La educación

La educación

La educación parece ser la eterna asignatura pendiente en la República Dominicana, a pesar de las declaraciones optimistas, los continuos  seminarios y reuniones sobre la materia, en donde se repite como un mantra la importancia que esta tiene para alcanzar el desarrollo, y como vehículo de ascenso económico y social de los más necesitados, los hechos se encargan de desmentir a las palabras.

Nuestro país continúa ocupando los últimos  lugares en todas las mediciones que reputadas organizaciones internacionales realizan periódicamente.  La calidad de la educación pública se evidencia como muy mala, y el  rendimiento de nuestros estudiantes en matemáticas y lecto-escritura es pésimo.

Creo que el caso es para que nos sintamos preocupados y avergonzados todos. Una nación con las nuevas generaciones emergiendo de las aulas con tan pobres resultados no le espera un futuro prometedor.

Al margen de otras razones de tipo social más difíciles de explicar, estamos convencidos de que gran parte de los problemas que afectan a la educación pública se deben a las exiguas asignaciones que se destinan en el presupuesto nacional a estos menesteres.

En la actualidad ese monto no llega al 2 por ciento del PIB, contrastando con países como Costa Rica, en donde hace poco se aumentó lo destinado a invertir en educación al 8 por ciento del producto interno bruto.

En las pruebas nacionales que se aplican a todos los estudiantes en diversos niveles, los resultados que se obtienen son como para descorazonar al más optimista. Yo me pregunto, si los alumnos no son capaces de aprender, ¿estarán los profesores capacitados para enseñar? 

La única forma de saberlo es evaluando a los maestros y utilizando los resultados de esa evaluación como instrumento para producir ascensos, incentivos, actualizaciones, capacitaciones, etc.  

Parece ser que el Ministerio de Educación no ha podido, o no ha querido, establecer el sistema de evaluación a los profesores.

Mientras tanto, la educación pública no avanza, y aun podemos ver en medio de grandes instalaciones educativas, precarias y desvencijadas escuelitas, en donde aprender es una proeza y enseñar un suplicio.

Ahora bien, la culpa no recae solamente sobre las autoridades gubernamentales. Creo que la sociedad en su conjunto, por la indiferencia demostrada, carga sobre sus hombres una parte de ella. 

Pero más importante que criticar es tratar de encontrarle solución a este importante problema nacional que dificulta la obtención de la prosperidad y el desarrollo y fomenta la desigualdad y la marginalidad.

Creemos que no existe ni secreto ni fórmula mágica para lograr una educación de calidad.

Lo que necesitamos es un compromiso colectivo, una alianza público-privada que sume esfuerzos, y la coloque en el primer puesto de las prioridades nacionales, como gran propósito de la sociedad.

Logrado esto, estamos seguros que este proyecto de largo plazo tendrá garantizados los recursos necesarios para su ejecución.

En este propósito común, el liderazgo y la participación activa del empresariado es vital, debiendo actuar colectivamente con una sola voz y un solo propósito.

Recordemos que sin educación no hay futuro, ni desarrollo, ni país.

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