La estrafalaria reincidencia de la ecolalia

La estrafalaria reincidencia de la ecolalia

JOAQUIN RICARDO
El trolero inocula nueva vez su insidia venenosa. El señor embajador José B. Gautier ha escrito un nuevo artículo con el inexplicable título: «¿Tocando Fondo?», publicado en las páginas de Opinión del Periódico HOY, en su edición del día 26 de enero próximo pasado en el que vuelve a derramar la amargura y la frustración que destila su figura sobre la recia personalidad del extinto estadista y líder político, doctor Joaquín Balaguer. Sin embargo, a pesar de su intento, como ha dicho uno de los biógrafos del Libertador por antonomasia, don Simón Bolívar y Palacios, esa verborrea intrascendente no resulta más que «manchas negras sobre el plumaje del cóndor».

Inicia el embajador Gautier su reincidente ecolalia remontándose a los días de la colonización y desbarrando acerca de la utilidad de esta magna epopeya, al tiempo que pone en dudas el rol determinante que ha jugado siempre la Iglesia a favor de los desposeídos. Sin entrar en muchos detalles, y sin negar las atrocidades que en nombre de la Corona y de la Iglesia cometieron los desalmados de siempre, por mi parte veo con reverencia la figura, cada día más grande, de Isabel La Católica, quien puso su fé como escudo ante las adversidades, no sólo cuando enfrentó a los que estimaba enemigos de Dios y España en su propia tierra, sino también cuando llevó su misión civilizadora a los pueblos que, como el nuestro, nacieron de su sangre. Las Leyes de Indias son, probablemente, los más bellos monumentos que se han levantado en el mundo a la libertad humana.

Precisamente fue en nuestra isla donde por primera vez se puso de manifiesto en el Nuevo Mundo la apostólica identificación de la iglesia con los que eran privados de justicia y de libertad. Basta recordar el sermón del cuarto domingo de Adviento pronunciado por Fray Antonio de Montesinos y en la península los originales postulados de justicia y libertad enarbolados por Francisco de Vitoria y Fray Bartolomé de las Casas. La descomposición empezó con nuestro espíritu rebelde y anárquico, el que ha predominado en el tiempo. El gobierno de la ley se mantuvo porque era la única alternativa al caos, no porque el contenido de la ley, cualquiera que fuera, pudiera justificarse teóricamente. Recordemos una frase que se constituyó en la oriflama exhibida por nuestros habitantes, con relación a los edictos y leyes de la Corona: «Se acatan pero no se cumplen».

En 1961 el doctor Balaguer asume, con plenos poderes, la Presidencia, tras el asesinato del dictador Rafael Leonidas Trujillo e inicia su «perestroika». Lamentablemente, el señor embajador no tiene memoria o no le conviene tenerla. Así como las huestes de Tito barrieron hasta la última piedra en Jerusalén, a raíz de la muerte de Trujillo en el país se pretendió «quemar con una tea» al doctor Balaguer, tal como se hizo con Averroes en las puertas de la mezquita de córdoba. No olvidemos la carta del 11 de agosto de 1961, donde se planteaba «una reforma a las Fuerzas Armadas» que, aunque necesaria, resultaba extemporánea por no decir peligrosa. En ella «Los nuevos amos del valle» comenzaron a tratar de imponer sus deseos.

El doctor Balaguer, con el tacto que requerían las circunstancias, comenzó a desmontar todo el aparato político y militar del régimen. El 1ro. de octubre de 1961, en su calidad de Presidente de la República, viaja a Nueva York para hacer público desde la prestigiosa tribuna de las Naciones Unidas el fin de la «Era de Trujillo» y el restablecimiento del sistema democrático en la República Dominicana. No debe olvidar tampoco el señor embajador Gautier que ese memorable discurso, pronunciado el día 2, en el que se describían las características represivas del régimen de Trujillo, se hizo con el general Ramfis Trujillo y sus familiares aún en el país. Este solo acto revela la calidad moral del doctor Joaquín Balaguer.

En adición a las acciones que se estaban tomando para el ordenamiento del marco legal, a fin de afianzar la recién nacida democracia, el doctor Balaguer logró, con suma habilidad, disolver al Partido Dominicano, a pesar de la abierta oposición de sus principales figuras, y repartir sus bienes entre diferentes asociaciones. La salida de Héctor Bienvenido Trujillo y de los demás familiares fue negociada por el doctor Balaguer; mientras él, con su peso moral y su talento trabajaba para hacer su «perestroika», los demás, de manera muy especial»los nuevos amos del valle», esa casta que consideró que muerto el tirano el país le pertenecía, requerían la entrega del poder, pura y simplemente, sin elecciones.

