La educación necesita hechos

La educación necesita hechos

POR BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
En pleno siglo XXI, cuando la humanidad vive el apogeo de las nuevas tecnologías, de las tecnologías digitales, cuando crece el teletrabajo, cuando la telemedicina es un hecho altamente utilizado en centros hospitalarios públicos y privados, cuando la red de Internet ha reducido las transacciones bancarias y las fronteras y cuando se habla de globalización con más facilidad que de identidad nacional, la educación dominicana sigue siendo una meta que se encuentra a mitad de camino.

Todavía quedan niños y niñas sin aulas porque faltan escuelas o porque muchas de las existentes son pequeñas o están cobijadas en casas en malas condiciones. Casi todas las escuelas necesitan mobiliarios y útiles escolares y pedagógicos. Hay deficiencias notables en el personal docente y la tasa de analfabetismo ronda el 15% de la población en edad escolar.

Hablar de deserción escolar provoca preocupaciones, aun cuando en los últimos años ha habido logros apreciables. No pocos  expertos en cuestiones pedagógicas dicen que los textos escolares no fomentan el razonamiento ni estimulan la inteligencia. Persiste el memorismo y la desconexión entre lo que se aprende y la realidad del estudiante. Hay, en síntesis, más de lo viejo que de lo nuevo.

Pero no crea el lector que estos rasgos de una realidad que es más dramática, tanto como que el promedio educativo de la población dominicana ronda el cuarto curso de la primaria, es una derivación de la mala voluntad de los dominicanos o de algún designio genético que les impide encontrarse con el conocimiento y con el desarrollo de la inteligencia.

Estos lodos son hijos de aquellos polvos. Andando el tiempo, tanto como desde el ajusticiamiento del tirano a la fecha, es decir, de 1961 al 2004, los gobiernos dominicanos se han ocupado poco, muy poco, de la educación pública. Esta ha existido y ha sobrevivido como una actividad más, en los hechos, aun cuando los discursos sobre la misma han sido muchos y grandilocuentes.

Casi todos los gobiernos comprendidos en estos años han cantado loas a la educación. Ninguno ha dejado de presentarla como la cuestión más importante de una sociedad, como la clave para buscar el desarrollo y el progreso, como la entada a una época de sabiduría y de progreso, como la herramienta imprescindible para que el país se incorpore, primero a la industrialización y después a la época de las nuevas tecnologías.

Pero nada más ha pasado. Los gobiernos no han invertido dinero suficiente en educación, no la han hecho, en la realidad de los hechos, una prioridad.

En todos los años comprendidos entre 1996 y el 2004, los gobiernos han dedicado un promedio de 2.12% del producto interno bruto a la educación. En buen cristiano esto quiere decir que de cada 100 pesos producidos por la República Dominicana, apenas dos pesos y algo se ha dedicado a la promoción de la educación. 

Al doctor Joaquín Balaguer le gustaba la construcción. Esta era su debilidad y uno a veces piensa que era la único que sabía hacer como gobernante. O era lo primero que entendía que debía hacerse. En el período 1966-70 se dedicó a la educación el 2.70% del producto interno bruto y en el cuatrienio 1970-74, el 2.49%. En esos años el gasto fue principalmente en edificios para alojar las escuelas. Y a decir verdad, se levantaron muchos edificios  escolares en casi todo el país.

Pero nada se hizo con los maestros, ni con los estudiantes. No había sueldos adecuados, ni libros gratis, ni uniforme, ni utensilios pedagógicos, ni desayuno escolar y mucho menos almuerzo escolar.

Para el período 1974-78 el gasto en educación bajó a 1.90% del PIB. Don Antonio Guzmán Fernández, el recio gobernante del Partido Revolucionario Dominicano, lo subió a 2.12% del PIB, pero el próximo gobierno del PRD, el del doctor Salvador Jorge Blanco, lo disminuyó a 1.75%.

Contrario a lo que pudiera creerse, por la puesta en marcha del Plan Decenal de Educación, en los años de regreso del doctor Balaguer al poder, entre 1986 y 1996, el gasto en educación no mejoró mucho. En el cuatrienio 1986-90 fue de 1.41 del PIB y en 1991-96 fue de 1.60%.

Podría decirse que loro viejo no aprende a hablar.

Durante la primera administración del doctor Leonel Fernández y el PLD, 1996-2000, la inversión pública en educación registró una mejoría relativa. Durante estos años el gasto promedio fue de 2.60% del producto interno bruto. Este gobierno amplió la cobertura del desayuno escolar, entregó libros gratis a los estudiantes, mejoró de modo significativo lo sueldos de los profesores y desarrolló programas de formación para los docentes.

Estas iniciativas fueron continuadas en el gobierno del PRD y del ingeniero Hipólito Mejía que acaba de concluir. El desayuno escolar fue ampliado, el programa de entrega de libros y los programas de formación para los maestros. El gasto público en educación fue de 2.54% del producto interno bruto.

Los gobiernos han concentrado su disponibilidad de fondos en gastos corrientes, es decir, en sueldos para el personal docente y el personal de apoyo. Solo un 10% de las asignaciones financieras es canalizado a inversiones propiamente. Este hecho podría explicar las carencias y limitaciones de la educación pública en la República Dominicana.

Como puede apreciarse, hasta que los gobiernos no superen su retórica sobre la educación, divorciada de lo que hacen, este aspecto tan realmente esencial para el desarrollo de los pueblos seguirá rezagado en la República Dominicana y la posibilidad que tiene la sociedad de incorporarse a los nuevos conocimientos y tecnologías será remota, muy remota.

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bavegado@yahoo.com

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