La estética en las obras de Pedro Mir y León David

La estética en las obras de Pedro  Mir y León David

La obra de León David es una cantera de temas, de una diversidad de propuestas en las que se destacan los estudios sobre la teoría y la crítica de arte. Sobre la primera, debo apuntar que podría verse como una continuidad, en cuanto a la labor de la estética que en los años setenta expusiera Pedro Mir en “Apertura a la estética”(1974),“Fundamentos de la teoría y crítica de arte” (1979), “Estética del soldadito” (1991) y “El lapicida de los ojos morados” (1991). Aunque las reflexiones sobre arte de Pedro Mir y las de León David se toquen, guardan una distancia apreciable para todo conocedor de la reflexión sobre la sensibilidad artística.
En el caso de los trabajos de P. Mir, podemos encontrarlo en dos aspectos: primero, una recuperación de la estética clásica; segundo, un intento de ver el arte desde ciertos condicionantes sociales, que le introducen en una estética marxista y, tercero, un debate con el ‘giro lingüístico’ y un posicionamiento en la teoría de la comunicación y la semiótica. En el caso de las reflexiones que sobre el arte realiza León David desde mediados de los años ochenta, van a estar enfocados en la filosofía del arte, en las prácticas de los artistas (la artisticidad) y en la historia del arte. Su discurso, podría postular de forma provisional, está más inclinado a mostrarnos una teoría del arte en la que se destaca el disfrute artístico por encima de los condicionamientos sociales que dan a éste una función en el mundo.
Podríamos decir que su acercamiento al arte se mantiene dentro de la tradición de la estética, pero contrario a lo que ocurrió en los primeros tres cuartos del siglo XIX, en los que la crítica de arte fue más historicista, en la obra de este autor encontramos un giro hacia la ponderación de la artisticidad, y como la obra está constituida como texto expresivo. No es de extrañar esta postura en León David, es parte de su coherencia teórica, que podemos estar de acuerdo o no, pero que es una lanza dentro de las grandes reflexiones que se han realizado en Occidente sobre el hacer y el disfrutar de las obras de arte.
León David expone su teoría del arte en el diálogo filosófico “Diotima o de la originalidad” (1995). Este texto será el inicio de una serie de obras de este género que componen “Jenócrates” (2004), “Filoxeno” y “Cartas Fluminenses” (2009). En el primer libro, ya por su forma, muy innovadora en la cultura dominicana, como por su contenido se nota el talante neoclásico de las ideas estéticas de León David. Su filosofía del arte recorre a los clásicos de la filosofía como Platón y Plotino y se encuentra con los artistas alemanes del romanticismo que plantean la idea del arte como sensibilidad y disfrute.
Ésta que podríamos llamar la filosofía del arte como una fundación de la sensibilidad, León David la va a trabajar marcando la teoría de Benedetto Croce sobre la expresividad, que es ya un inicio de estudio del arte teniendo en cuenta los adelantos de la lingüística, por eso la visión del arte de la expresividad, que cultivó también Pedro Henríquez Ureña. En esa filosofía se busca contestar la pregunta sobre lo que el arte es, es decir, enfoca el arte en la ontología y en la metafísica en la medida en que ésta se pregunta, originariamente, por el ser de las cosas. Aunque luego se olvide de esa pregunta como postuló a principios del siglo XX Heidegger en “Ser y tiempo”. En este aspecto el pensamiento sobre la filosofía del arte de Pedro Mir y León David se encuentran.
David rompe en “Diotima…” con el primado de la originalidad en arte que había planteado el romanticismo, pero su mirada metafísica le permite entrar en los debates sobre la ontología del arte moderno y sus apuestas, en la medida en que el arte moderno es una ruptura con la tradición del arte que se funda en Giotto y Miguel Ángel. La primera ruptura con el academicismo, que se da con los impresionistas, nos va a dar un arte destinado a presentar el grito del artista, su protesta el concepto de arte, con la representación artística. León David se ocupa de una defensa a la belleza y a la estética en “Jenócrates”, en el que parece ponerse de lado del arte clásico como tradición por encima de la modernidad como ruptura permanente.
En la obra de Mir, que de forma muy didáctica, expone las distintas corrientes de arte hasta llegar al arte moderno y al contemporáneo, se hace el planteamiento sobre la ontología del arte, sobre la importancia de un estudio sistemático de los objetos artísticos teniendo en cuenta la tradición de estas reflexiones fundadas en la metafísica y expuestas por Baumgarten como estética en el siglo XVIII, aunque no creo encontrar, sobre todo en sus últimas obras, un cierto intento de valorar o justipreciar el arte contemporáneo como un problema ontológico. Más bien, en Mir se destaca el estudio contextual, funcional que lleva el arte a una sociología marxista y una teoría de la comunicación y centrar su estudio en una disciplina como es la semiótica, como he afirmado arriba.

Si bien la teoría del arte expuesta por L. David podría ser vista desde la tradición del pensar el arte, cosa a la que los grandes filósofos, de Platón, Hegel a Croce, fundaron resulta muy interesante por su tono apodíctico y por su descubrimiento del sujeto como lector de la obra de arte con lo que su crítica y teoría del arte tiene las tres dimensiones que la teoría del arte ve como ejes fundamentales: la ontología del arte, como respuesta a la fundación óntica, la práctica de los artistas y la historia del arte.

El arte como disfrute es lo que más anima las reflexiones de León David. De ahí que, frente a un mundo cientificista y racionalista en el que la verdad de la razón hecha saber pretende constituirse como diosa suprema del pensamiento, las teorías de León David dentro de la tradición de la filosofía del arte, centre lo que el arte es en el arte disfrutado, en el sujeto que lo mira y lo goza. Y esta postura resulta rechazada en la medida en que el arte no es sólo un objeto en sí mismo, sino para otros. De ahí que la cultura del ojo que mira, la sensibilidad del que disfruta el arte, sea fundamental para llegar a una relación de valoración de las obras artísticas. Por lo tanto, el arte no es sin el lector, sin el fruidor, como diría León David.

Esta visión artística es importante porque crea un espacio al sujeto y a la construcción de la subjetividad que es lo que en verdad nos dará una entrada al mundo simbólico, al imaginario como summa de todas las aspiraciones humanas. Entiendo como algo problemático que el marxismo, en su lucha contra el individuo (yo burgués), constituya una teoría del sujeto que es, en fin, el individuo-masa constructor de la historia, y una visión del arte como elemento dependiente de la superestructura ideológica, como lo plantea Pedro Mir. (Continuará).

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