La Era de Trujillo,cronologada
por Fernando Infante

La Era de Trujillo,cronologada<BR>por Fernando Infante

LIPE COLLADO
La Era de Trujillo, Cronología Histórica 1930-1961, editada en dos tomos, de 450 y 480 páginas, respectivamente, es la única completa sobre aquella Era y la única publicada luego del 30 de mayo de 1961.

Se puede leer entretenidamente, porque nos da el pálpito del día a día político y no político, y nos permite reinterpretar aquellos 31 años a través de la relación pormenorizada obtenida de los periódicos La Información y La Opinión, de Santiago, el Listín Diario, Diario del Comercio. La Nación y El Caribe, de la capital, El Progreso, de La Vega, y otros.

Esta amena cronología nos sitúa en la atmósfera real del trujillismo desde el primero hasta el último día y aunque se nutre de fuentes inmediatas, de lo publicado; digamos con otras palabras: de cómo se permitía y lo que se permitía publicar de los hechos, no es menos cierto que de alguna manera inferimos la falsía, la apariencia, lo que no se veía, lo que se quería ocultar.

Esta antología, que abarca desde el 2 de enero de 1930 hasta el 20 de noviembre de 1961, constituye también una relación de las defunciones de grandes hombres y de creaciones de asociaciones, clubes, colegios, escuelas públicas, teatros, cines, grupos culturales, publicaciones periódicas, empresas, productos importantes -como el caso de la Cerveza Presidente, partidos, provincias, puentes, puertos, restaurantes, bancos, hospitales, institutos, ramas militares, academias, y otras muchas instituciones.

El papel conspirativo jugado por La Información y por otros periódicos de la época para derrocar el gobierno de Horacio Vásquez y llevar al poder a Rafael Estrella Ureña y, tangencialmente, al brigadier Rafael Leonidas Trujillo Molina quedan más que evidenciados, de donde se podría colegir que se merecieron el yugulamiento de Trujillo Molina.

Y esta es una nueva prueba de que cuando lo comunicacional se trasciende y se superpone sobre lo político y/o lo militar, a la larga o lo político o lo militar, o ambos, reaccionan yugulándolo.

A más de su fácil lectura, de su abrumadora carga de datos veraces y de su objetividad, constituye una radiografía humana, social y geográfica de la República Dominicana de aquella vez y en sí de aquella Era.

En el trayecto de los 11 mil 137 días cronologados, el escritor Infante nos entrega un muestrario de lo representativo del personal humano de aquella Era a través de 2,300 nombres y apellidos recogidos en el índice onomástico, sobresaliendo los de los que fueron sus funcionarios altos y medios, los de los empresarios emergentes de aquellas veces, y los de los hombres de cierta relevancia, tanto trujillistas como antitrujillistas.

Destacan, por los roles desempeñados y por el tratamiento que les dio la prensa, hombres y mujeres apellidados Abbes García, Abinader, Abreu, Acevedo, Aguayo, Aguiar, Alcántara, Alfonseca, Alvarez, Amiama, Ariza, Armenteros, Avelino, Báez, Baquero, Batlle, Bautista, Bello, Bencosme, Beras, Bermúdez, Brugal, Billini, Bisonó, Bonelly, Bonetti, Caamaño, Cabral, Cabrera, Castillo, De la Maza, Estrella, Fernández, Fiallo, Franco García, Garrido, Ginebra, Gómez, Henríquez, Herrera, Hernández, Incháustegui, Jiménez, Lamarche, León, Leyba, Lockward, López, Lora, Lovatón, Mainardi, Mañón, Marichal, Marrero, Méndez, Mera, Miolán, Morales, Moscoso, Moya, Nanita, Nivar, Núñez, Ochoa, Ortíz, Ornes, Padilla, Pastoriza, Paulino, Pellerano, Peña, Pepín, Perelló, Pérez, Perozo Peynado, Piantini, Pichardo, Pimentel, Pina, Pou, Prats, Ramos, Ramírez, Read, Reilly, Reyes, Reynoso, Ricart, Rivera, Rodríguez, Román, Rosario, Ruiz, Salcedo, Sánchez, Santamaría, Sanz, Saviñón, Schecker, Silfa, Smester, Sobá, Sosa, Soto, Tavárez, Tejeda, Tejada, Torres, Troncoso, Ureña, Vallejo, Valdez, Vargas, Vega, Vásquez, Velásquez, Vélez, Ventura, Villanueva, Vidal, Zayas-Bazán, y otros muchos.

Las actividades y los hechos políticos en los que se vieron envueltos hombres y mujeres con esos apellidos delatan la urdimbre humana de una Era que fue de amplia base social, económica y política, y más participativa que los regímenes antecesores.

Aunque la Era de Trujillo no ha sido analizada ni admitida como una revolución (de derecha, desde luego) que transformó a la nación, hay que reconocerle que ciertamente rompió con todos los cánones políticos, económicos y morales anteriores e impuso los propios y de ese modo lo revolucionó todo. Fue, indudablemente, de hecho una «totum revolution».

Probablemente el hecho de que careciera de ideología política de avanzada ha impedido ver de cuáles modos rompió los moldes anteriores de la asunción política de los asuntos públicos y columpió al poder a individuos de los bajos niveles sociales convirtiéndolos en figuras importantes y en el germen de la «cultura del tigueraje» en la administración pública que hoy padecemos y que ha alcanzado su máxima expresión en los gobiernos perredeístas.

En fin, esta cronología de la Era de Trujillo nos permite ver claramente a un Trujillo Molina que transita en tres líneas paralelas principales: la del intenso emprendedor y constructor, la del persecutor, represivo e intolerante, incapaz de avenirse a las aperturas y la del estructurador de un nuevo andamiaje político sustentador de su política de Estado.

Por lo demás, es una cronología que adquiere ribetes de acusadora por cuanto al detallar el cada día político nos encontramos sorpresas como la de un Juan Bosch proclamando a Trujillo Molina como el gran jefe que había necesitado el país y haciendo de orador ferviente en dos de sus reelecciones, lo que podría asumirse como un indicio del famoso «borrón y cuenta nueva» de 1961, un error de origen (¿o cálculo político traducido a error de origen?) que le ha costado tan caro a la nación que aún no ha podido recuperarse de aquella fatalidad histórica.

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