La empresa del Descubrimiento

La empresa del Descubrimiento

Después de la conquista de Constantinopla de parte de los turcos en el siglo XV y de la reafirmación del dominio de éstos sobre el Mediterráneo, el encontrar nuevas rutas para llegar a la India se convirtió en una cuestión de vida o muerte para las economías de las naciones europeas.

A mediados del siglo XV, tuvieron lugar grandes mutaciones en los medios de transporte marítimo. Gracias a la invención de la brújula y  del cuadrante, que servía para medir la latitud, mediante la observación de la estrella Polar (o la Cruz del Sur si se navegaba por el hemisferio meridional) hiciéronse posibles travesías en mar abierto sin referencia geográfica. También, fueron ideados nuevos tipos de velas que permitieron navegar contra el viento.

Todos esos hechos e invenciones impulsaron los grandes descubrimientos geográficos ocurridos entre finales del siglo XV y mediados del siglo XVII: En 1491, el portugués Bartolomé Díaz realizó la hazaña de encontrar el punto donde la costa africana dejaba de correr hacia el sur para enderezarse hacia el norte, poniendo la nueva ruta de llegar a la India al alcance de la mano;  en 1492, Cristóbal Colón, navegante genovés (el que Colón haya nacido en Génova está fuera de toda duda razonable) al servicio de los Reyes Católicos descubrió América; en 1497-98, el portugués Vasco de Gama, en una exploración de las costas africanas, descubrió el Cabo de Buena Esperanza y llegó a la India; en 1519- 1521, Fernando de Magallanes, un navegante portugués exiliado en España, cumplió, al mando de una flota española, la primera circunnavegación del mundo, una proeza marítima jamás igualada.

Magallanes, navegando hacia el oeste, descubrió el estrecho que llevaría su nombre y que separa el continente suramericano del archipiélago de Tierra de Fuego, cruzando el Océano que él mismo bautizara con el nombre de Pacífico hasta recalar en las Islas Filipinas donde el intrépido marino luso perdió la vida en combate con los indígenas. Los supervivientes de esa expedición continuaron navegando hacia Occidente al mando del español Juan Sebastián Elcano y arribaron a Sevilla en septiembre de 1522.

A finales del siglo X, el navegante escandinavo Eric el Rojo, salió de Islandia navegando hacia Occidente con el propósito de descubrir nuevas tierras. Y, en efecto, lo logró: descubrió una gran isla a la que pondría por nombre Groenlandia. Años más tarde, los marinos escandinavos Leif Erikson y Thorfinn Karlsefni, superando las costas de Groenlandia, llegaron a las de América del Norte. Esto último ocurrió a principios del siglo XI. Durante varios años los navegantes escandinavos estuvieron recorriendo esas costas, las que hoy conocemos como Nueva Escocia, hasta entonces nunca vistas por un europeo.

Por lo tanto,  fueron ellos los primeros navegantes europeos que tocaron tierras americanas. Pero, aquellas exploraciones quedaron suspendidas y los enclaves establecidos por los escandinavos en tierras americanas desaparecieron. 

Hacia 1422, setenta años antes de que lo hiciera Colón, el insigne marino chino Zheng He arribó  a las costas americanas atravesando el Pacífico, yendo siempre hacia Levante, una proeza comparable a la de Cristóbal Colón, que yendo en sentido inverso desde España, siempre hacia el Poniente, cruzó el Atlántico hasta arribar a nuevo Continente. El almirante Zheng no dejó ningún asentamiento duradero en América; tampoco su hazaña fue conocida en Europa.

Existen indicios de que las Antillas Mayores habían sido visitadas por europeos años antes de la llegada de Cristóbal Colón. Al efecto, Fray Bartolomé De Las Casas, escribe:  ¨tuvieron o tenían de haber llegado a esta isla Española otros hombres blancos y barbados como nosotros antes que nosotros no muchos años¨.

Esa hipótesis explicaría la presencia de algunas indias de tez blanca entre los indígenas de piel oscura y el insólito hallazgo, en el tercer viaje de Colón, de proyectiles de artillería, en un paraje de la Española que no había sido explorado.

El proyecto de Colón de llegar a Asia desde Europa rumbo al Poniente no tenía consistencia científica y estaba plagado de errores de apreciación.

Su plan se basaba en dos premisas erróneas: la primera, la de considerar que la tierra era mucho más pequeña de lo que en realidad era, de forma que el cinturón ecuatorial, según los cálculos de Colón,  andaba por los 30 mil kilómetros, en vez de 40 mil que en realidad tiene; y, la segunda, que la superficie terrestre estaba mayoritariamente ocupada por los continentes, quedando tan solo una séptima parte para las aguas.

