La escuela como empresa privada

La escuela como empresa privada

La educación aparece como servicio público en la Revolución Francesa. La primera constitución de Francia, del año 1791, consagra en su capítulo primero este servicio que era el que garantizaría los principios de igualdad contemplado en el movimiento revolucionario que cambió la fisonomía del mapa mundial conocido hasta entonces.

Más adelante, casi dos siglos después, Organización de Naciones Unidas proclama la educación como un derecho humano, influyendo de esta manera en que la educación como servicio público figura en la mayoría de las constituciones del mundo y como derecho humano también.

Desde el punto de vista histórico, la educación es un medio de emancipación,  el camino hacia la igualdad entre los seres humanos.

Es que antes de la Revolución Francesa la educación era un privilegio para las elites de ese país, y siguió siéndolo en muchos otros.

En la Revolución Bolchevique del 1917, su primera acción reivindicativa fue declarar la educación como servicio público, ya que ni los obreros ni los campesinos tenían acceso a la misma y solo estaba destinada para las elites de Rusia.

Los historiadores contemporáneos definen como un acto revolucionario la declaratoria de la educación como un servicio público, donde todos tengan acceso sin discriminación de sexo, raza o grupo social.

En nuestro país, los servicios de educación han estado garantizados desde el sector público, aunque siempre hubo colegios, sobre todo católicos, la primacía del servicio de educación se realizaba en los planteles públicos.

Los profesores eran MAESTROS, quienes se educaron en la llamada escuela hostosiana, como mis tías, que todavía viven, saben más que un bachiller de los de ahora. Recibían una educación integral, basada en valores, como es el principio de la educación en su conjunto.

La educación en valores no deja espacio al chantaje.

Desde sus orígenes, la educación es un mecanismo mediante el cual las sociedades transmiten sus valores.

Si respetamos esos preceptos deberíamos repensar en la crisis de valores en que nos encontramos, donde se confrontan los valores del mercado con los valores humanos

Los reclamos de los colegios privados dejan bien claro los valores del mercado y muy maltrechos los valores humanos, y peor si educamos utilizando como arma el chantaje, no tendremos futuro.

El Estado debe asumir su rol, rescatar la esencia emancipadora de la educación, reduciendo la brecha entre una educación elitista para un grupo y dejando a los más vulnerables a merced de un mercado voraz cuyo fin es el lucro.

Igual que con la salud, no debe dejársele a los monopolios un servicio tan esencial para el desarrollo humano y social como es la educación.

Los colegios deben existir, pero regulados, y los programas de la educación básica deben ser igualados. No es democrático que haya textos para los colegios privados y otros distintos para los planteles públicos.

El conocimiento en general es un derecho humano, es un patrimonio de la humanidad que pretende la emancipación para la libertad de los individuos.

Y finalmente, el Ministerio de Educación debe aplicar la Ley 86-00, ésta regula las tarifas de los colegios, y aunque esto no reducirá la brecha, que le haga recordar a los proveedores privados del servicio público educación, que el Estado no ha renunciado al derecho a regularlos, ni debe hacerlo, para  que no volvamos al retroceso histórico en que solo las élites tengan garantizado un derecho humano fundamental, la educación.

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