La escuela       

La escuela       

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Ya que se inicia el año escolar es bueno pensar ¿qué es la escuela? ¿Hacia dónde va la escuela dominicana? ¿Hay una escuela dominicana? ¿Es la titulación de los maestros la solución a la baja calidad de la enseñanza? ¿Cuánto crece la población escolar de año a año? ¿Cuántas escuelas faltan en cuáles lugares?

¿Cuántos asientos y pizarrones se necesitan en las escuelas? ¿Cuál es el estado de los sanitarios en cada plantel escolar? ¿Hay agua corriente y potable en las escuelas? Por supuesto que no está agotado el rosario de preguntas que permitan hacer un perfil del estado de la escuela nacional en este momento. La escuela es una comunidad de alumnos, maestros y padres.

¿Qué porcentaje de los padres de alumnos de las escuelas públicas se preocupa por saber qué se les enseña a sus hijos?

¿Qué tanto aprenden los niños a quienes se carga con una serie de trabajos sobre materias con escaso valor práctico?

¿Cuáles son las materias básicas que supuestamente se enseñan y cuántas horas agotan cada semana?

¿Qué se les enseña a los niños?

Independientemente de la importancia de la formación general que debe impartirse a un niño de la escuela primaria, es preciso hacer hincapié en las dos materias más importantes: el aprendizaje de la lengua y las matemáticas.

La lengua, porque sin ella es imposible comunicarse correctamente y por tanto se dificulta, cuando no se imposibilita, aprender.

Las matemáticas, porque dotan a la persona de un instrumento lógico que le acompañarán toda la vida, en cualquier actividad que emprenda o le toque desarrollar.

Por supuesto, hay que enseñar la lengua a los maestros y enseñarlos a enseñar, que es lo más difícil. Lo mismo vale para los maestros de matemáticas.

La escuela debe dotar al niño de instrumentos que contribuyan a su crecimiento en todos los sentidos.

Como todos los años, los padres son cargados con gastos excesivos en materiales escolares, muchos de los cuales ni siquiera son usados por los alumnos. Indigna ver las listas de libros, cuadernos y otros materiales que se les exigen a los niños, especialmente en los colegios.

Colegios surgidos al amparo de la descomposición de la escuela nacional, fruto de la desidia de los gobiernos que no hacen las inversiones necesarias en el sistema, de maestros sin vocación que ven el magisterio como un empleo sin que les importe la formación cultural y científica de los alumnos.

¿Qué se puede esperar de generaciones deformadas por un sistema escolar donde impera el espíritu de lucro de autoridades, dueños de colegios, maestros, libreros, etc.?

Es preciso hacer un alto en el camino.

La escuela no es el edificio. La escuela está en el espíritu, en la quintaesencia del propósito de formar ciudadanos y ciudadanas capaces, inteligentes, respetuosos de los demás, dotados de las herramientas necesarias para realizar sus proyectos de vida y contribuir al avance social del país.

Mientras continúe la filosofía del lucro en la escuela, andamos mal.

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