Las formas irregulares, de ilegitimidad y coordinaciones con traficantes internacionales, a las que se lanzan muchos dominicanos enamorados del sueño americano deberían ser combatidas más eficazmente. Escasísimas condenas judiciales golpean en el país a los organizadores de expediciones por el canal de la Mona a cuyas entrañas han ido a parar muchos cuerpos humanos. La navegación temeraria hacia Puerto Rico ha llevado numerosas vidas al fracaso.
Más recientemente, y sorprendiendo a desavisadas autoridades de Estados centroamericanos, se viaja en masa hacia esos territorios simulando un interés en ellos que no existe. La meta es cruzar selvas mortales y burlar controles hasta la frontera México-estadounidense en la que un fuerte veto oficial disminuye las posibilidades de ingresar al Primer Mundo de tonos rosados.
La emigración transgresora ha hecho reforzar el rechazo a ingresos no autorizados aunque se insiste en dar de lado a los procedimientos que Estados Unidos tiene abiertos a motivos razonables de reunificación familiar y de propósitos laborales.
Puerto Rico clama en estos momentos ante el Departamento de Estado por un importante número de autorizaciones a dominicanos para sumarlos a una gigantesca operación de reconstrucciones post daños causados por fenómenos naturales respaldada por miles de millones de dólares que esperan en caja. Llegar allí desde la sombra se llena de riesgos y de dificultades para insertarse a esa sociedad y a su convivencia.