La estupidez como motor de la historia

La estupidez como motor de la historia

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
Pierre Goubert, en el prólogo de su “Historia de Francia”, escribe refiriéndose a lo esencial para el estudio de la historia: “(…) pero quizá también lo sea este gran motor que es la estupidez o su encarnación, la vanidad: la que llevó a Carlos VIII a jugar con Italia, a Colbert y a su amo con Holanda.

A un Luis XVI apenas adulto a suprimir las notables y últimas reformas de Luis XV, a la Revolución a atacar a Europa, a Napoleón a asfixiarse en España y en Rusia, y a los Estados Mayores de los años 1870 a 1940 a no comprender casi nada.  ¿Quién se atreverá a realizar un Ensayo sobre la estupidez como motor de la Historia?”.(sic)

 La vanidad, que de genios hace estúpidos, es el velo que como una sólida muralla se interpone entre el individuo dominicano y su propia realidad alienándolo y convirtiéndolo en lo que anhela ser y no es.  La nuestra es una “sociedad” gregaria con mimos patéticos.  Que sin sentido de clase, (que sólo la tradición y el tiempo maduran), los individuos, adoptan poses de elite.  Esta, para ser auténtica, requiere que los individuos y grupos que la integren se caractericen por un sólido sentido de pertenencia y de solidaridad con una clase, que aún en los momentos de mutua discordia, se sienta comprometida con un común destino.  Pero cuando el virus de la vanidad latente se activa, y el de la ambición particularista los infecte, y afecte; ¡ha llegado el momento de la estupidez!  Que de nuevo pone en marcha el motor de la historia, con rumbo probable a un retro-destino.

Sin ser un calificado estudioso de nuestra azarosa historia vernácula, creo haber identificado por lo menos cuatro momentos en que la vanidosa estupidez ha torcido y motorizado sustancialmente el curso de la historia de nuestro infortunado país.  El primero, fue ordenado por la monarquía española y contra viento y marea, ejecutado por el gobernador Osorio en 1605-1606: las mal llamadas “devastaciones de las poblaciones fronterizas”, porque ya ese calificativo presupone una propia y voluntaria delimitación territorial por abandono y ausencia.  Y lo que comenzara como simples incursiones de rapiña y abigeato por los franceses que habitaban en la isla Tortuga, llegó a convertirse en el “Saint Domingue Francais”: el Santo Domingo Francés que en aquellos tiempos fuera la colonia esclavista más rica de Francia.

Primero ocurrió Ryswik (1697): cesión a Francia de la parte occidental de La Hispaniola; luego Basilea (1795): cesión total de la isla.  Siguió la rebelión de los negros esclavos, la degollina de los amos blancos y el arrasamiento de sus plantaciones; y la proclamación del primer Estado negro de la historia, en el cual Toussaint Louverture se permitiría dirigirse a Napoleón Bonaparte como: “del primero de los negros al primero de los blancos”. 

Luego, los 22 años de dominación haitiana sobre la población de origen español de la isla de Santo Domingo, hasta que los Trinitarios de Duarte proclamaran la República Dominicana en la gesta del 27 de febrero de 1844.

A la exitosa guerra por la independencia, siguió la inconsulta anexión a España y la consecuente “guerra restauradora” en la que la guerrilla descalza del machete. logró vencer a la disciplina militar española del fusil y el c añón.

m.gomezpieterz@yahoo.com

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