La era de la destrucción creativa

La era de la destrucción creativa

Joseph Schumpeter (1883-1950) está de moda. La causa de su popularidad es que la crisis financiera ha vuelto los ojos de los grandes hacedores de políticas públicas hacia una idea del economista moravo de nacimiento, vienés de corazón y estadounidense de adopción, que parece ser el hecho esencial del capitalismo: la destrucción creativa.

Lo curioso es que el término no es original de Schumpeter, ya que en realidad fue acuñado por el sociólogo alemán Werner Sombart en su libro “Guerra y Capitalismo” (1913), quien se inspiró en la narrativa marxista del proceso de acumulación capitalista tal como aparece en el siguiente pasaje del Manifiesto Comunista:

“La burguesía no puede existir sin estar constantemente revolucionando los instrumentos de producción; de ahí las relaciones de producción y con ellas toda la relación con la sociedad. La conservación de los viejos modos de producción de forma inalterable era, por el contrario, la primera condición de existencia de las clases industriales más primitivas. La revolución constante de la producción, la perturbación ininterrumpida de todas las condiciones sociales, la inseguridad y la agitación permanentes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Toda relación rápidamente congelada, con todos sus viejos y venerables prejuicios y opiniones se desvanece, y las recién formadas se vuelven anticuadas antes de poder sofisticarse. Todo lo que es sólido se volatiliza, todo lo que es santo es profanado, y el hombre, finalmente, es compelido a enfrentar con sobriedad sus condiciones reales de vida y sus relaciones con los semejantes”.

Fue Schumpeter, sin embargo, quien popularizó el término en su libro “Capitalismo, socialismo y democracia” (1942), al afirmar que el “proceso de mutación industrial (…) que incesantemente revoluciona la estructura económica desde adentro, destruyendo incesantemente la vieja, creando incesantemente una nueva es el hecho esencial acerca del capitalismo”. Esta destrucción creativa, en palabras de Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos y quien confiesa en sus memorias “La era de las turbulencias” que Schumpeter es su economista favorito, es la que permite “la eliminación de las empresas viejas y en malas condiciones y la reasignación de los recursos a compañías nuevas y más productivas” en un “patrón de progreso y obsolescencia” que “se repite una y otra vez”.

Schumpeter se inspiró en la obra “Los principales ciclos económicos” (1925) del economista ruso Nikolai Kondratiev (1892-1938), quien, a pesar de ser tildado de “materialista histórico” fue encarcelado y ejecutado por ser un “desviacionista pro-capitalista”. El método Kondratiev/Schumpeter afirma que el capitalismo es un sistema de cambio permanente con transformaciones periódicas cada 40 a 60 años (las “ondas largas”, “ondas de Kondratiev” o “ciclos K”) motivadas por innovaciones elementales, que conducen a la prosperidad, luego a la saturación y estancamiento, y finalmente a la recesión y depresión, donde se eliminan las empresas y sectores ineficientes y se gestan “innovaciones elementales nuevas”.  Conforme esta lógica darwiniana de sobrevivencia de los más eficientes, esta draconiana dialéctica de prosperidad, crisis y renovación, los gobiernos nadan deben hacer para detener o aminorar los efectos de estos choques económicos. En este sentido, si Schumpeter estuviera vivo criticara el salvamento de los bancos fallidos y el subsidio de las empresas ineficientes, tal como han hecho los gobiernos a ambos lados del Atlántico.

 No hay que ser un experto económico para darse cuenta que algo huele mal en la receta de Schumpeter para (no) enfrentar las crisis económicas. ¿Cómo decirles a los quebrados empresarios de zona franca y a sus empleados despedidos de Santiago que el Estado no puede hacer nada para enfrentar lo que es una verdadera catástrofe?  ¿Debe esperar pasivo el Estado que la destrucción creativa opere en el sector turismo cuando ello puede acarrear el deterioro del medio ambiente que sirve de sostén al turismo de playa? Es obvio que la innovación es motor del capitalismo pero el Estado debe jugar un rol activo en la promoción de la misma. Es más, puede afirmarse que el Estado es el actor clave para la creación de sectores económicos, como bien demuestra el caso de las industrias instaladas bajo la derogada Ley 299, las zonas francas y la industria turística. Sin Estado no hay capitalismo.

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