La educación y el conflicto en el desarrollo humano y social

La educación y el conflicto en el desarrollo humano y social

Julio Ravelo Astacio

Por Julio Ravelo Astacio

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El conflicto es la lucha de tendencias e intereses, situación en la cual se encuentra un individuo sometido a dos fuerzas de dirección opuesta y de poderes casi iguales.

Pulsión es la fuerza hipotética que “empuja” al individuo a realizar una acción. Es la intensidad del comportamiento motivado.

¿Cómo se resuelven los conflictos? Los mecanismos de resolución son numerosos y de un desigual valor. La elección del mismo por parte del individuo dependerá del tipo de conflicto, las capacidades y características del sujeto para enfrentarlo. Nos detendremos en los más utilizados: la represión, cuando el sujeto reprime las pulsiones inaceptables que entran en conflicto con sus motivaciones conscientes. La sublimación, las pulsiones inaceptables son transformadas y orientadas hacia objetivos socialmente útiles. El desplazamiento, cuando el objetivo inicial de la pulsión es sustituido por un objetivo diferente, más aceptable, que guarda cierta similitud con el primero. Pero, cuando la persona atribuye a otra, pulsiones que son para él inaceptables, hablamos de proyección. En la identificación, el individuo adopta posiciones y características que pertenecen a otra persona.

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El conflicto y la personalidad armoniosa: podría interpretarse que la existencia de un conflicto en la vida humana es sinónimo de imposibilidad para avanzar. Sin embargo, en la mayoría de los casos no es así, el conflicto viene a ser en el individuo un elemento indispensable en su desarrollo, en la maduración de la personalidad, en la estructuración y estabilidad de su propio yo.

El conflicto resulta ser en el humano como el calor que templa el acero, y permite a la par darle la dureza y la flexibilidad, características que tornan tan útil a este metal. Dureza y flexibilidad serán, asimismo, caracteres muy necesarios en la maduración y estabilidad de la personalidad.

El niño necesita el conflicto. Este le permitirá ir conociendo y comprendiendo durante su desarrollo la búsqueda de respuestas a cada problema. La forma en que pueda ir resolviendo esos conflictos, comprender cuándo debe decir sí, o, por el contrario, cuando su respuesta debe ser negativa, es parte de un aprendizaje que solo es posible con el choque dinámico de situaciones contrarias. Valorando lo negativo y lo positivo, lo bueno/malo, lo dulce/amargo, lo seguro/riesgoso, aquello que genera tranquilidad o angustia, va el joven estructurando y definiendo su capacidad de respuesta, su actitud ante sí mismo y ante los otros. Así, se va conformando paso a paso su personalidad.

Como puede apreciarse el conflicto no sólo es necesario, es indispensable en la maduración de la personalidad, y se encuentra en la base de los más elevados valores humanos. Estudiosos de la Antropología cultural señalan, que una cultura tiende a estancarse y desaparecer cuando en su proceso de educación se observa una ausencia casi completa de prohibiciones.

Cuando el conflicto es de una magnitud tal y la personalidad del individuo no ha logrado madurez y estabilidad suficientes, y junto a ello el medio familiar, social, no es adecuado pueden generarse los trastornos denominados neurosis.

Vale la pena ratificar que, en el desarrollo humano el conflicto juega un papel fundamentalmente positivo y así tenemos que considerarlo en nuestro vivir. Ese diario comparar y escoger entre dos o más situaciones nos conduce a desarrollar una experiencia, una forma de respuesta que al final definen nuestra personalidad con características tan peculiares que permiten la identificación en ese importante plano de cada uno de nosotros.

El conflicto, de inicio nos puede generar algún nivel de inseguridad, principalmente en los primeros años, pero ya luego nos permite tener acumulado el conjunto de herramientas que nos hacen posible enfrentar con éxito los rompecabezas que a diario la vida nos presenta.

Con dificultades en la educación, con múltiples conflictos que estamos en la obligación de resolver, los dominicanos tenemos el deber de labrar con nuestras propias manos el presente y construir sobre sólidas bases el futuro.

Si soñamos con un mañana mejor, tenemos que fortalecer nuestro sistema educativo y crear las condiciones, para que, el hombre en pleno disfrute de sus libertades, en paz y con justicia social, resuelva los conflictos del presente y asiente las bases de un decoroso porvenir.