La estupidez humana por los siglos de los siglos

La estupidez humana por los siglos de los siglos

Eulogio Santaella

Albert Camus señaló que “la estupidez es persistente” y el erudito Paul Tabori en las 353 páginas de su libro clásico “La Historia de la estupidez humana” validó el criterio de Camus.

Sin guardar las apariencias, Tabori desde su primer párrafo dictamina que: “Este libro trata de la estupidez, la tontería; la imbecilidad, la incapacidad, la torpeza, la vacuidad, la estrechez de miras, la fatuidad, la idiotez, la locura, el desvarío. Estudia a los estúpidos, los necios, los seres de inteligencia menguada, los de pocas luces, los débiles mentales, los tontos, los bobos, los superficiales; los mentecatos, los novatos y los que chochean; los simples, los desequilibrados, los chiflados, los irresponsables, los embrutecidos. En él nos proponemos presentar una galería de payasos, simplotes, badulaques, papanatas, peleles, zotes, bodoques, pazguatos, zopencos, estólidos, majaderos y energúmenos de ayer y de hoy. Describirá y analizará hechos irracionales, insensatos, absurdos, tontos, mal concebidos, imbéciles…” Prosigue: “¿Hay algo más característico de nuestra humanidad que el hecho de que el Thesaurus de Roger consagre seis columnas a los sinónimos, verbos, nombres y adjetivos de la “estupidez”, mientras la palabra “sensatez” apenas ocupa una?”

Resulta jocosa la descripción de “aquel estúpido individuo que apagó la vela para que las pulgas que lo torturaban no pudiesen hallarlo”. Así el estúpido confunde la causa y el efecto puesto que … “Las pulgas que nos pican prosperan en la oscuridad, pero nuestra estupidez supone que si no podemos verlas, ellas tampoco nos verán…del mismo modo que el hombre estúpido vive siempre en la inconciencia de su propia estupidez”.

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Tabori proclamó: “Si yo fuera absolutamente honesto (pero ningún autor puede serlo) aun reconocería que en las páginas del “Elogio de la locura” todo está dicho con más brillo, concisión e inteligencia que es lo que jamás podría atreverme a esperar de mi propia prosa”.

También estigmatiza a la burocracia: “Quizás la forma más costosa de estupidez es la del papeleo. El costo es doble: la burocracia no solamente absorbe parte de la fuerza útil de trabajo de la nación, sino que al mismo tiempo dificulta el trabajo del sector no burocrático. Si se utilizara en textos escolares y libros de primeras letras un décimo del papel que consumen los formularios, Libros Blancos y reglamentaciones se acabaría para siempre con el analfabetismo”.

Los abogados también reciben su andanada partiendo de que “En nuestros días, un juicio consume quizás menos tiempo que en la época de Dickens, pero cuesta cinco veces más”. El ataque contra la duda es vitriólico. “¿Cuánto ha pagado la humanidad por la estupidez de la duda? Si hubiera sido posible introducir todas las invenciones útiles e importantes sin necesidad de luchar contra las argucias y la obstrucción del escepticismo estúpido (pues también hay, naturalmente, la duda sana y constructiva), habríamos tenido una vacuna contra la viruela mucho antes de Jenner, buques de vapor antes de Fulton y aviones décadas antes de los hermanos Wright. A veces la estupidez de la codicia y la estupidez de la duda se combinan en impía alianza (como en los casos que una gran empresa compra la patente de una invención que amenaza su monopolio, y la archiva durante años, y quizás para siempre)”.

Tabori enfatiza que muchas veces los actos atroces son causados por la estupidez, no por la maldad.

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