La ética y la política en la política criolla

La ética y la política en la política criolla

El tema que apostilla el presente trabajo es provocado por dos declaraciones complementarias, que, por su gravedad, ameritan ponerle mucha atención. La primera, atribuida al Magistrado Procurador General de la República, destacada por el periódico Hoy cuando decarta, no obstante la consistencia del rumor público, los llamados de la sociedad civil y declaraciones puntuales de congresistas de la Oposición, la posibilidad del soborno “por tratarse de una acción política” el acuerdo entre los jefes del partido PLD y sus legisladores con los del PRD/PRSC para reformar la Constitución y hacer posible la reelección del Presidente Medina por un periodo más.

La segunda proviene del ex presidente del Senado y actual Secretario General de PLD, que anuncia una segunda reforma constitucional para legitimar los acuerdos de aposento pactados por el Presidente Medina con sus viejos aliados para asegurar la cantidad de votos necesarios para su re- postulación, a cambio siguiendo la lógica de la negociación de impunidades, canonjías prebendas, repartidera de cargos públicos y más nombramientos a cargo del presupuesto nacional. Lo primero no puede tratarse como una ingenuidad, pues si algo nos enseña la historia y la praxis política es que del soborno, la manipulación, la violencia, el engaño y los fraudes se han nutrido siempre el accionar de los políticos en países pobres y poderosos para obtener mayor poder y riquezas.

Lo segundo es la concreción de lo antes dicho y demostrado: con poder y con riqueza la ley, incluyendo la Carta Magna, no es más que una sirvienta, un lacayo al servicio de su amo.

Lo dicho toca -y choca- visceralmente con la ética y la política. La ética es la ciencia de la virtud. Nos enseña la ley insobornable de la conciencia que “nos obliga moralmente a cumplir las leyes justas, pero no las injustas.” La política, definida por nuestro Patricio Juan Pablo Duarte no como una especulación, sino como “la ciencia más pura y más digna, después de la Filosofía”, por tanto, la más abnegada, siendo, en el preclaro pensamiento Aristotélico “el objeto de la política el más elevado de todos, y su cuidado principal es cuidar el alma de los ciudadanos, enseñarles, mejorándolos en la práctica de todas sus virtudes” en su libro “Ética a Nicómano.” Por ello no puede desvincularse la práctica política y hacer abstracción de la moral y la ética, como pretende el utilitarismo corporativo o individualista, reduciéndola a los intereses y conveniencias políticas coyunturales.

Estima el Estagirita que “si la política se sirve de todas las demás ciencias y prescribe también, en nombre de la ley lo que se debe hacer y se debe evitar, su fin verdadero es el bien supremo del hombre, y garantizar el bien del Estado…, “mas bello cuando se aplica a toda una Nación. La pregunta es ¿La práctica de la política criolla, apunta, busca, persigue ese sublime fin?

La carencia de esos valores prístinos, su corrupción, es lo que ha permitido el trasfuguismo político, la deslealtad política, el desprestigio de los partidos políticos como instrumento idóneo para gobernar y gobernar bien, al servicio del Pueblo y de la Nación entera.

 

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