La ética en la planificación urbana

La ética en la planificación urbana

La planificación urbana  es un imperativo ético, es relación directa con el deber ser, es una obligación moral. El imperativo ético mueve  nuestra voluntad a actuar de una manera determinada y no de otra, nos mueve a actuar coherentemente. Debemos detenernos a reflexionar libre y conscientemente sobre nuestra responsabilidad en la construcción de nuestras ciudades y en particular de Santo Domingo.

No podemos desconocer que, en primer lugar, la responsabilidad es del Estado, porque a él le compete promover el bien común, después del Ayuntamiento y después de la comunidad y de los empresarios. Sin embargo, la ciudadanía no sabe lo que queda del plan estratégico de la ciudad ni en qué estamos de su desarrollo. Partes de Santo Domingo son inhabilitadas, otras son resaltadas ¿Por qué? ¿No somos tod@s partes de la ciudad? Hoy le toca a Güibia después de años de cierre y privación de ese espacio público y mañana, seguramente, al Parque Eugenio María de Hostos, hoy cerrado, sucio, abandonado y mal oliente.

Urge renovar el principio del bien común, que en modo alguno ha perdido vigencia. Tiene que ser reconocido en su esencia misma. De las funciones que se le asignan a la ética  se destacan dos como prevalecientes: la función crítica y la función utópica. A través de la primera función, el discurso ético detecta, desenmascara y pondera las realizaciones inauténticas de la realidad humana. Mediante la segunda función, la ética proyecta y configura el ideal normativo de las realizaciones humanas. Hoy, la ética es una realidad ‘socialmente desvalida’.

La planificación de nuestras ciudades es una obligación que nace desde nuestro ser, solamente nos podemos realizar plenamente en diálogo con los otros. “Tenemos que aprender, en primer lugar, a distinguir entre lo que me parece bueno y lo que realmente es bueno: entre lo que meramente me gusta y aquello que verdaderamente me perfecciona y me capacita para alcanzar una vida buena”. 

El espacio urbano, el lugar de nuestra realización, nos espera. Sin embargo, es necesario dejar de lado los intereses personales y realmente buscar el bien común de la comunidad que permitirá transformar el crecimiento económico en desarrollo humano. Mientras tanto, sufrimos en nuestra ciudad de Santo Domingo, llena de torres, túneles y elevados, llena de basura, de inseguridad, de agresiones visuales, donde el sencillo hecho  de caminar en ella se ha vuelto una  tragedia. El Malecón es un ejemplo.

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