La empresa más lucrativa: La política

La empresa más lucrativa: La política

EMIGDIO VALENZUELA MOQUETE
«El arte de la guerra es el arte de destruir a los hombres; el arte de la política, el de engañarlos»
(D. Alembert).

Previo a enfocarme en el tema que responde al título de esta entrega, preciso para ser bien entendido, hacer dos breves acotaciones:

En mi país, al que amo como el que más por la calidez y autenticidad de quienes lo habitan, tanto los que fungen de líderes como la gente común, no parece advertir que de manera imperceptible la República Dominicana se mueve de la esperanza al desconcierto, y esa es una realidad con ribetes de patología terminal irreversible.

En nuestro país, al igual que en la casi totalidad del género humano, uno de los graves problemas que abate la humanidad es que en los tiempos presentes los hombres y las mujeres no están preocupados por ser útiles sino importantes.

Parodiando el pensar de Sir Winston Churchill, «excluidos los negocios peor administrados», -aunque parezca una ironía- en ese orden, la empresa más lucrativa es: La política.

El principal activo del negocio de la política son los políticos. Se hacen ricos de la noche a la mañana.

Los atributos de un político son los que más se asimilan a la definición clásica de lo que es un parásito: «Uno, que quería vivir del amor sin tener el trabajo de enamorarse».

Para triunfar en esa empresa sólo se necesita: no ser un hombre de palabra; hablar muchas mentiras; ser irresponsable y hacer promesas que no se cumplan, porque como diría el doctor Balaguer, erigido por sus contradictores en Padre de la Democracia Dominicana, «haciendo promesas nadie quiebra».

Estas máximas definen un «esforzado y buen político» cuando está en el poder: «A lo que nada nos cuesta hagámosle fiesta», «Ojos que no ven, corazón que no siente». Con los cuartos del pueblo «seguiré a caballo»; «fiesta hoy y mañana gallos». Todo eso almibarado con la placidez y gozo que produce «seguir subido en el palo» disfrutando de la «dolce vita» con las mieles que destila la cúspide del poder, que usualmente marea y a sus destinatarios, mortales comunes, les insufla vértigos de gloria. Aunque se hunda la isla «cuatro años más y después hablamos».

Al pobre pueblo que Dios se ocupe de él. Y como diría un político por lo «bajo» las «bases son pa’pisarlas» y si para salvarlas hay que trabajar, que se las lleve «el mismo diablo». Así nos quitamos de esa rémora de indigencia.

Mis limitaciones no me permitieron ser visionario en lo relativo a la política y ahora por estúpido y tarado tengo que resignarme a trabajar.

Lo de que «después de la filosofía, la política es la ciencia más noble» fue solo un puro ideal del patricio, pues en la práctica ha devenido en la ciencia más lucrativa.

El margen de ese lucro se acrecienta de manera ventajosa en un país como el nuestro, al cual parece habérsele agotado su capacidad de asombro, y donde tal como lo pregona de manera incesante el dicho popular: «To e’ to y na’ e na».

Si tengo la oportunidad de otra vida, espero ser más avispado, para sin necesidad de trabajar, tener el tino de sin lugar a dudas, dedicarme a la empresa más lucrativa: La política.

Publicaciones Relacionadas