En un planeta tierra más pequeño y con océanos más reducidos, era perfectamente factible alcanzar las costas de Oriente navegando desde las de España hacia Poniente, salvándose así el gran obstáculo de la limitada autonomía de las embarcaciones de esa época.

Según los cálculos de Colón, la distancia que separaba las islas Canarias de Cipango o Japón era de 4,500 kilómetros, cuando en realidad era de 10 mil kilómetros.

Las estimaciones del insigne genovés eran ciertas, no para llegar al extremo Oriente, sino para encontrarse con las Antillas.

No obstante, el proyecto de Colón estaba fundamentado en datos inamovibles como el conocimiento de la distancia a que se hallaban las tierras oceánicas (las Antillas no el Japón) y el de la ruta exacta que una embarcación a velas debería seguir para alcanzarlas. 

Si nos fijamos en las rutas seguidas por el Descubridor en sus cuatro viajes a América nos daríamos cuenta que siempre enfiló la línea de los vientos alisios y regresó por los vientos contrarios y la corriente del Golfo, a la altura de Virginia.

 Todos esos datos indican que Cristóbal Colón tuvo que haber tenido noticias de anteriores viajes al continente que él descubriera. Ello explicaría la redacción de las Capitulaciones de Santa Fe (pactos suscritos entre los Reyes Católicos y Colón con relación a cómo se habrían de repartir los beneficios de la empresa del descubrimiento) en las que se menciona lo que Colón ¨ha descubierto en las mares océanos¨ concediéndole al insigne marino genovés un descubrimiento que todavía estaba por hacerse. 

Quizás Colón les confió sus secretos a los Reyes Católicos para convencerlos de la viabilidad de su proyecto.

Tal vez por eso obtuvo el apoyo de Isabel y de Fernando el Católico muy a pesar del dictamen negativo de una Comisión integrada por ¨hombres sabios, astrólogos y astrónomos, y hombres de la arte de la Cosmografía¨ que se reunió en Salamanca a instancia de dichos monarcas a examinar en detalles el proyecto de Colón.

Una vez que los reyes católicos decidieron apoyar el proyecto de Cristóbal Colón surgió una dificultad: Cristóbal Colón quería a cambio dinero (el 10 por ciento de todo lo que se encontrara en oro, plata y piedras preciosas), poder (Virrey y Gobernador de todas las tierras descubiertas); y ascenso social (título de Gran Almirante de la Mar Océana). Imagínese usted, amigo lector, lo que significaba el hecho de que un desconocido marino portugués se convirtiera así como de repente en un Gran Almirante con los mismos honores que disfrutaba el Almirante de Castilla, vinculado este último a la familia de la más alta nobleza castellana, por demás, tío de Fernando el Católico.

El autor es Catedrático Titular de la UASD y Capitán de Corbeta ® MdeG.

Los obstáculos

En principio, los Reyes Católicos no se mostraban dispuestos a complacer a Colón en sus desmedidas pretensiones de dinero, poder y gloria. Y estuvieron a punto de solicitarle al genovés que se marchara. Colón se mantuvo firme, siempre dispuesto a jugarse el todo por el todo.  Colón aguantó todo y acabó venciendo. Diría con orgullo: ¨Pensando lo que yo era me confundía mi humildad; pero pensando en lo que yo llevaba me sentía igual a las dos coronas¨  ¿ Jactancia? No, seguridad sí. Cristóbal Colón sabía adónde iba,  y estaba muy seguro de lograr su objetivo. Lo que para otros era duda, para él era certidumbre. Fray Bartolomé De Las Casas, que conoció bien a Colón, lo pintaría de cuerpo entero con esta frase: Tan cierto iba a descubrir lo que descubrió y hallar lo que halló como si dentro de una cámara con su propia mano lo tuviera¨

Después de vencer muchísimos obstáculos, el 3 de agosto de 1492, la flota colombina levó anclas para iniciar desde el puerto de Palos su espectacular singladura, atracando en las Canarias seis días después. El 6 de septiembre de 1492, la flota colombina puso rumbo hacia el Poniente, iniciando una hazaña que todos tenían por imposible. Treinta y dos días después, en la noche del 11 al 12 de octubre, Rodrigo de Triana, daría la voz tan deseada: ¡ Tierra a la Vista! ¨e Colón tomó posesión de la tierra en forma, por el Rey y por la Reina, con pregón e bandera real extendida.

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