Hace pocos días, un hijo de un viejo amigo me puso un washapp para felicitarme por el triunfo de “mi” presidente Luis Abinader. Me creí en la obligación de corregirle: “Luis Abinader no es “mi” presidente.
Es el presidente de todos los dominicanos electo por el pueblo en un certamen limpio que nadie cuestiona.” Reconoció la transparencia y el resultado final de las elecciones, confesándome algo ya sabido.
Había confiado en Danilo Medina porque creía que se mantendría en el poder.“No me fue tan bien”, me dijo, ahora posiblemente me vaya mejor.” Le desee suerte, sin ningún comentario, no dejándome de sorprender el motivo de su llamada y la alegoría de despedida.
Todos estamos conscientes de que el nuevo gobierno tendrá un nuevo gabinete y que la sociedad necesita orden, y para mantener el orden es esencial poder y autoridad. Poder y autoridad que le confiere el pueblo soberano a sus gobernantes ejerciendo su derecho al voto libremente, lo que lo hace corresponsable del uso que las autoridades electas, ya en ejercicio de sus funciones, hagan de esas atribuciones quedando sobrentendido que habrán de obrar éticamente, con sobriedad , honestidad,justicia y eficiencia, dándole cabal cumplimiento a la Constitución y las leyes para que el orden prevalezca a nivel institucional y colectivo y la sociedad quede satisfecha por el mandato otorgado.
A eso llamamos democracia, contrario a la anarquía.
Por haberlo vivido intensamente y lo que nos enseña la historia,cuando en ejercicio de ese poder prescinde de esos valores éticos y se imponede manera arbitraria concentrando esa facultad en una mano todopoderosa o un partido, sería la dictadura, de derecha o de izquierda la que actúa fuera del control de la sociedad civil y de la ética que rechaza y condenan todas las malas acciones, los comportamientos ilícitos, el abuso del poder, la iniquidad,la corrupción ahogando las ansias de libertad, de justicia y de respeto a los derechos fundamentales del ser humano en beneficio de unos pocos detentadores y usurpadores del poder y sus aliados que desnaturalizan su esencia misma: “El poder por su naturaleza debería ejercerse solo para proteger la humanidad y beneficiar a las grandes mayorías necesitadas.”
Pero la ambición de gobernar y perpetuarse en el poder asumiendo como principio: “El fin justifica los medios”, pura falsedad socorrida por políticos profesionales inescrupulosos que pretenden eternizarse y atribuirle a sus fines valores que la ética le niega por ser contrarios a su esencia. “La falacia de alcanzar buenos fines es imposible si no va acompañada del espíritu altruista de la ética”. Fines y medios no pueden andar separados.
“La amenaza permanente estriba en la dificultad de elegir funcionarios públicos dignos,”se nos señala. “Jamás puede avanzar un país que no guarde los valores éticos”, se nos advierte.Sabios y buenos consejos.
Enel gabinete hasta ahora escogido por el Presidente electo Luis Abinader, prevalecen esos valores espirituales.
Es menester que así sea, tanto en el individuo como en la sociedad. Si queremos el verdadero cambio, la ética ha de ser el vademécum de un buen gobierno.