Esa fundada por El Sembrador en valores morales y principios éticos inmarcesibles, con maestros enamorados de su vocación, ¿ha desaparecido?
Corrían nuevos tiempos. El fin de la Revolución de Abril por el retorno del Presidente Juan Bosch y la democracia, malograda por la funesta intervención de Estados Unidos, santificada por la OEA y el ascenso al poder del inefable “Muñequito de Papel” candidato del Imperio, ideólogo de la mentida “Revolución sin Sangre.”
El grito de Córdoba por el fuero y la autonomía universitaria y la libertad de cátedra había calado profundamente en el seno de la primada de América y resonaba enardecido, desafiante, en las voces altivas de profesores, estudiantes y empleados en lo interior del recinto y en las calles: “La UASD unida, jamás será vencida” y frente al Palacio Nacional donde un atormentado ocupante de la “silla de alfileres” rencoroso y vengativo aguardaba el momento preciso de quebrar las justas aspiraciones del Movimiento Renovador.
Era también el fin de aquella Universidad “elitista”, de la Era de Trujillo, que brillaba bajo su manto protector en un clima de silencios, de orden institucional y respeto a los profesores que impartían las cátedras sobriamente frente a un alumnado respetuoso, disciplinado, que guardaba las formas y estudiaba con empeño para graduarse pronto, con buenas notas. Y fue el comienzo de la “destrujillización”, mal entendida, que provocó la huida de profesores calificados abriendo la compuerta a la política partidista, la masificación y el populismo, el “entren to.” Y entró la mediocridad, el sindicalismo de profesores, empleados y estudiantes que abjuró de la austeridad Uasdiana y su mística por una universidad mejor, “La UASD unida, jamás será vencida” dejando solo nostálgicos recuerdos matizados por fuego de metralla, bombas lacrimógenas, asonadas policiales y sangre de mártires que cayeron en defensa de un ideal.
Cuento mi propia historia, aunque poco importe. Ingresé mediante concurso como profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (1969) para impartir las cátedras Administración Pública, Principios Generales de Administración y Gobierno y Administración Municipal, y electo Vice Rector Administrativo conjuntamente con el Ing. Cabrera Zorrilla y el Rector Dr. Antonio Rosario (1979-1983) durante la presidencia de Don Antonio Guzmán Fernández que rescató de la ignominia restaurando el prestigio de la universidad estatal. Me reintegré a la cátedra al término de mi licencia luego de ocupar el honroso cargo de Secretario de Estado durante el Gobierno del Dr. Salvador Jorge Blanco (1982-1986). Unos 100 estudiantes, debidamente matriculados, se inscribieron en mi clase; pero no tenían cupo, no había aulas disponibles. ¿Cómo impartir docencia? Preferí entonces, con dolor del alma, renunciar, sin pensar en sueldo ni pensiones. Nuestra universidad populista, partidarista, chabacana, se acomodaba. Abandonaba su misión redentora, científica y educativa por una sociedad avanzada en valores.
No hay cabida para asombros: “La docencia entra en crisis por paro UASD y amenaza de ADP.” “Profesores firman, cobran, pero no dan clases.” Así se manifiesta la “dignidad magisterial” que lucha por mejoría salarial mientras el país ocupa los más bajo niveles educativos. ¿Culpa de quién? Hay que rescatar la moral Hostosiana. Primero los alumnos, nuestros discípulos ¡y el país nuestro!