¡La enorme distancia, diferencia total!

¡La enorme distancia, diferencia total!

Dentro de la parafernalia y los afanes proselitistas, propios de una campaña política electoral, la Presidencia de la República patrocina una especie de “spot” televisivo de larga duración (Info-comercial) magníficamente grabado presentando, rodeado de libros, al destacado historiador y alto dirigente pele- deísta, Dr. Euclides Gutiérrez Félix quien, con las luces y elocuencia propias de su indiscutible intelecto, ducho en las lides políticas y politiqueras, no escatima adjetivos luminosos ni regatea méritos bien merecidos, para destacar la figura excelsa del fundador de su partido, Profesor Juan Bosch, hombre prominente, maestro de la política, honesto, responsable, dotado de valor y coraje, de recio y firme carácter para catapultar sus ideas y asumir, en cualquier circunstancia, la defensa de los derechos de su pueblo y demás pueblos oprimidos, soberanía de la nación, libre de toda intervención extranjera y el goce a plenitud de la libertad, absoluta, irrenunciable, prenda de la auténtica democracia, no negociable, proclamada en su discurso de investidura y toma de posesión: “Mientras seamos gobierno, no perecerá la Libertad.”
Ser excepcional de nuestro parnaso, admirado y reconocido internacionalmente por sus pares como intelectual de fuste, escritor y mentor político, Juan Bosch, fundador en el exilio del PRD, a su llegada al país, ajusticiado el Dictador Trujillo, en condiciones precarias con su verbo de verdades y mística redentora tomó las riendas de su partido que le condujo al poder y desde donde proclama la Constitución del 1963, “la más avanzada y progresista que hemos tenido a lo largo de nuestra historia republicana” nos recuerda su apologista, el Profesor Dr. Euclides Gutiérrez Félix, discípulo entrañable, que le convida y acompaña cuando Bosch abandona el “partido blanco” “el buey que más jala”, para fundar otro partido, “el morado de la estrella amarilla”, el PLD, de liberación nacional “un partido del pueblo para servir al pueblo” tal como lo soñó su creador y lo soñara nuestro patricio Juan Pablo Duarte.
Partido al que, frustrado y desengañado, abandonaría años después “para que siga desarrollándose en la línea que quiera adoptar”, denunciando la existencia de “una corriente de oportunistas que solo está interesada en escalar cargos públicos y obtener dinero.” Siendo más preciso, señala: “Dentro del Partido Morado hay gente que resultó electa, diputados, senadores, síndicos y regidores que han formado una corriente oportunista de la pequeña y baja burguesía…” Y así ha sido desde entonces, hasta el sol de hoy.
Cuando le hicieron retornar al seno del partido para seguir explotando su nombre, Juan Bosch cayó en la trampa. Disminuido y abusado, ya no era el mismo. Tampoco su partido. Otros gallos cantarían disonantes, encandilados por el poder y la acumulación de riquezas a como dé lugar, cueste lo que cueste, sin medir medios ni consecuencias.
Bajo el oropel de sus conquistas sociales y del progreso de la nación, ¡Qué cruel diferencia existe entre aquel pasado de ensueño y el presente! ¡Qué enorme distancia los separa!

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