La esperma de ballena

La esperma de ballena

Antes de lanzar cualquier programa de acción pública, lo primero que hacen los líderes políticos es buscar un nombre publicitario. Necesitan que sus iniciativas tengan “pegada” o impacto en los medios de comunicación. La pasada guerra en el Golfo Pérsico se llamó “Operación tormenta del desierto”. Con ese nombre se le conocerá en la historia militar. Consultar con publicistas y mercadólogos es ya una costumbre establecida entre los políticos, funcionarios, hombres de empresa. Mediante un “survey” podemos saber cuales son las preferencias sexuales de una comunidad, sus colores predilectos, sus angustias principales. Una vez conocidos estos asuntos podremos diseñar una campaña dirigida a satisfacer ese “target”.

En todas partes del mundo se bautizan los programas de la policía, del ejército, de los ayuntamientos. Aquí tuvimos la “Operación centella” y la “Operación guaraguao”. Nada tienen de malo tales rótulos; pero revelan una preocupación excesiva por “las galerías” o, como decimos en la RD, por los “bleachers”; que buena parte de esa actividad es puro teatro; que a los protagonistas les interesa más la apariencia que la realidad.

Y ahí está el problema. Algunos hombres públicos se colocan en el escenario como si fuesen artistas “pop”. Tres jefes de gobierno pueden asumir la misma postura que “un frente de combo”… y bailar cualquier música política: la austeridad, la integración económica, el gasto social, “la tercera vía” o la guerra total, sea santa o profana. Es evidente hoy un descenso mundial en la calidad de los líderes políticos. Para justificarlo, se dice: ya no se necesitan caudillos ni “hombres magnéticos”; el carisma debe dejarse a los brujos; lo que nos hace falta son gerentes. Pero las personas comunes piensan que hay que exigir de los líderes más inteligencia y una pizca de responsabilidad cívica.

La esperma de ballena se usaba en el siglo XIX para fabricar velas de larga duración. Esa esperma se encontraba en el cráneo del cachalote. No se trata del “líquido que producen las glándulas reproductoras masculinas”. La esperma que alumbra no está en los testículos; se aloja en la cabeza de los cetáceos. Y para chapotear en política se requiere más de la cabeza que de los testículos. (Pecho y Espalda; Santo Domingo, marzo, 2003).

 

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