La escritura como un deleite reflexivo

La escritura como un deleite reflexivo

Desde la publicación de sus dos libros anteriores, a saber, Extra-sístoles (Y otros accidentes), en 2009, y Seducir los sentidos, apenas un año después, Jochy Herrera se nos ha revelado como un exquisito y profundo ensayista, capaz de articular, en una sola pieza y para gustos diversos, la mirada crítica de la ciencia médica sobre la maquinaria del cuerpo; la hendidura que permite entrever la luz en una escena inolvidable del mejor cine contemporáneo; la poderosa magia de la poesía sobre la cartografía de un corazón prestado; la seducción de un cuadro de Goya, Klimt o Egon Schiele; un suspiro de Cortázar, un amago filosófico de Savater, un sortilegio de blues, un dejo de bachata y un clamor de rock; el placer de pasear por ciudades y campiñas; una visión crítica acerca de la deshumanización de la medicina actual, entre otras tantas magias de la ciencia y el arte, y todo ello vertido y entregado al lector en una prosa que hace de la hondura del pensamiento un deleite de la emoción. Es, para qué postergar el dicho, el libre ejercicio de la escritura como fruición, como deleite singular del complejo acto de pensar y escribir.

Teníamos, claro está, la sospecha de que el eminente cardiólogo y promotor cultural se encaminaba a esa consagración, desde la lectura de sus artículos en periódicos y revistas especializados y generales, ya fueran sobre el intrincado mundo de la medicina y su influjo sobre el individuo y la sociedad; o bien, sobre artes visuales, música, literatura, sociología, filosofía… Eso que solemos llamar, con cierta nostalgia, ámbito de las humanidades. Esos artículos constituyen, en cierto modo, la base sobre la cual se edifican los volúmenes ensayísticos con los que Herrera ha venido a refrescar, entre los lectores de lengua española, un oficio crítico que había perdido su halo pasional y estético, para derivar en un acartonado ejercicio de piruetismo conceptual a secas, carente de imaginación, agudeza, belleza expresiva y aliento o enseñanza para el lector.

Para suerte nuestra, Jochy Herrera no conoce la fatiga, y ahora nos entrega un nuevo libro, Cuerpo (Accidente y geografía), publicado este año 2012 por la Editorial Santuario. Una nueva aventura del pensamiento y la palabra, que hace del cuerpo humano el centro de la gravitación existencial en nuestro tiempo.

Aunque el mismo autor indica que no pretende una lectura enciclopédica del cuerpo humano, el lector advertirá, sin embargo, que de eso se trata. Una andadura que conjuga los atrevimientos de la visión artística o estética del cuerpo y la vida del ser humano con los graves desafíos e históricas mutaciones cualitativas de la visión filosófica y científico-natural, que sobre el cuerpo, el saber ha ido tejiendo en una metafórica madeja de complejidades, aciertos y desaciertos.

El hombre desnudo como, en la acepción de Alfonso Reyes, “hierofante del misterio”. Y de ahí la imagen estética junto al concepto científico como lecturas sobre el cuerpo que se entrecruzan. La travesía, pues, del cuerpo, desde el goce del deseo hasta el sufrimiento de la tortura, desde su estado embrionario hasta su sepultura o pulverización. El cuerpo, en fin, como espacio de materialización de relaciones de saber y de poder.

En Jochy Herrera se abrazan la pasión clínica heredada de Galeno e Hipócrates, la pasión reflexiva y estética proveniente de da Vinci y la penetración cognitiva y crítica sobre el cuerpo de la historia. Esto sólo podría darlo el sentido de la sospecha heredados de Nietzsche y de Foucault. Esas bases de su pensamiento le permiten acercarse al objeto analizado con una vastísima sabiduría científica y arqueológica, en términos epistémicos, y, al mismo tiempo, una excepcional sensibilidad artística. De ahí que pueda moverse, con singular destreza, desde el pensamiento clásico antiguo de las ciencias y las artes hasta la más reciente expresión estética.

No para mientes el cardiólogo y escritor Jochy Herrera en cuestionar la mercantilización del ejercicio profesional o seudoprofesional de la medicina de hoy día. Saca cuentas claras de la degeneración de las cirugías plásticas en cuerpos femeninos (y cada vez más en masculinos) y de la forma en que la propaganda seudomédica estimula el consumo de viagra más en jóvenes que en adultos con probable disfunción eréctil, ya sea por involución celular o por causa del estrés y la presión económico-social. Concluye, con característico escepticismo posmoderno, que la ética de la estética corporal, basada en el bisturí, esconde una espejística cuestión mercurial o de bolsillo, tanto por parte del facultativo como del paciente o cliente.

El miedo en la sociedad contemporánea es considerado por Herrera, quien vio en el corazón el “pobre órgano del susto”, como uno de tantos accidentes a que se somete el cuerpo. Uno de los más terribles temores que acosa a la mujer actual, por ejemplo, es el flagelo de la violencia intrafamiliar que, en demasiadas ocasiones, termina en feminicidio. Se interna en Vivas en su jardín, de Dedé Mirabal, y en el vil asesinato de sus hermanas.

Además, y reforzando la perspectiva de los accidentes sobre el cuerpo, Jochy Herrera analiza y cuestiona, de una forma que raya en la soberbia de la razón, la pedofilia de la curia católica y el abuso y explotación de los inmigrantes indocumentados en países desarrollados, una problemática sociopolítica y económica fundamental del tercer milenio. Estas aristas reflexivas son prueba de que nuestro autor está dotado de una vastísima sensibilidad y de un interés inagotable en presentarnos el cuerpo como testimonio, fósil o actual, de la vida, la cultura y la sociedad en general. Por ello valida Herrera la tesis de Michel Leiris que ve en el cuerpo un “misterioso teatro”, donde quedan representadas las visiones del cuerpo mismo como máquina compleja que encarcela el espíritu o el alma, lenguaje de lenguajes y morada del deseo, espacio fetichista del consumo, o bien, superficie de inscripción de la culpa, el castigo y la tortura.

En la tercera y última parte del libro, titulada Geografía(s), el autor se remite a la metáfora de la piel como lenguaje del ser humano. Un lenguaje cargado de simbología, cultura, historia, explotación socioeconómica, prejuicios, huellas, sensualidad y dolor o castigo. La piel va mucho más allá de su evidente función de embutir la carne y los huesos. Es, también, superficie en la que se escriben relaciones de poder y saber, de libertad y escarnio, de grito y silencio.

Jochy Herrera rescata el hallazgo de Leonardo da Vinci con su dibujo que llamó El hombre de Vitruvio, para establecer, desde una perspectiva arquitectónica antigua, el vínculo entre el cuerpo humano y el mundo exterior, el entorno, la naturaleza.

Las palabras de este excepcional ensayista, cronista agudo del sujeto y el tiempo de la posmodernidad líquida y consumista, como la llama Z. Bauman, dueño de una grácil e incisiva prosa, con hondura de pensamiento y fácil, aunque sopesada erudición, se van descalzando sobre las ciencias y el arte, sobre el sujeto y la sociedad, para terminar el viaje de la lectura, el recorrido por el cuerpo allí, donde justamente todo comienza, aunque parezca, a simple vista, finalizar: el poema Itaca de Constantino Cavafis, a mi ver, la definición estética mejor lograda de la relación íntima entre palabra, pensamiento, imaginación y vida.

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