Resulta siempre muy estimulante escribir sobre una persona de cultura y talento. En esta ocasión tendré el honor de presentar a Juan Manuel Alcántara Rodríguez, diplomático dominicano excepcionalmente distinguido y culto, de buenas lecturas, buena formación intelectual, con una extraordinaria sensibilidad y un desbocado romanticismo por la vida, cuya devoción por la cultura lo llevó desde muy temprano a cultivarse en el arte, la música, el teatro, la danza clásica, la literatura y la poesía.
Juan Alcántara es un guapo mulato caribeño, jocoso y elegante, un hombre de buen garbo y donaire, que viste con atildada pulcritud, educado y de buenas maneras, de lenguaje cálido y sereno, nacido en el pueblo de Imbert en Puerto Plata, en la costa norte de la República Dominicana. Cursó estudios en la Universidad Autónoma de Santo Domingo obteniendo una licenciatura en idiomas y visitó también algunos seminarios de negocios en Londres y de administración en Nueva Jersey. Posteriormente realizó estudios de Historia del Arte y luego de Teatro, en la Universidad Católica Santo Domingo, en su tierra natal.
Desde el año 2004 reside en Suiza. Tras ser Ministro consejero en la Misión Permanente de la República Dominicana ante la Oficina de las Naciones Unidas y otros Organismos Internacionales en Ginebra, tiene hoy a su cargo la División Política, Económica y Cultural y es el encargado de negocios de la Embajada de la República Dominicana en la Confederación Helvética, en Berna. Anteriormente ejerció su actividad profesional en el sector privado nacional e internacional.
He tenido el privilegio de poder deleitarme en estos últimos años con su caballerosidad, idealismo y elegancia en refinados y selectos ambientes de Berna, Ginebra y Zúrich, en distintas actividades diplomáticas y culturales: conferencias en distintas universidades, conciertos musicales, exposiciones de pintura, exposiciones fotográficas, recitales de danza y poesía, en presentaciones teatrales y en tertulias literarias y poéticas, en donde han fluido siempre ricos e interesantes diálogos intelectuales sobre diplomacia y política internacional, derecho, historia, religión, libros, arte, arquitectura, teatro, música, cine, periodismo, literatura y poesía, entre otros, quedándome muy en claro su refinamiento cultural y talante académico, producto desde luego de sus vastas y selectas lecturas y, sobre todo, de su profundo amor por la literatura y su inquietud espiritual por la poesía.
Juan Alcántara ha ejercitado la pluma, furtiva y apasionadamente, y es consciente de que el acto de escribir es uno de los más estimulantes y enriquecedores quehaceres del espíritu; ya sea por un impulso soberano, ingobernados instintos, por desmesurada satisfacción y placer solitario, por mitigar la soledad o el tedio, por meros ímpetus revolucionarios que lo hacen a uno un insurrecto irredento del mundo, quizás por el simple antojo de querer expresar sus deseos, emociones, ilusiones y sentimientos o sencillamente por hacer divagaciones libres. Ha escrito un sinnúmero de deliciosos relatos, elegantes y bien acabados, que aún no han sido publicados, pero que revelan diáfanamente la acrobacia de su ingenio, su magia verbal, la gran fertilidad de su invención y la naturalidad de su estilo.
Han llegado a mi poder solo 4 de sus relatos: «Lady Patria», «El Hombre de la Madrugada», La Reina» y «El Fantasma de la Escalera», que releo con intenso placer, cuentos que nos deleitan con las galas del lenguaje, la pulcritud de la forma, la belleza poética de su prosa, textos narrativas cargados de nudos emocionales, que a veces profanan su fuero interno y que nos desarman y subyugan.
La creación literaria de Juan Alcántara está plagada de un rico vocabulario que hace de su obra un hermoso jardín de bellas palabras y elegantes vocablos, con versos que fluyen en cascadas.
Se percibe además una gran sensibilidad metafórica y los vestigios de un idealismo quijotesco que, con coloquialismo e ironía, caricaturiza grotescamente la sociedad que nos rodea. Asimismo, su obra, con agridulce melancolía, hace alusión a la naturaleza, a la nostalgia de una edad feliz en su tierra natal, evidenciando en cada una de sus frases un profundo amor por la vida.
Su obra tiene un hondo contenido sentimental, intelectual y moral. En ella se yuxtaponen alma y verbo, y está atestada de destellos surrealistas.
Juan Manuel Alcántara Rodríguez, además de poseer un espíritu generosa y nobles sentimientos humanos, es un virtuoso del lenguaje y está habitado por el genio de la poesía. Su obra, de prosa estéticamente impecable y magistral estilo, merece, en mi modesta opinión, además de profunda admiración y respeto, ser algún día publicada.