La escuela no es una empresa

La escuela no es una empresa

JESÚS DE LA ROSA
A finales de la década de los años 80, el país atravesaba por una situación económica difícil. La inflación, junto a la drástica disminución de las ayudas del gobierno a los sectores más desposeídos, afectaba la calidad de vida de miles de dominicanos. Ese estado de crisis facilitó la entrada de nuevas caras a la escena política y amplió los espacios de participación de grupos comunitarios en la gestión de asuntos que antes eran de manejo exclusivo del sector público.

Fue en esa atmósfera de carencias y de insatisfacciones que surgió el Plan Decenal de Educación 1993-2003, el de mayores aportes al sector desde la reforma hostosiana de fines del siglo XIX hasta la fecha.  El capital humano y la plataforma tecnológica que hoy dispone el sistema dominicano de instrucción pública fue el resultado de la puesta en ejecución de dicho plan.

¿Cómo fue formulado el Plan Decenal de Educación? ¿A quién o quienes se le debe su ejecución?

Como veremos a continuación, el Plan Decenal no fue formulado por nadie en particular, fue el resultado de un trabajo colectivo en el que participamos cientos de personas. Su ejecución pudo ser posible más por esfuerzo desplegado por todos nosotros que por apoyo brindado por el gobierno del entonces presidente Joaquín Balaguer.

En el año 1989, el señor Luis Sánchez, el doctor Antonio Isa Conde y otros empresarios de Herrera; rectores, vicerrectores y otros funcionarios de las universidades Autónoma de Santo Domingo (UASD), Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), y del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC) junto a algunos directores y maestros de escuelas públicas y de colegios privados decidieron aunar esfuerzos a fin de crear un espacio para la reflexión sobre las posibilidades alternativas de solución a la crisis que afectaba a los servicios de educación. La coordinación de ese grupo, al que se le denominó Plan Educativo, estuvo a cargo de la educadora Rocío Hernández y contó con los auspicios de la Fundación Alemana Fiedrich Ehbert. Los integrantes de ese colectivo organizábamos dos mesas de discusiones mensuales. Después de un año de trabajo, producimos un documento que representaba el consenso que habíamos logrado en torno a la problemática educativa del país. Se trataba de un acuerdo entre personas de pensamiento y de intereses encontrados y disímiles; entre individuos que optaron por dejar de lado lo que podía separarlos para hacer hincapié en lo que podía unirlos.

Mientras el grupo Plan Educativo realizaba sus actividades, Acción para la Educación Básica (EDUCA), grupo fundado por un sector privado ligado al comercio y a las finanzas, consolidaba una serie de iniciativas dirigidas al fortalecimiento de la educación básica, a la vez que participaba en las iniciativas de Plan Educativo. Sin contar con el beneplácito del gobierno de entonces de Joaquín Balaguer, algunos funcionarios y técnicos de la Secretaría de Educación decidieron sumarse a las actividades tanto del Plan Educativo como de EDUCA; hecho éste que facilitó la colaboración de expertos y técnicos del sector público en las labores de reflexión y de críticas que se venían realizando. También la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) que hasta entonces había limitado su accionar al logro de conquistas y reivindicaciones de tipo sindical, participó activamente en los trabajos y en las actividades que veníamos realizando.

A tiempo en que se producían todos esos hechos, tuvo lugar en Tailandia la Conferencia Mundial para Todos. Las deliberaciones y conclusiones de dicho cónclave nos convencieron de que era necesario emprender, con carácter de urgencia, un gran esfuerzo nacional para la elaboración de un plan global de desarrollo educativo que permitiera al país enfrentar con éxito los desafíos de entonces y los del futuro. Así surgió la idea de la formulación y puesta en práctica de un Plan Decenal de Educación 1993-2003, el cual, como escribimos al principio, ha sido el que más logros aportó desde la reforma hostosiana de finales del siglo XIX hasta la fecha. Ninguno de esos acontecimientos fue presidido ni organizado por nadie en particular. Se trató de una gran jornada de planificación colectiva en la que participamos centenares de personas.

Es justo que reconozcamos los valiosos aportes de los empresarios de Herrera en esos menesteres; pero ello no nos debe llevar a conceptuar la escuela como una empresa, y mucho menos a abogar porque se sustituyan por empresarios a quienes dirigen el sistema dominicano de instrucción pública.

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