En época de la posmodernidad donde el neoliberalismo es amo y señor y la globalización, como diría el Premio Nobel Joseph E. Stiglitz: “resquebraja los avances de la tecnología de punta y los algoritmos que alimentan la sensación de omnipotencia destinados a erosionar el libre albedrio” pretendiendo sustituir ese maravilloso micro organismo multifacético de la creación que es el cerebro racional humano, rector de las ideas, las emociones, los sentimientos, deseos y aspiraciones de cada persona por una “maquina pensante” que al decir de Franklin Foer en su libro “Un mundo sin ideas” desplaza en todos los ámbitos puramente intelectuales, los valores liberales y altruistas propios de la moral y de la ética.
Se hace entonces imperativo volver a la praxis y enseñanzas del Insigne Maestro Eugenio Maria de Hostos cuando ante el temor de los enemigos de su doctrina emancipadora advertía sus discípulos: “Es precisamente el espectáculo del mal, que es el espectáculo del desorden moral, el que sirve mejor que el espectáculo del bien para hacernos comprender en qué consiste el orden moral.”
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Ante esa vorágine que amenaza negarle al individuo el derecho a la intimidad y libertad de pensamiento no es suficiente conformarse con los versos sencillos de Fray Luis de León cuando en su prosa romántica, preñada de ensoñación, decía: “Que descansada vida/ la del que huye del mundanal ruido/ y escoge la escondida senda por donde han ido/ los pocos sabios que en el mundo han sido.”
El mundo de hoy nos obliga a todos sin excepción, y particularmente al funcionario público, al profesorado, a la intelectualidad, filósofos, poetas, escritores y maestros de la nueva generación, a no asumir una actitud pasiva, permisiva, contemplativa, sumisa, indiferente, sino, por lo contrario, ser más proactivo, responsable, exigente y combativo. Es decir, tomar partido en la medida en que la inmoralidad se convierte en virtud y avanza impunemente poniendo en grave peligro los valores culturales y espirituales, cimientes de una sociedad más sana, más justa, más equitativa, libre de temores y prejuicios. ¿Por qué acudir a la moral y a la ética, nos preguntamos?
Sencillamente por que como nos ilustra el fenecido Dr. José Silié Gatón, en su obra, Ética en la política, “La ética es la parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre; ciencia que, de manera rigurosa, orienta las actuaciones del individuo.”
Nuestro patricio, Juan Pablo Duarte nos enseña: “Sed justo, lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre. Y sed unidos y así apagareis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva. Y yo obtendré la mayor recompensa, la único que aspiro al veros libres, felices, independientes y tranquilos.”