La esperanza como necesidad nacional

La esperanza como necesidad nacional

Ya lo he dicho antes: algún día tendremos un mejor país. Sólo esa esperanza impide que quienes no queremos emigrar, ni abrazar violencias imposibles, ni desvergonzadamente servir sólo a don Dinero, encontremos las fuerzas o los motivos para seguir afanando. Porque si nos lleváramos de muchos signos, dándoles la importancia que realmente tienen, ni siquiera el más feroz optimismo podría superar el abatimiento y el desconcierto.

Veamos varios casos, como el de los escándalos por motivo de las investigaciones del narcotráfico derivadas de la matanza de Paya. En vez de que los políticos y demás líderes actúen a favor de que el país, al unísono, declare una guerra sin cuartel contra este flagelo, este tema tan serio va camino de convertirse en otro circo político, en que cada oportunista intenta enlodar la reputación de su rival, como un fin en sí mismo, con denuncias que bien pudieron haberse hecho públicas antes. Parece importar más desacreditar al adversario político que efectivamente contribuir a luchar contra los narcotraficantes.

Otra insólita situación es la anémica reacción de la sociedad dominicana ante la confirmación de que en las escuelas públicas los alumnos apenas reciben dos horas diarias de clases. Más que el hecho en sí, que sorprende poco a quienes nos hemos interesado por conocer la situación de la educación, lo chocante es que a poca gente le importe un comino algo tan grave. No se trata del aspecto político, pues el mal no es hechura de uno u otro gobierno, sino ¿y los padres de esos pobres niños? ¿Y los gremios de esos maestros tan irresponsables? ¿Y los «padrinos» de esas escuelas? ¿Y los dirigentes comunitarios, tan prestos a quemar gomas por asuntos menos graves?

Estamos anestesiados. Vemos los asuntos más graves como si fuesen lo más trivial. A mi me parece que cada dominicano que ame su país debe sacudirse de este aletargamiento que nos emboba, para que cada quien pueda cumplir con su responsabilidad y así tener fuerza moral para exigirle a los demás hacer lo mismo.

Quizás una de las razones porque los gobiernos hacen tan poco caso a ciertos reclamos o denuncias, es porque pocas veces las motivaciones son moralmente defendibles. ¿Será que los políticos son como una asociación de mancos que se juntan para rascarse?

Necesitamos la esperanza de un país mejor.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas