La Escuela de Técnicos Medios de la UCMM

La Escuela de Técnicos  Medios de la UCMM

La UCMM tiene el honor de haber creado, primigeniamente en nuestro país, las carreras de las llamadas “Nuevas Ingenierías”: Inicialmente, Ingeniería Electro-Mecánica e Industrial. Luego, Geología e Ingeniería de Minas. Siendo Decano de Facultad me correspondió entregar sus títulos a los primeros investidos como Ingenieros Electro-Mecánicos, en 1969.
El país cobraba plena conciencia, en aquellos tiempos, de que la inexistencia de técnicos de distintos niveles con diversos grados de especialización, constituía un factor limitador de nuestro desarrollo. Ejecutivos responsables de la construcción y puesta en marcha de Falconbridge encomiaban el pensum de las ingenierías en la UCMM, pero surgía el planteamiento de que también habría que formar numerosos técnicos de nivel medio, que eran cada vez más necesarios. Descartando todo tipo de narcisismo académico y venciendo incomprensiones, la UCMM adoptó la valiente decisión de crear una Escuela de Técnicos Medios, inspirada en su compromiso con la esencia de la Doctrina Social de la Iglesia.
Como Decano de Ingeniería de una incipiente universidad compartimos esa iniciativa con ejecutivos de otra academia. La respuesta fue: “Preparen ustedes técnicos medios que nosotros formaremos ingenieros”. La UCMM hizo ambas cosas, las hizo primero, y las hizo muy bien. Se acudió a la Organización Misereor del Episcopado Alemán, fundada en 1958 para promover el desarrollo de los pobres del mundo. Habiendo entendido que la UCMM podría ser una valiosa contrapartida local, Misereor aportó una pequeña ayuda financiera y, además, contribuyó enviando un héroe anónimo de nuestro desarrollo: El joven ingeniero mecánico Dieter Bauch, quien dirigió la Escuela de Técnicos Medios. Nos hicimos grandes amigos. Compartió conmigo la tragedia de su orfandad. Su padre murió combatiendo en el malogrado sitio de Leningrado.
La UNESCO había aportado múltiples expertos docentes de categoría mundial y laboratorios para ingeniería. Había pocos recursos para los técnicos medios. No nos quedamos de brazos cruzados. Acompañé a don Héctor Incháustegui , vicerrector de Extensión en una visita crucial a la Corporación de Fomento Industrial (CFI), propietaria de los equipos adquiridos por el gobierno de Bosch para las “Escuelas de Formación Laboral Acelerada”. Una parte –tornos, sierras, prensas, cizallas, soldadoras, multiprobadores y paneles eléctricos- se encontraba abandonada, bajo un precario techo en la primera planta de procesamiento de aguas negras, en Gurabito.
Me ilustré escuchando conversaciones de hombres sabios. José Andrés Aybar Castellanos, presidente de la CFI, comenzó diciendo: “¡Oye Héctor! ¿Cómo te tratan en Santiago?”. Se refirieron a Peña Batlle y Rafael Estrella Ureña. Llegado el momento expliqué los planes de las carreras técnicas y que necesitábamos utilizar los equipos mencionados. Había que restaurarlos. Pronto serían inservibles. Un jurista dijo que no podían donarlos porque formaban parte del patrimonio de la CFI asentado en libros, como activos que servirían como contraparte de financiamientos internacionales requeridos por la CFI, como “banco de segundo piso”. Culminaron las gestiones con un generoso “lease” simbólico cediendo a la UCMM el uso y usufructo de valiosos equipos abandonados, que estaban siendo hurtados por piezas y que requerían reconstrucción.
Exterminamos comején y avispas que cubrían cajas carcomidas. Transportamos los equipos al Campus. El creativo y apacible arquitecto Camarena se sublevó al comentarle que construiríamos un galpón “provisional” para un taller restaurador de equipos. Me dijo: “Tengo más edad que usted. En Latinoamérica todo lo provisional es permanente”. Accedió a ubicar el galpón fuera del área del Master Plan, delimitada por la circunvalación del Campus. Visitando la UCMM volteo la cabeza para no ver el galpón. Tiene 49 años allí, atestiguando que lo provisional fue permanente. El galpón, improvisado, fue fructífero. Como nación madura descartemos perniciosas medidas “transitorias”, creadoras de problemas. Todo fue exitoso, descollando los “Tecnólogos en Producción”, grado “Asociado” cuyos egresados se los disputaban las Zonas Francas.
Alejado del mundo académico reflexiono acerca de la pertinencia de que el sistema universitario incida también en el nivel medio para formar integralmente técnicos bien entrenados y ciudadanos responsables, ajustados a la exigente Cuarta Revolución Industrial. En nuestra niñez y pubertad el colegio privado nos enviaba periódicamente a la Escuela de Artes Manuales. Esta Cuarta Revolución demanda talleres que desarrollen Artes Mentales.

Ignoramos el destino de equipos asignados a otras cinco ciudades. Los de Santiago cumplieron, y desbordaron, en la UCMM, los visionarios objetivos de Bosch, siempre citado, poco imitado por sus auto-proclamados discípulos.

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