“La Era de la Antipolítica”

“La Era de la Antipolítica”

Manuel Cruz

Desde la aparición del Pater familias pasando por los monarcas, los cónsules, los dictadores romanos, los emperadores, los caciques, los gobernadores y hasta los presidentes. La figura de quien dirigía políticamente un Estado o una de las sociedades antiguas que no constituían la pre-configuración jurídica de un Estado; todos tenían características muy similares. Liderazgos políticos, religiosos o militares, capacidad de persuasión social o imposición coyuntural. Por esa razón, prevaleció por muchos años la concepción cuasi-monárquica de Thomas Jefferson de que el poder no podía estar a merced de todo el mundo, sino más bien ligada a esa idea platónica de un ser o una clase pensante.

Si hacemos una retrospectiva podemos decir que, desde Pericles en Atenas hasta llegar a Bill Clinton en EE.UU., salvo honrosas excepciones ligadas a episodios bélicos, de herencia imperial, holocaustos económicos e imposiciones, los individuos que ascendían al poder lo hacían a través de elementos predefinidos entre ellos, una carrera política, apoyo empresarial o eran revolucionarios etc. En conclusión, individuos ligados de una u otra forma al aparato de poder aún fuese de manera subrepticia, elementos que se convirtieron en el paradigma político y fisonómico que demandaba el imaginario social. Empero, con el advenimiento de la era de la información comenzó un proceso al que podemos llamar de manera inequívoca“involución de la política”donde viven y prevalecen la emotividad, la videografía, el marketing, la posverdad y la carencia total del racionamiento del elector.

El Deterioro de la Figura Presidencial.

 Desde que apareció en Europa el fascismo de Benito Mussolini en el período de entreguerras, cuya mayor acentuación y pujanza se puso de manifiesto en el nazismo alemán de Adolf Hitler. Es allí, donde aparecen y germinan los primeros vestigios de la metamorfosis retórica de la política vernácula contemporánea, así como el deterioro del estereotipo de la figura presidencial articulando el concepto autodenominado como la “tercera vía”. En ese sentido, el Führer tenía una retórica política que en muchos casos podría ser comparada con las del gran Marco Tulio Cicerón en Roma o con un Fidel Castro en América. Por esa razón, le llamaban en Alemania el encantador de serpientes, aunque en esencia solo decía lo que el pueblo llano quería escuchar.

La historia política desde finales del siglo XX nos ha enseñado que, cada día el electorado es más volátil, más exigente, menos consciente y con una mayor proclividad a tomar atajos fruto de un estado aparente o real de frustración política originada por sus líderes. Por ello, ningún país está exento de esa problemática. Con el agravante, de que tenemos una evidente carencia de liderazgos emergentes, un franco deterioro del que tenemos y,una clase política y sus partidos despreciada por los pueblos. Como consecuencia de este inconmensurable retroceso hoy estamos viendo como ascienden al poder a dirigir millones de personas individuos que son incapaces de dirigirse a sí mismos, los cuales ponen de manifiesto desde sus propias campañas internas; la incapacidad permanente de pensar descrita por el filósofo y psicoanalista greco-francés Cornelius Castoriadis.

 El Imperio de los Outsider.

Ese cambio de paradigma y desmitificación del liderazgo, ha propiciado la aparición de advenedizos de la política o de algunos definidos como políticamente incorrectos, cuyos únicos méritos son lograr exacerbar el movimiento volitivo o el subconsciente del pueblo para llegar al solio presidencial. Verbigracia, Hugo Chávez en Venezuela, Hipólito Mejía en República Dominicana, Michel Martelly en Haití, Jimmy Morales en Guatemala, Mauricio Macri en Argentina, Emmanuel Macron en Francia, Donald Trump en EE.UU. y muchos otros. Con el agravante, que hasta los propios discursos que hoy impactan al electorado son la negación o el antagonismo de todo por lo que se ha luchado, como fue el caso de Bernie Sanders en la sociedad más exigente y conservadora del mundo, o el caso emblemático de Rodrigo Duterte cuya promesa de campaña en Filipinas fue matar a personas.

La única lectura que podemos dar a este fenómeno que viene en plena proliferación mundial es la siguiente. La clase política global tiene que renovarse, repensarse y hacerse a sí misma una profilaxis profunda. Los electores están tan asqueados del accionar “Cleptomano, Fulero, Populista, Nepótico e Inhumano” de sus políticos que hoy; son capaces de elegir hasta un perro viralata antes que a los políticos tradicionales. Si los líderes políticos no descienden de su pináculo hasta las raíces de los pueblos seguiremos teniendo más advenedizos como gobernantes y muy probablemente, otros Nicolás Maduro y otros Donald Trump en gran parte del mundo los cuales, los únicos méritos políticos que pueden exhibir; es ser dos locos en pleno ejercicio de la profesión.