La equidad del PPH

La equidad del PPH

La falta de equidad es una vieja práctica a lo interno del Partido Revolucionario Dominicano y la misma se puso de manifiesto con mayor énfasis en la administración del ingeniero Hipólito Mejía, porque se alcanzó el poder político, el 16 de mayo del 2000, con la organización en su conjunto, pero a la hora de gobernar sólo los miembros del famoso PPH fueron tomados en cuenta para las altas posiciones, incluyendo a algunos jóvenes advenedizos que se han caracterizado por las travesuras y la llevadera de chismes al presidente.

De esa forma dirigentes de largo historial perredeista, que no pertenecían al grupo del jefe de Estado, fueron excluidos y marginados abusivamente del tren gubernamental durante este período de gobierno que está a punto de terminar. No conforme con dejar fuera de las cosas públicas a centenares de dirigentes meritorios, aquellos que tenían como única opción la búsqueda de una posición legislativa o municipal, en la contienda de medio término del año 2002, fueron aplastados, en la mayoría de los casos, por los candidatos del PPH que usaron y abusaron de los recursos del erario.

Se trata de un grupo sectario y persecutor, al cual, a lo interno del PRD, también se les llama «los come siempre», porque cuando el partido gana pasan a ocupar los puestos administrativos, pero cuando se pierde entonces les echan mano a los cargos legislativos y municipales.

Es una especie de «bateo y corrido» que viene desde agosto del año 1978, cuando Don Antonio Guzmán Fernández arribó a la primera magistratura de la nación. Desde esa fecha ese grupo no ha sabido lo que es oposición o estar en el banco, porque cuando las circunstancias les resultan desfavorables terminan colgándose hasta de una regiduría o una simple asesoría en un ayuntamiento.

Duraron tres años y medio sin pasar por la casa nacional y sin mencionar la sigla PRD, sólo la del PPH, pero ahora ((señores!) se ofenden cuando se les habla del PPH.

Ahora ese grupo de funcionarios millonarios, amparándose en un mamotreto de resolución de la Cámara Contenciosa, pretende también adueñarse del partido, después de sustraer sus símbolos mediante peregrinas maniobras para imponer la desafortunada candidatura del presidente Mejía, violentando los principios históricos y cardinales del perredeismo (uno de los cuales es el anti-reeleccionismo). Sobra decir que la sociedad dominicana, dada la debilidad de sus instituciones, es también en gran medida contraria a la reelección presidencial.

Pero el PPH, consciente de esas adversidades, de la terrible crisis económica y de la alta tasa de rechazo del presidente candidato (la cual estuvo rondando el 65 por ciento del electorado), prefirió dañar al partido, «echándole jabón al sancocho», antes que darle paso a uno de los demás aspirantes a la candidatura presidencial a lo interno del PRD. Eso es egoísmo y falta de equidad.

Electoralmente vapuleado, debido al desastroso desempeño del gobierno, exceptuando naturalmente algunas secretarías, administraciones y direcciones, retornan al partido buscando culpables, cuando en su caso lo que procede es la autocrítica, la disculpa pública o en el menor de los casos guardar silencio, pero jamás pretender ponerse al frente del partido (por Dios!

El silencio en algunos jóvenes, particularmente, sería lo ideal para enfriarse (aunque es difícil), por tratarse de personas señaladas por el dedo acusador de la opinión pública por la supuesta comisión de actos dolosos en contra del erario y que, por vía de consecuencia, constituyen potenciales candidatos al procesamiento judicial.

La situación que atraviesan algunos miembros del PPH es para que regresen al partido tranquilos, por los errores cometidos en el poder y por las violaciones a los principios de la organización, pero no actúan así y reinciden en la prepotencia y el avasallamiento, pese a que las circunstancias aconsejan el bajo perfil.

Hay que admitir, sin embargo, en que en el PPH hay personas más o menos decentes, con experiencia y adultez política, que saben que el maltrato y la persecución no son las mejores consejeras y que lo que procede en estos momentos es la unidad de la organización en torno a su presidente, el licenciado Hatuey De Camps, para recomponerla y optimizarla, a tal punto que se ganen las elecciones congresuales y municipales del 2006 y las presidenciales del 2008.

La unidad del PRD es posible en la medida en que el PPH facilite el trabajo de la dirección y decida mantenerse en un perfil bajo, no protagónico, porque la deteriorada imagen pública de muchos de sus miembros sería un obstáculo para el crédito que se requiere recobrar ante la sociedad dominicana.

El PPH debía actuar con equidad y no desaprovechar la generalidad del presidente del PRD, el licenciado Hatuey De Camps, quien ha dicho que no auspiciaría sanciones contra ningún dirigente de la organización.

Es totalmente contraproducente que el PPH pretenda conducir al PRD en estos momentos, donde se acaba de demostrar, en las recién pasadas elecciones, que la gente no lo quiere. «No hay mayor ciego que aquel que no quiere ver», dice una vieja máxima popular.

La equidad, la prudencia y la alternabilidad son palabras que debían imperar en las mentes de los perredeístas si verdaderamente se procura levantar al partido. Contrariamente, si en aquella oportunidad duró 14 años para retornar al poder, ahora se tomaría 28. (Y cuidado…!

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