Es probable que en la adolescencia de nuestros hijos se nos olvide que estáncruzando por una etapa en su desarrollo que implica la conformación de su propia identidad, y que para conseguirlo primero debe decirle adiós al ser niño. Estos son momentos en los que debemos ser más comprensibles que nunca y entender que viven una especie de duelo por la pérdida de la condición infantil, esa dependencia materna tan acogedora y protectora, que ya no tendrá igual, y esto le cuesta trabajo aceptarlo. Cuando ve a su hermano mayor, o primo que tiene que tender su cama, servirse su comida, lavarse la ropa, tener otro tipo de responsabilidades que en general implican ser más autónomo, encuentra que ser adolescente es sinónimo de nuevos y grandescompromisos, y esto le da miedo.
Actualmente vivimos tiempos difíciles, donde por el poco tiempo que le dedicamos a nuestros hijos y preocupados por darles a cambio todo lo mejor, los adultos nos olvidamos de poner límites, de educar y de inculcar responsabilidad, por lo tanto, los jovencitos de hoy tienen poca tolerancia a la frustración, escasa disciplina, y además se enfrentan todos los días a la inmediatez de la tecnología, a la violencia, las drogas y la sexualidad.
Hay diversas etapas, desde la pubertad hasta la adultez, en las que son primordiales tomar en cuenta los cambios físicos y psicológicos de cada etapa, así como del entorno en el que se desenvuelven los jóvenes durante cada una de ellas. Es por lo cual que se hace vital para nosotros los padres saber cómo comprender mejor a nuestros hijos para que les proporcionemos las herramientas necesarias para crecer y para que los jóvenes se conozcan mejor a sí mismos, proporcionándoles esas estrategias que puedan requerir para llegar a establecer sus prioridades y alcancen sus metas.
Esta etapa es delicada, porque ellos se sienten como que no tienen en nuestra sociedad un papel definido, no son ni niños ni adultos, y eso les hace infelices y los pone nerviosos. Por eso vemos a veces que no quieren realizar aquellas actividades ni asumir ciertas responsabilidades que, por su edad, ya pueden realizar, y esto suele pasar cuando estamos frente a un niño que no quiere crecer, es una de las características típicas de la adolescencia. Ese período de edad es difícil, tanto para el adolescente como para los padres; y si peligroso es sobredimensionar sus dificultades, más peligroso aún es minusvalorarlas. Y es por esto que a la adolescencia algunos la señalan como aquella etapa en que la vida se conjuga, fundamentalmente, en tiempo futuro.
El sentimiento de ansiedad asociado a que “crecer presenta sus dificultades” nubla los beneficios de un crecimiento saludable y en coordinación con la edad cronológica del niño. Tras la vorágine de sentimientos, emociones y cambios físicos los adolescentes no llegan a comprender qué es lo que les está pasando. Y aquí radica la esencia de nuestro rol en esos momentos, hablar previamente con nuestro hijo, contarle aquellos cambios que suscitarán en su organismo y en su mente para que logre afrontar esta etapa un poco más preparado.
Estadísticamente, la adolescencia es, después de la vejez, la edad en que se producen más suicidios e intentos de suicidios. Por lo cual debemos estar bien abiertos y receptivos como padres a saber reconocer que si a nuestro adolescente le está costando mucho trabajo montarse en el tren de la realidad que vive y no puede arreglárselas solo, y la angustia o la depresión son ya el modo en que intenta arreglárselas frente a ese miedo al menosprecio de los otros por esta dificultad, ya es hora de actuar y no perder un minuto más en acercarlo al psicólogo para que reciba orientación profesional sobre la maravillosa etapa de la adolescencia, sobre la cual, primordialmente lo que requieren es escucha, comprensión e información.
La autora es Psicóloga Clínica