La palabra “Esencia”, vamos a relacionarla directamente con el Ser o el Ente, sin embargo en términos filosóficos la esencia da un giro distinto, aunque es preciso llevarlo ahora al plano sencillo, de manera que podamos asimilarlo y asumirlo como parte de nuestra cotidianidad.
La esencia de una persona es por así decirlo, su personalidad, todo aquello que lo diferencia de los demás, no físicamente, si no en su forma de ser. Todos nacemos únicos e irrepetibles, pero posiblemente al momento de dejar este planeta hayamos perdido el caparazón del Ser debido a la influencia del ambiente que arropa nuestras relaciones interpersonales, iniciando desde nuestra niñez hasta el día actual, como también va desde los familiares hasta los amigos.
El hombre tiene esencia en sentido propio, el animal no. El animal está al servicio de la esencia del universo. El hombre tiene naturaleza (materia + forma + vida), como el animal, pero el hombre se autoperfecciona puliendo esa naturaleza.
Muchas veces perdemos la originalidad porque sentimos que no somos competentes o aceptados o que si no ejecutamos las acciones de la mayoría, nos creemos perdidos, raros o juzgados por el hecho de no compartir la misma filosofía, visión y práctica de las cosas.
La esencia en todos los entes es inseparable de su naturaleza. La naturaleza en los entes es su constitución, es decir el conjunto de elementos que conforman el sistema.
Y la esencia es la interacción de estos elementos que mantienen integrados el sistema. La esencia en el ser humano es difícil encontrar si no se toma en cuenta sus tres dimensiones: biológico, social y espiritual. El ser humano es un ser vivo, es un ser social y es un ser espiritual, y en cada dimensión hay una esencia.
En estos tiempos es mucho más difícil ser original por el tema de la competencia o tan solo por temor, y preferimos ser uno más del montón que ser criticado por la mayoría, es más fácil ir a favor de la corriente que en contra de ella pero esta actitud tiene sus consecuencias a futuro. La originalidad es un valor que nos impulsa a ser grandes entre los semejantes y a dejar huellas en el desierto de la trayectoria recorrida a lo largo de nuestra vida y sobre todo a dejar un legado en nuestros seres queridos.
Si analizamos los grandes héroes de la humanidad, ellos tenían un grupo de seguidores limitados mientras vivían, pero cuando perecieron/ el mundo en cada rincón mínimo le guardaba un alma que le admiraba, sencillamente porque trascendieron de lo ordinario, y de eso se trata, de no quedarse siendo lo que lo demás ven sino lo que no esperan de ti ni de tu propio ser, aquel tesoro que guardas en lo más profundo.