La estrategia global de Costa Rica en la ONU

La estrategia global de Costa Rica en la ONU

MARÍA ELENA MUÑOZ
Cuando Costa Rica, que siempre ha dado muestra de un desarrollo histórico muy particular, tanto en el marco interno como externo,  entendió que arrebatarle a R.D., el asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU, a que ambos países aspiraban  no era una tarea fácil, dada la capacidad combativa demostrada en ese terreno por su rival, decidió diseñar una estrategia certera, eficaz  y coherente  con el nuevo orden mundial. De ahí fue que en el marco de una dinámica globalizadora, dicha estrategia tocó y aprovechó, con una sola carta, afinidades y contradicciones en tres continentes: Africa, Asia y América.

 Sin embargo, a la hora del análisis en el contexto de este acontecer,  sólo se tiene en cuenta a los dos primeros, al señalar que  fue el hecho de  que los “ticas” rompieran relaciones diplomáticas con Taiwán, para establecerlas con China Continental, lo que atrajo para ellos los votos del continente negro. Tal observación al parecer, pondera la política de apertura que delineara Beijin en los años 80s, fortalecida con su entrada en el 2001 a la Organización Mundial del Comercio (OMC), por medio de la cual ha realizado enormes inversiones en  reas sensibles de la economía africana, lo que a su vez determina una gran influencia política continental, propulsora de tales solidaridades transoceánicas. 

Pero si la estrategia de corte multilateral a través de China, fue efectiva para el triunfo de los “ticas” contra la tradicional de factura bilateral que por razones históricas y geopolíticas, la RD viene trazando, o sea del establecimiento de relaciones de país a país con el mismo objetivo; también hay otro factor que a nivel mundial viene frustrando, quizás sin el incúmbete proponérselo, muchas de nuestras pretensiones: el Efecto Haití

Para muestra basta un botón: Cuando quien suscribe, a mediados de los 80s. del siglo pasado, se desempeñaba como Embajador Enc. de Asuntos Haitianos,  uno de los expedientes mas difíciles que hered邠 en esa gestión, de anteriores administraciones, fue el de la aspiración de nuestro país de ser miembro del entonces Lomé‚ IV, hoy Cotonú V. Luego de profundos estudios encontré que el escollo más fuerte para el logro de ese objetivo, era la sistemática oposición a dicha pretensión, de los países del bloque africano y afines, como eran los del Caribe franco y anglofono.

Dada nuestra constante preocupación intelectual por el tema insular, también pude observar que habiendo nexos comunes  entre tales países, el continente negro y Haití, de corte, técnico, cultural, histórico, ect, la lógica a imponerse era la de que ellos apoyaran al país vecino y no a nosotros en tales propósitos. Además, había que tener en cuenta que para la, poca, las potencias involucradas en la cuestión dominico-haitiana, en razón de sus intereses imperialistas,  habían comenzado a incubar fuera de la isla, lo que por tal razón, yo llamo el síndrome del neoantidominicanismo extrainsular.

 Ante tal reflexión le sugerimos al Gobierno de turno la estrategia de ingreso  conjunto con Haití a dicho esquema integracionista, para contrarrestar la oposición del bloque citado, lo que  efectivamente se logró. Con esta observación no queremos insinuar que para la obtención de nuestros propósitos en el  ámbito internacional debemos andar siempre tomados de la mano con el vecino. Pero si queremos dejar claro, que el elemento Haití debe ser tomado en cuenta ala hora de diseñar nuestras estrategias de apoyo en ese campo. 

Porque en ese escenario, su vigencia, su presencia es sólida y determinante. No solo por el capital solidario que le aportan los lazos históricos que tiene con los bloques regionales citados, sino también por la sensibilidad que concita su condición de Estado pobre y débil. Circunstancias que aprovechan las mencionadas potencias responsables históricamente de esa situación, para evadir esa carga, acusando nuestro país a través de distintos mecanismos de dominación que operan dentro y fuera de la isla, de un trato abusado y esclavista para nuestro vecino, robusteciendo la idea de la relación  victimario y victima. 

Pero también hay que destacar en este contexto, que esa validez, esa fuerza que tiene Haití en la comunidad internacional,  en la cual se apoya para mantener la  existencia y condición de Estado soberano en ese contexto, es porque desarrolla una  militante y sofisticada labor de “Lobby” basada en uno de los cuerpos diplomáticos mas experimentado y preparado de América Latina, donde el criterio de selección inspirado  en la carrera, es excluyente de la improvisación y las influencias políticas.

De ahí es que, a manera de conclusión, seguir‚ insistiendo en que Haití debe ser un lineamiento fundamental de nuestra política exterior, no solo a la hora de diseñar la agenda bilateral, sino también la internacional. En el primer caso, como es obvio, por todos  los vínculos que genera la vecindad, como es por ejemplo el de ser nuestro mercado externo por excelencia, nuestro segundo socio comercial, por el impacto de sus trabajadores en la economía local; y en el segundo, por la incidencia, que como vimos aquí, tiene y puede tener en el quehacer externo de nuestro país,  tema de otras entregas.

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