La encrucijada de Soto Jiménez

<p>La encrucijada de Soto Jiménez</p>

UBI RIVAS
El presidente de la V República, mayor general (r) José Miguel Soto Jiménez, pronunció una importante pieza oratoria el día once de enero último en la sede de la institución cultural que recoge todo el gran fallo y fiasco que es el sistema político que conduce el destino nacional hoy.

Sin un ápice de desperdicio por la claridad de como enfoca la meridianidad de todo el universo de retos sin respuestas que nos acucian, ese discurso fue reproducido íntegro por Listín Diario en su edición de enero 21 en una página completa.

Es el resumen, repito, del catálogo de ineficiencia que pone contra la pared no solamente la implementación del sistema democrático, sino a los taumaturgos que lo moldean en roles de protagonistas, que incluye a los tres desgastados partidos políticos del sistema evidentemente obsoleto porque no traduce los logros que requiere y le urgen a la sociedad toda.

“Reflexión ante la nación: del Estado anómico a la V República”, es el título de la magistral exposición pronunciada por Soto Jiménez, miembro de número de la Academia Dominicana de la Historia, con una docena de títulos de su cosecha y/o autoría.

Al referirse al concepto de la palabra anomia, el disertante especifica: “La situación sugiere inestabilidad política, conflictos, pugnas de intereses, choques de sectores, altos índices de violencia y delincuencia, miseria creciente, un desacuerdo grave en la sociedad que denuncia la anomia, que no es otra cosa que la ruptura de las normas sociales”, para remachar:

Lo que la palabra significa es ausencia de normas, porque el Estado débil no las cumple ni las hace cumplir. El término alude a la ausencia de orden normativo sólido, creíble y eficaz, que debe ser compartido por la mayoría de los miembros de la sociedad”.

Quienes escucharon la ponencia de Soto Jiménez o la leyeron en el Listín, nos percatamos que el discursante no aludió personalmente a nadie, porque el quid del problema nacional no radica en denostar a nadie en particular, sino en que todos comprendamos que los actores protagónicos en conjunto, han fracasado en impulsar los valores esenciales de la democracia, que en la añeja acepción de la remota Hélade, traduce el poder del pueblo.

Algo hueco, sin sentido, una burla cruel del postulado original del sistema, la antítesis de todo lo concebido por Alexis de Tocqueville cuando cantó las virtudes del sistema político único que resiste enmiendas, remiendos, reciclaje, contrario a todos los otros, que simplemente se resquebrajan, saltan en añicos y sus personeros culminan en un charco de sangre o en el exilio.

Soto Jiménez aludió directo a los poderes hegemónicos foráneos que cercan, cercenan, atomizan, diluyen y hacen de nuestra supuesta soberanía una mueca grotesca, fulminada por los relámpagos destructores del neoliberalismo con su carga devastadora de aniquilar nuestras fuerzas productivas, de economía de postre, a la de servicios, turismo, zonas francas, comunicaciones, nada de los cuales son nuestros, sino prestados o en manos foráneas, por demás harto defectuosos en su montaje, como la máquina de la industria textil de zonas francas, seriamente amenazadas por el fenómeno chino.

Aumento descomunal de la pobreza, desafío del narcotráfico y toda laya de criminales al monopolio de la violencia que debe ejercer el Estado para mantener incólume la paz social y la integridad ciudadana, los proyectos de grupos de los partidos en vez de proyectos nacionales, a lo que se añade la ausencia de autoridad para precisamente llevar hacia el éxito todos estos atributos socavados por la incompetencia, la desidia, la corrupción y el descamino nacional, ciertamente sitúan al Estado en referencia de zozobra y a la sociedad desamparada.

La pieza de Soto Jiménez es troncal, señaladora, acusadora y de ninguna manera podría circunscribirse al comentario de una entrega periodística, porque su densidad la desborda. Seguiremos con el tema en una próxima ocasión.

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