¿De qué moral, pues, habla del señor embajador?. ¿Sería acaso de la moral exhibida por aquel notable procedente de los fueros del Cibao, figura prominente del Consejo de Estado, de quien se dice trajo al país la tristemente célebre «silla eléctrica», adquirida mientras desempeñaba las funciones de embajador en un país sudamericano? Esa misma persona fue la que legalizó todas las expoliaciones de tierras de Trujillo, al fungir como notario en los actos levantados.

¿Acaso se refiere el señor embajador al triunviro que repletó las aduanas del país con automóviles de una reconocida marca inglesa para, ipso facto, emitir un decreto prohibiendo la importación de vehículos? ¿Se referirá el embajador Gautier a la famosa cantina de la Policía, competencia desleal que hizo cerrar las puertas de manera definitiva a muchos

establecimientos comerciales de la capital?

A quien cegó la ambición, señor embajador, fue al Triunvirato de dos, cuyos nefastos deseos de seguir disfrutando de las mieles de un poder usurpado provocó la revuelta del 24 de abril de 1965 y su triste secuela de muertos. En cambio, al doctor Balaguer le privó de la visión el cumplimiento del deber. En 1965, en el Instituto John Hopkins, le fue diagnosticado el glaucoma al doctor Balaguer quien, debido a sus múltiples ocupaciones, no viajó al exterior con la frecuencia necesaria a realizarse los chequeos de lugar para detener a esta enfermedad. Optó por perder la vista a tener que descuidar sus deberes.

Lo que no perdonan la nueva casta que surgió a raíz de la muerte de Trujillo, listos para asaltar el poder, es que al doctor Balaguer se debe la casi totalidad de la más importante infraestructura de desarrollo levantada en el país, tales como presas de doble propósitos (riego y producción energética), canales, vías de comunicación, aeropuertos, acueductos, edificaciones gubernamentales, plazas de la cultura, parques para el esparcimiento, conservación de la fauna y la flora de país, polos turísticos, zonas industriales, zonas francas, viviendas en el campo y la ciudad edificadas en todo el territorio nacional, al igual que la reforma agraria. Esta última, junto con la creación y mantenimiento de una clase media que alcanzó el 29% de la población en la década del 70, la más sólida de América Latina son, a mi humilde entender, sus principales obras de orfebrería política. Asimismo, el señor embajador, no debe olvidar, si eso es posible , que todas las obras que he mencionado y las que omití por razones de espacio fueron erigidas con fondos propios, y con un pulcro manejo del erario. Nos gustaría saber, señor embajador, ¿dónde se encontraba usted cuando se producía esta ingente obra que le imprimía una nueva dinámica desarrollista al país?

Cuando el embajador Gautier se refiere a la pieza oratoria que pronunciara el doctor Balaguer antes los restos de Trujillo, puedo asegurarle que sintió lo que expresaba, pues no negamos, como los sepulcros blanqueados de nuestra sociedad, que era su amigo. Creo, también, aunque sea anatema para algunos, que Joaquín Balaguer interpretaba en ese momento el sentir de muchos dominicanos. Para quien escribe estas líneas eso se llama coherencia política, cualidad que siempre acompañó al extinto estadista. No se puede decir lo mismo de todos los participantes en la trama y en la ejecución del tirano. Fue una trama de colaboradores, favorecidos y compadres. Recuerdo que un prominente integrante del grupo logró conquistarle la esposa a un familiar de Trujillo, la cual pasó a ser su amante, y lo demás se lo llevó la cigüeña.

Abrigo la esperanza de que el señor embajador, Encargado de la Sección Política y Límites Fronterizos de la División de Relaciones con Haití en nuestra Cancillería, se encuentre muy ocupado y preocupado por el titular que encabezó la primera planta del matutino Listín Diario, en su edición del 27 de enero próximo pasado, el cual reproducimos a continuación: «Consideran «alarmante» tráfico ilegal de haitianos». De igual manera, debería estar ocupado y abochornado, si esto último es posible, ante la insólita solicitud de un funcionario consular de nuestro gobierno para que integrantes de la Fuerza Multinacional que ha desplegado las Naciones Unidas en Haití controlen el paso de indocumentados en la frontera, algo que, además de inaudito, está fuera de las atribuciones de esta fuerza. ¿Desde cuando, señor embajador, cedió la República el irrenunciable derecho de cuidar sus fronteras? ¿Y nuestra soberanía? «¡Cosas veredes, Sancho, que harán fablar las piedras!».

Mientras tanto, señor embajador, le recuerdo, si me lo permite, que tal y como expresara el Marqués de Valmar: «La moral no se impone a las naciones con las leyes. Se les infunde con el ejemplo». Eso hizo Joaquín Balaguer, no importa la opinión adversa de los lúgubres dementes que desean hacer prevalecer su particular versión de la historia. Ese político y estadista nos legó su ejemplo cuando cayó definitivamente, «para entregar su alma al cielo, su cuerpo a la tierra y su nombre a la gloria».

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