La escuela y la familia

La escuela y la familia

Aunque se da por sentado el vínculo familia/escuela, no se suelen presentar las maneras ni las razones. Lo que importa es producir una alianza y no sustituirá los progenitores por los especialistas de la escuela. La instrucción de los hijos debe incluir, e incluso, iniciarse por los progenitores tomando en cuenta su visión del mundo. Aquí juega un papel importante la Asociación de Padres, Madres y Amigos de la Escuela (APMAE) y la Asociación Dominicana de Profesores. De hecho, la nueva escuela debería apoyarse precisamente en estos tres actores: maestros (ADP), padres (APMAE) y administradores (MINERD). En lugar de imponer el cambio desde arriba, o un cambio tras bastidores con agendas secretas, se podría auspiciar el dialogo entre estas tres partes indisolubles del proceso educativo.

Para este proyecto, me atrevo a lanzar cinco propuestas: en primer lugar, el COMPROMISO CON LA FAMILIA NUCLEAR, esto es padre, madre e hijos viviendo juntos como nuestro mejor proyecto político. Los más diversos estudios confirman que tener familias completas, 1) reduce las conductas antisociales; 2) favorece el mejor desempeño escolar; 3) mejora la situación económica y la protección de los hijos, los cuales con menos frecuencia son víctimas o victimarios de la violencia social, y todo esto, 4) facilita la construcción de ciudadanía responsable, objetivo importante tanto para la escuela como para la familia. Max Weber fue de los primeros en relacionar familia nuclear con el desarrollo industrial y el capitalismo. Su observación es que el auge de la familia nuclear en las naciones protestantes era responsable de un racionalismo que provocaba el avance económico, en contraste con el tradicionalismo en las naciones católicas. Tres autores recientes (Henrich, Boyd & Richerson. “The puzzle of momogamous marriage”) observan que mientras el 85% de las culturas humanas tolera la poligamia, el 15% restante son las naciones más desarrolladas, explicando la manera cómo la monogamia reduce el crimen, el robo, y el abuso, e incrementa el PBI. De modo que el mejor proyecto político para la escuela es la promoción de familias completas como medio para formar ciudadanía responsable.

La escuela debe emprender, en segundo lugar, un programa de EDUCACIÓN SEXUAL RESPONSABLE. El sexo es privilegio, pero también responsabilidad, y la sociedad fracasa cuando se produce el embarazo adolescente, lo cual es contraproducente tanto para la madre como para su criatura. Educación sexual -como aprender a manejar- incluye el uso de frenos morales a fin de postergar la sexualidad al momento más conveniente, como suele ser el matrimonio. La promiscuidad y el hedonismo, a la corta o la larga, acarrean malestar social, y lo que produce placer termina causando dolor. Unwin (“Sex and culture”, 1934) revisó 80 sociedades ‘no civilizadas’ y 16 sociedades ‘civilizadas’ en relación a la continencia sexual, concluyendo de manera tajante que “las sociedades civilizadas restringen sexo al matrimonio” y “las sociedades que mantienen esta costumbre por más tiempo logran las posiciones más altas que la raza humana haya alcanzado”. Los grandes imperios sin excepción, según Unwin, se fundaron sobre la monogamia, y su caída se relaciona generalmente con el desenfreno sexual, tal como vimos hace años en la “Roma” de Fellini, y tal como se observa en la decadencia creciente de los Estados Unidos, después de la revolución hippie. De modo que educación sexual responsable, en lugar de promiscuidad, sigue siendo el mejor proyecto para la escuela.

En tercer lugar, la escuela debe ir en ayuda de la FAMILIA MONOPARENTAL, y no solo de la familia nuclear. Si la familia con un solo progenitor tiene peor desenlace, la escuela debe ofrecerle el oportuno auxilio. Esto significa, en primer lugar, promover el matrimonio y, en segundo lugar, auxiliar a los que se divorcian y a los padres/madres solteros/as, con la ayuda necesaria para criar hijos que puedan llegar a ser ciudadanos responsables.

En cuarto lugar, la escuela debe llenar el vacío que se produce con EL HIJO ADOLESCENTE, especialmente con las familias monoparentales. Esa es la crisis de la adolescencia. Los boys scout y las iglesias cristianas hicieron un magnífico papel en el pasado, auxiliando a las familias en este momento crucial. La escuela podría aprovechar las “60 horas de trabajo social” para producir el currículo que gradúe ciudadanos responsables. Si se invierten los recursos necesarios, a la larga tendremos mayor bienestar social.

Finalmente, la escuela necesita construir una IDENTIDAD NACIONAL DIFERENCIADA. Seguimos bajo el paradigma del colonizador cuando hablamos de “madre patria”, “descubrimiento” y “Día de la Raza”. Tenemos que llevar la escuela a su mayoría de edad reivindicando nuestra realidad de pueblo mezclado, incluyendo lo negro y lo indígena. No necesitamos ‘adelantar la raza’, sino descubrir la riqueza de lo que somos, y ese aprendizaje puede comenzar en la escuela.

En conclusión, la escuela puede aliarse con la familia para construir ciudadanía responsable, lo cual incluye promover la familia nuclear como política de Estado, y prestar asistencia a la familia monoparental. Incluye también educación sexual responsable, reivindicar las 60 horas de trabajo social, y construir una identidad nacional que nos diferencie de la mente del colonizador.

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