No hay dudas de que el escritor Carlos Fuentes hablaba para todas las sociedades a las que les sirviera el traje cuando el sábado proclamó que la educación es la base de todo, porque sin educación no hay desarrollo, sin desarrollo no hay progreso, sin progreso no hay bienestar. En fin, que es imposible vencer la pobreza. Pero tampoco hay dudas de que escogió un buen escenario de América Latina para poner el dedo en la llaga en vista de que en nuestra República Dominicana los índices de inversión en escuelas han sido los más bajos del continente, inferiores incluso a los de otras naciones en las que sacar a las masas de la ignorancia no es tan crucial como aquí. Nuestra baja escolaridad puebla el territorio nacional de gente laboralmente poco calificada para el progreso.
No obstante, entre los gastos e inversiones que suelen alcanzar niveles altos o satisfactorios en el Estado están los que cubren empleos improductivos supernumerarios o pretenden realizarnos materialmente sin poner en primer plano a las personas para salvarlas de su miseria y desconocimientos. También abunda el dinero del fisco y de préstamos para que el Estado disponga de altas burocracias, mejores pagadas que las de otras naciones en las que gobernantes consecuentes con las necesidades de sus pueblos han invertido lo suficiente para dotarse de excelentes sistemas educativos y recursos humanos mejor preparados.
Haití: del desafío a la oportunidad
La hazaña del dominicano Erasmo Morel fue resaltada en un reportaje publicado por este diario en la página 10-B de la edición de ayer. Erasmo ingresó a la carrera al ramo de la construcción de viviendas económicas y simples y ganó un contrato para levantar diez modestas unidades en Haití para alojar a niños damnificados. Pero él es solo uno de 112 iniciativas empresariales dominicanas de diferentes envergaduras que se aparecen con presteza en el vecino país para las ingentes tareas de levantar estructuras tras el terremoto de enero.
La versatilidad emprendedora de dominicanos, que previamente se manifestó como fuerza de socorro que asistió a los haitianos antes que el resto del mundo, mantiene su vigencia, esta vez para aplicar con éxito su superior nivel de desarrollo en materia de construcción. Otra magnífica oportunidad de servir a los vecinos y obtener con legitimidad considerables utilidades para la economía nacional.