La esperanza como tablita de salvación

La esperanza como tablita de salvación

JOSÉ  BÁEZ GUERRERO
Algún día tendremos un mejor país. Sólo esa esperanza impide que quienes no queremos emigrar, ni abrazar violencias imposibles, ni ingresar a las filas de los desvergonzados que sirven inconscientemente a don Dinero, encontremos las fuerzas o los motivos para seguir afanando.

Porque si nos lleváramos de muchos signos, dándoles la importancia que realmente tienen, ni siquiera el más feroz optimismo podría superar el abatimiento y el desconcierto.

Veamos varios casos. Llega una misión de la ONU dizque investigar si en nuestro país hay racismo o xenofobia. En mi país soñado, esa nación mejor del futuro a la que me aferro como tablita de salvación, el jefe de la iglesia invita a los delegados a una reunión seria, en la cual les explica, haciendo galas de su formación como sociólogo, que los dominicanos somos un pueblo mestizo, con un presidente de piel más oscura que cualquiera de los de Norteamérica o Europa.

Compartiendo una fina mesa pletórica de «bocatos di cardinale», este prelado ideal usaría su fina inteligencia, gracia y donosura para encantar a los delegados, estableciendo las bases para una relación de respeto y confianza recíproca. Pero la prensa me estruja en la cara otra realidad. Mi cardenal, el de verdad, fueteó otro cohete verbal pre cristiano, como las imprecaciones de los fariseos: «me parece no solamente inútil, sino poco serio e irresponsable de la ONU, y de quien sea, mandar gente aquí a investigar». ¡Alabado sea Dios! ¿Cuál parte del Evangelio, que debo haber brincado, nos manda a insultar a quien deberíamos querer convencer o ilustrar?

En mi país soñado, artículos como la antológica pieza de Miguel Guerrero del miércoles, serían para novelas: «Hay un aspecto de la sentencia en el caso de la quiebra fraudulenta del Baninter que la convierte en uno de los documentos más infames de la historia judicial dominicana. Es el que acoge el falaz argumento de la defensa de que las prácticas deshonestas e ilegales que condujeron al descalabro de ese banco eran comunes entonces al resto del sistema financiero. Con el cuestionado e insólito fallo del tribunal que hizo del domingo pasado un día negro en nuestra vida institucional, consagrando de este modo la impunidad, no sólo se ha premiado el más descarado crimen económico contra la república, sino que se trata de ensuciar la reputación de otras instituciones bancarias manejadas con pulcritud por banqueros responsables, que hacen diariamente honor con su trabajo a la profesión y a la decencia. El sentimiento de repudio que ha seguido al conocimiento de la decisión de los jueces del tribunal que tuvo a su cargo el juicio, es una demostración palpable del rechazo nacional a ese argumento insidioso, con el cual se intenta justificar prácticas fraudulentas en la falsa idea de que todos aquí somos iguales y actuamos de la misma manera. El hecho de que los demás bancos, manejados con apego a las normas universales y con total respeto a los intereses de los ahorristas y depositantes, sobrevivieran a la crisis de confianza que siguió al derrumbe del Baninter, pulveriza tan absurdo como falaz planteamiento».

He copiado in extenso la mitad del artículo de Miguel porque dudo poder expresar eso mismo mejor.

Quizás el escándalo de Baninter servirá para algo bueno, y es definir el carácter de muchos dominicanos, porque como opina el mismo Miguel: «Pretender poner a personas e instituciones honorables junto a aquellos que el pueblo sindica hoy como responsables del peor fraude de nuestra historia, es una insensatez y un abuso imperdonable».

Aferrémonos a la esperanza de un país mejor.

j.baez@codetel.net.do

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