El reconocido teólogo católico Hans Kung, en su excelente texto sobre la globalización, publicado en el 2019 por la editorial Trotta, afirma que: “Se requiere urgentemente una reorientación hacia una economía más decente, sostenida por principios éticos.” “Espero, pues, ser capaz de mostrar que existen pautas éticas inmanentes y coherentes y de convencer así a economistas y políticos, y a todos los participantes en el proceso económico, de que la economía y la ética no pueden separarse”. “Primero viene la ética, luego la política y, solo después de ellas, la economía: ésta no es una idea nueva, sino la doctrina clásica de Aristóteles. (H. Kung, Hacia una economía decente…. pp. 12 y 112).
En opinión de Kung, preocupado por las dificultades de conciliar desarrollo económico y vida buena para todos y todas en la sociedad contemporánea, el desafío-camino, por lo menos uno de ellos, es armonizar Ética y Economía…una tarea aparentemente nada fácil vistos los desniveles de vida que exhiben buena parte, por no decir la mayoría, de las sociedades hoy existentes y la aparente lógica esencial que parece encontrarse a la base de los procesos de desarrollo económico y que se orienta hacia la obtención de los mayores niveles de beneficio posible y acaba generando condiciones que imposibilitan el objetivo de “vida buena para todos y todas”.
Así las cosas, en un mundo cada vez más globalizado parece imponerse como imperativo el esfuerzo por la elaboración de una “ética global” que propicie los caminos para la colaboración de todos y todas. Tal y como se indica en el Informe de las Naciones Unidas: “la colaboración entre personas de diferentes culturas e intereses puede facilitarse, y los conflictos entre ellas pueden atenuarse y limitarse, si todas las personas y grupos “se ven unidos y motivados por compromisos comunes….” Procede, por eso, buscar un núcleo de valores y principios éticos comunes”. Es por esta vía como podría arribarse a la aspirada ética global, tal como lo afirma Kung.
¿Y cuáles serían las fuentes de esa ética global? La respuesta que se desprende del Informe de Naciones Unidas según nos sugiere el padre Kung es que “todo intento de formulación de una ética global debe extraer su contenido “de los recursos culturales, las ideas, las experiencias emocionales, los recuerdos históricos y las orientaciones espirituales de los pueblos”. Es decir, de la riqueza y diversidad presente en las culturas populares, dicho en perspectiva de la región latinoamericana.
Cerrando la reflexión, Kung coloca la rica cuestión del “principio fundamental del humanitarismo” que apunta al “imperativo categórico” que refiere que “toda persona debe recibir un trato humano” que se impone cada vez más en la humanidad y que debe ser observada tanto en la política como en la economía. Después de todo esto, afirma, “el llamado a la aceptación de criterios éticos vinculantes en la economía mundial no es un lujo idealista, sino una acuciante necesidad política, que hoy es percibida como tal por personas del mundo entero y que conduce a la gran cuestión a debatir: el manifiesto “Por una Etica económica Global: consecuencias para la economía mundial” que aborda la cuestión de cómo se puede concretar materialmente esa ética económica global.
Lo distintivo de este manifiesto es asumir que la economía mundial necesita valores materialmente determinados y, a la par, criterios éticos claros. Este manifiesto, según Kung, “no pretende reemplazar todos los esfuerzos ni los códigos éticos ya existentes en las economías, sino más bien apoyarlos y ampliarlos desde las ética mundial, midiéndolos con criterios éticos globales.” Me parece un excelente aporte desde la perspectiva europea para un diálogo enriquecedor con América Latina.