25 años que deseen cursar la carrera de educación. Las becas se conseguirían con el sector privado, y cubrirían todo: desde la inscripción durante los 4 años de carrera hasta la graduación. Se elaboró un pequeño folleto para motivar al empresariado a apostar a la educación, diciéndole: En el umbral del siglo XXI no podemos seguir quedándonos atrás.
El proceso no fue fácil. Había que diseñar un programa que no fuera deficitario para la universidad, ni tampoco muy costoso para los patrocinadores. Después de varias negociaciones internas, llegamos a un monto. El segundo paso era salir a la calle. Visitar empresarios y tocar muchas puertas. Algunas visitas fueron muy fructíferas, otras en cambio me provocaron encono, tristeza e ira. En febrero del 2005 escribí un artículo describiendo una de mis citas:
Respondieron mi llamado. Había solicitado varias citas para vender el producto intangiblemente necesario de programas educativos, Me vestí con las mejores galas de funcionaria privada. Llegué unos minutos antes de la hora fijada. Me informó la secretaria que la persona estaba en una junta y que por favor la esperara. Tomé la revista que estaba en la mesa. Leí unos artículos que apenas me interesaban. De dos sorbos bebí el café que me brindaron. Esperé y esperé. Los segundos se convirtieron en minutos, y luego en media hora, que se sumaron a otros hasta llegar a los 45 minutos de espera. Finalmente llegó la secretaria. La persona me recibió con la amabilidad que ofrece la cortesía aprendida. Hablé de mi proyecto, con todo el entusiasmo que la espera no pudo borrar. Observé que los ojos de mi interlocutor buscaban ávidamente el reloj. Sin disimular, miró la hora en su hermoso y costoso reloj de pulsera. Me dijo que saldría de viaje y que lo llamara a final de mes. Guardó la información en una gaveta. Salí triste. Esperar sin la esperanza de que mi solicitud fuera aprobada.
Uno de los puntos que teníamos claro es que hasta que no hubiese la seguridad de las becas, no se haría promoción del programa. Después de meses llamando para pedir citas, visitando y enviando cartas, logramos conseguir 35 becas. El programa podía comenzar. Sobre este punto seguiré la próxima semana.