La evolución para ser criaturas de Dios

La evolución para ser criaturas de Dios

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Indudablemente el día de hoy, de tanta significación para la Iglesia de Dios, es propicio para reflexionar acerca de nuestro destino y misión como criaturas de Dios, y lo que Él quiso que fuéramos con nuestro libre albedrío, para cumplir con el cometido de nuestra presencia en este laboratorio humano que es el planeta Tierra.

La presencia de los seres humanos en el planeta está marcada, primero por la evolución biológica que nos llevó desde los seres amorfos de simples células hasta los entes anfibios que salieron del agua para aposentarse en el suelo, experimentando los cambios que dieron lugar a esos seres que fueron modificándose a medida que iban adquiriendo conciencia, comprendiendo y asimilando su entorno, hasta llegar a la explosión sideral de darse cuenta que pensaban y eran seres nucleares para empaparse con la presencia de un Ser Supremo, que los iba guiando a medida que su comprensión iba en aumento y podían discernir en una inteligencia racional sus habilidades y capacidades para comunicarse, para reproducirse, y para sobrevivir con lo que le proporcionaba el medio ambiente donde vivían.

Las antiguas civilizaciones, que poblaron cada rincón del planeta, tenían sus peculiares interpretaciones de Dios, y hacia El dirigían sus miedos y adoraciones, erigiéndole imponentes estructuras como las pirámides egipcias, incas, aztecas y mayas, que todavía hoy en día no tienen explicación por lo limitado de los recursos de aquellos tiempos. Tanto en Oriente como en Occidente se iba produciendo una interpretación más lógica del fin de los seres humanos sobre la Tierra, que era la interrelación que debía mantenerse como única vía de la convivencia y para el desarrollo común. Tal meta ha sido imposible de lograr en los miles de años que tiene la humanidad en el planeta, cuyo acendrado egoísmo ha empañado al ser humano en su historia, dando lugar a los más atroces acontecimientos del planeta con destrucciones masivas de poblaciones, eliminadas por el egoísmo de personas convertidas en líderes por obra de una demagogia que llevó a muchas naciones a desaparecer por siempre de la faz de la tierra.

El proceso de las civilizaciones en la faz de la tierra llevaba paralelamente dos acciones. Por un lado estaba el poder o predominio del egoísmo que llevó a los enfrentamientos de centros urbanos para dominar unos a los otros como forma de atesorar riquezas, tener mejores vías para el comercio o la prosperidad de sus pueblos. Por el otro lado, a medida que el pensamiento iba arraigándose en muchas civilizaciones, llegó Dios a su convencimiento que era el momento de enviar a su mensajero divino, su Hijo único de forma que se le creyera y la raza humana experimentara la conmoción de darse cuenta que solo por el amor entre los semejantes era que se podría sobrevivir y llevar a cabo las grandes realizaciones de hermandad y de unidad, para evitar esos enfrentamientos tan terribles que tanto daños y muertes han provocado a través de los siglos.

El cristianismo, que llegó como una religión del amor, es por la que más sangre se ha derramado en los pasados dos mil años, cuando naciones enteras se han enfrascado en guerras santas e ideológicas, invocando cada una su patrimonio exclusivo de los designios de Dios, ya sea por Jesús o por Mahoma. Todas las instrucciones y mensajes divinos de los mensajeros de Dios, se han tergiversado a conveniencias de sus peculiares intérpretes, y el resultado, en pleno siglo XXI, ocurren atroces combates buscando el predominio de uno sobre el otro.

Jesús, en su peculiar peregrinar por las tierras palestinas, esparció un mensaje de amor que no tuvo en su momento los escritores que pudieran darle perdurabilidad a ese mensaje, cosa que se comenzó a lograr después de su resurrección, por el tiempo que pasó entre sus apóstoles instruyéndolos y formándolos, para que pudieran comprender su misión redentora, ya que cuando predicaba a muchedumbres, o a ellos en particular, no era comprendido a cabalidad. San Pablo, con su cohorte de escritores adjuntos, perfiló y estructuró los basamentos de la doctrina cristiana, que pese a ser un mensaje de amor, produjo cruentas reacciones en todos los tiempos de la historia de los pasados dos mil años.

En esta fecha, tan singular para el catolicismo, nos damos cuenta de cómo la humanidad avanza lentamente hacia su destino emancipador de llegar a una sociedad de confraternidad con el amor a los semejantes, y no en la forma de destrucción masiva que algunas naciones, creyéndose dueñas de la Tierra, quieren imponer sus criterios y creencias, a nombre de la democracia y del capitalismo salvaje, pero apabullando a quienes, si son fundamentalistas, es por que se les ha empujado a ese rincón de la historia para poder sobrevivir, cuando ven cómo sus recursos naturales son aprovechados por occidente con tal de asegurar su bienestar.

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