La estructura corporativa de la corrupción

La estructura corporativa de la corrupción

HAMLET HERMANN
Tengo la esperanza de que el ministerio público entienda que todo delito necesita de una estructura corporativa para funcionar eficientemente. Ni siquiera los rateritos en motocicletas, los Robinson Crusoe de los granujas, pueden subsistir si no cuentan con un equipo de información, de vigilancia, de operación y de financiamiento para comerciar los objetos robados.

Que esto se entienda es importante ahora que, de nuevo, el país se escandaliza ante el surgimiento de una “maffia” que suministraba pasaportes oficiales del gobierno dominicano a todo aquel que estuviera dispuesto a pagar el valor exigido. Todo se falsificaba para estos fines. Absolutamente todo. Si el “cliente” debía aparecer como Síndico de un municipio o como Regidor de una Sala Capitular, los documentos se fabricaban. La única diferencia estaba en el precio. Si el viaje a Europa para prostituirse exigía que las mujeres aparecieran documentadas como esposas de funcionarios públicos, los matrimonios se oficializaban una y otra vez estimulando la poligamia aunque fuera en los papeles. Ningún obstáculo parecía encontrar los que encabezaban esta red de complicidades y de falsificaciones.

Ahora bien, ¿cómo pudo ser posible que numerosos documentos falaces pudieran ser originados de manera ilegal y resistieran el paso revisor en las oficialías del estado civil, en la Liga Municipal Dominicana y en la Secretaría de Relaciones Exteriores? Y no solamente eso, sino ¿cómo pudieron esos pasaportes oficiales superar los controles migratorios en los aeropuertos aún cuando en un mismo avión viajaban decenas de personas con esos documentos falsificados? ¿Es que ni siquiera la mentada lucha contra el terrorismo y la seguridad para los vuelos intercontinentales se interpusieron en el camino de ese fraude mayúsculo? Evidentemente la estructura piramidal de esos delitos estaba bien afianzada en los organismos públicos dominicanos a cargo de la vigilancia y la supervisión.

 Pero la cadena del fraude no termina ahí. ¿Quién puede negar que hubiera negligencia o complicidad en los aeropuertos europeos al momento de la entrada simultánea al viejo continente de decenas de personas? Más aún cuando circulaban con portes y vestimentas que mucho distaban de un funcionario público que mereciera un pasaporte oficial. Ni tan inocentes son los bien entrenados oficiales de migración de Italia y de España para que no se dieran cuenta de que algo podrido flotaba en el ambiente. Lo normal es que la xenofobia predomine en los aeropuertos europeos, más cuando los que arriban son negros y mulatos procedentes de un país del Caribe. Pero durante mucho tiempo arribaron a Europa centenares de individuos con documentos de ese tipo sin que, aparentemente, los civilizados especialistas de la migración se dieran cuenta de lo que ocurría.

En definitiva, si el ministerio público quiere presentar adecuadamente un caso de manera que los tribunales los reconozcan como válido, que esbocen en un papel la estructura corporativa que pudiera necesitarse para superar exitosamente varios niveles del gobierno sin que los fraudes sean detectados. Sugiero que empiecen a analizar desde arriba, desde el “consejo de directores” de la estructura donde se encuentran los autores intelectuales del  delito y los bien posicionados garantes de la impunidad. Luego habría que hurgar en las oficialías del Estado civil para descubrir las creaciones y modificaciones de identidades y de estados civiles. En la Liga Municipal Dominicana, sumo organismo asesor de los gobiernos municipales, tiene que estar el meollo del delito, la médula del fraude. Y que no se deje de lado a la Secretaría de Relaciones Exteriores aún cuando el canciller haya dicho que allí nada pasó. Hasta ahí la estructura que tiene que ver con lo de los documentos.

Pero que no se detenga la investigación en ese punto. La estructura corporativa del delito también extendió sus raíces hasta los organismos migratorios donde predominaban oficiales superiores de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas. Ellos fueron, en última instancia, los encargados de facilitar la validez de los documentos falsificados en los aeropuertos dominicanos. Con su autoridad indiscutible en ese ambiente eran ellos quienes, en definitiva, otorgaban fidelidad al pasaporte oficial falsificado.

El gran error que los llevó a ser descubiertos estuvo en la angurria, en la avidez para enriquecerse a muy corto plazo. Debido a tanta prisa la codicia les rompió el saco y el organigrama de su delito se fue en banda como una chichigua en Semana Santa. En resumen, le recomendamos al ministerio público que se asesore esta vez de algunos expertos empresariales porque lo que va a descubrirse en los organismos estatales es una estructura corporativa con una cohesión y una disciplina como pocas en el país.

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