Hoy 
REYNALDO R. ESPINAL
Los ideales políticos y redentores de Hostos, como tuvimos ocasión de apuntar en nuestra primera entrega, se fraguan en el contexto de una España que a nivel de su política exterior no ceja en sus pretensiones de dominio colonial en Las Antillas y que a nivel de su política interna está carcomida por un liderazgo político aliado con la perpetuación del status quo y los intereses creados.
Por eso en el pensamiento de Hostos no resulta difícil advertir una especie de animadversíon política hacia esa “España política”. Se referirá a ello cuando afirma:
Desconfiemos de España, políticamente, para mañana y para siempre: desconfianza de sus políticos muñecos movidos por pasión, no por ideas, perpetuos espejos de sí mismos que allí ven el bien general donde vislumbran el suyo , que de todo dudan si el porvenir de su interés se hace dudoso.”( Hostos, Obras Completas, Vol. 1, pag. 69).
Hostos hace empatía, enseguida, al incorporarse a la Universidad Central, con el grupo de intelectuales demócratas y liberales compuesto, primordialmente, por los catedráticos de Historia, Filosofía y Derecho Constitucional, Entre ellos destacaban Sanz del Río, Fancisco Giner de los Ríos, Gumersindo Azcárate, Sagasti, Emilio Castelar, Prim, Pi y Margall, Olózaga, Leopoldo Alas “Clarín”, Valera, Ruiz Zorrilla, entre otros.
El gobierno había decretado el cese y expulsión como catedráticos de Sanz Del Río, Francisco Giner De Los Ríos y Emilio Castelar. De entre todos el principal objetivo era este último quien en un artículo titulado “El Rasgo” publicado en su periódico “La Democracia” había criticado acremente la medida de Isabel II de enajenar a particulares bienes del Estado. El Rector Juan Manuel Montalván consideró la medida violatoria de la ley y un exabrupto del poder, negándose a ejecutarla, lo que le valió su destitución del Rectorado nombrándose en su lugar al Marqués de Zafra, Rector de la universidad de Granada.
Hostos se une a los estudiantes que se dispusieron a impedir la juramentación del muevo rector, lo que el gobierno consideró un acto de rebeldía inadmisible, lanzando el General Narváez a la calle la tristemente recordada Guardia Civil Veterana.
Es en este caldeado escenario que seproduce el trágico episodio conocido en los anales de la historia contemporánea Española como “Las Matanzas de San Daniel” del 10 de abril de 1865, cruento acontecimiento ocurrido en la Puerta del sol y donde resultaron heridos muchos ciudadanos indefensos.
Quizá resulte poco conocida para los estudiosos de la vida de Hostos, en República Dominicana y en el Caribe, la descripción que hace el gran novelista español Benito Pérez Galdós sobre la destacada participación del mismo en aquel sangriento episodio.
Dice Don Benito: …En el pasillo grande del Ateneo permanecieron dos corrillos de trasnochadores .
El más nutrido y bullicioso ocupaba el ángulo próximo a la puerta del Senado.
Allí analizaba la bárbara trifulca un antillano llamado Hostos, de ideas muy radicales, talentudo y brioso” (Episodios Nacionales, “Prim”, Pag. 139).
En aquel episodio se hizo manifiesto y adoptó un curso, que sería ya irreversible, el compromiso de Hostos con la sagrada causa de la justicia y la libertad del hombre, al mismo tiempo que se granjeó el respeto y la admiración de la intelectualidad liberal, democrática y revolucionaria Española. Como él mismo confesaría, posteriormente, refiriéndose a ello: “A los veinticinco años adquirí con un acto de valor y de virtud el derecho de ser contado entre los políticos más influyentes del Partido Revolucionario de España…”.
De haber estado animado, como el mismo confesara más tarde, por ansias de protagonismo, le hubiera bastado explotar los méritos adquiridos y permanecer en España. Como veremos, ello no fue así, al verse defraudado por aquellos compañeros de ideales en quienes esperaba encontrar un irrestricto apoyo para la abolición del dominio colonial en las Antillas.
