La excelencia de una museografía, obras de Théodore Chassériau

La excelencia de una museografía, obras de Théodore Chassériau

Cuando llegó el curador de “Chassériau: obras sobre papel” al recinto de la exposición, en el Centro León, exclamó: “¡Maravilloso, espléndido, ojalá tengamos en Francia muchas museografías como esta!”. Louis-Antoine Prat, asesor del Museo del Louvre, considerado como el máximo especialista mundial en los dibujos de Théodore Chassériau, experto en arte del siglo XIX, desde el umbral de la sala reaccionó, a la vez emotivamente y con el ojo escrutador del erudito en esa clase de evento.

Él había definido, desde inicios de 2003, el contenido de la muestra, proponiendo 30 dibujos –una cantidad que nadie esperaba en este primer intercambio con el museo más importante del mundo-, que acompañarían los 30 grabados de la Biblioteca Nacional de Francia, un equilibrio perfecto. Eligió obras representativas, teniendo en cuenta que el público dominicano nunca había accedido, en su tierra, a los temas y las técnicas del gran artista romántico, nacido en El Limón, en la cercanía de Samaná. Momento inolvidable fue cuando, extraídos de los archivos del Departamento de las Artes Gráficas del Louvre, el propio comisario Prat comentó y enseñó con un cuidado extremo los frágiles papeles –en una colección de 2.500 obras, incluyendo álbumes, de Chassériau- que viajarían a la República Dominicana.

Al préstamo de estos tesoros, que integra dibujos cuya edad venerable alcanza más de siglo y medio, y estampas de la primera edición de 15 ejemplares solamente de 1844, correspondía la realización de una museografía excepcional. Cabe señalar que su autor, el arquitecto, museólogo y artista premiado, Pedro José Vega, hizo llegar al Museo del Louvre y a la Biblioteca Nacional de Francia, la propuesta detallada de diseño museográfico, en diciembre de 2003. Grande fue la sorpresa de los especialistas de ambas instituciones francesas, que elogiaron esa concepción de los espacios y del tiempo… Tanta planificación, más de seis meses antes de un evento, no es nada frecuente y situó a nuestro país de manera muy positiva.

[b]Planteamientos y resultados[/b]

En principio se trata de una exposición tradicional, compuesta por obras antiguas de pequeño formato, impecablemente enmarcadas, con singular sobriedad, pero marcos preciosos de alto valor. Dibujos y grabados ofrecen una estética refinada, denotativa del período romántico, que, en los primeros demuestra la maestría neoclásica de la anatomía y una increíble soltura ya moderna, y, en las estampas, una precisión descriptiva admirable. La mirada confronta la exquisitez de cuadros fascinantes, que siempre demuestran la pasión y la emoción del pintor…

Ahora bien, Pedro José Vega tuvo que buscar al mismo tiempo una documentación iconográfica que ambientase al visitante. El hecho de que por vez primera obras auténticas y originales de Chassériau se expongan en la tierra donde nació, confiere a la exposición una particular relevancia. Luego está el contraste entre el lugar del nacimiento, El Limón, y él de la muerte, París.

El museógrafo colocó frente a frente la reproducción muy ampliada de un escenario samanense –litografía del siglo XIX- y una fotografía panorámica de París, de igual tamaño de 1855, con un puente que acentúa formato y horizontalidad. Entre ambas imágenes, los datos biográficos de Chassériau, ilustrados con fotografías –¡ya existía el arte fotográfico!- de familiares, amigos y críticos. Una bellísima introducción histórica, que invita a la lectura y la información, sin que olvidemos, en una colocación paralela a la biografía, la reproducción agigantada de la firma del pintor sobre fondo blanco.

Por tanto, el aspecto tradicional se reforzó con una presentación escenográfica, jugando con el espacio, las curvas y las rectas. Como en una sala de espectáculos, una iluminación artificial, perfectamente dirigida, de intensidad y ubicación óptimas, convierte la noche en claridad sabiamente dosificada. Ahora bien, lejos de un enfoque narcisista que a veces roba a la exposición la prioridad de las obras, Pedro José Vega ha puesto al servicio de éstas, para que se valoren mejor, investigación, diseño y materiales museográficos.

Antes de la presentación de las obras, se brindan al público datos concernientes a las dos instituciones prestatarias –Louvre y BNF-: perfil sucinto, imágenes y proyecciones, con majestuosidad y sencillez aunadas. El visitante ha sido preparado para el disfrute, necesariamente espacioso y metódico, de los cuadros. Conoce los antecedentes personales e institucionales. Es una parte tan interesante que hemos visto a espectadores, que volvían luego a estos espacios de ambientación e información.

[b]Las obras[/b]

Nos hubiéramos podido preguntar si, en un mismo itinerario, se iba a colgar dibujos y grabados mezclados, o si se presentarían separadamente, los dibujos primero, los grabados después. Tanto Pedro José Vega como los expertos –Pascal Torres del Museo del Louvre y Celine Chicha de la Biblioteca Nacional de Francia– optaron por la segunda solución, la más certera, tanto en términos de estética –enmarcado distinto, estilo, factura- como de lectura para el público, aparte de que dos instituciones diferentes habían suministrado las obras. Asimismo intervinieron dos curadores –“commissaires’ en francés– distintos, Louis-Antoine Prat para los dibujos,Claude Bouret para los grabados.

Textos cortos –tomados de ambos especialistas y autores de los comentarios del catálogo– complementan el impacto visual de las imágenes, priorizando claridad e información. Luego, sobre dos paneles verticales de un rojo señorial, se han colgado, iniciando respectivamente la secuencia de los dibujos y los grabados, obras emblemáticas de la maestría de Chassériau: “Vista de Pompeya” –elaborado paisaje a mina de plomo con realces de blanco– y la preciosa “Venus Anadiómena” –la primera y más admirada litografía–. Asistimos a una suerte de sacralización de estas dos obras, que invitan al deleite de las demás. En nuestra opinión, dos visitas se aconsejan para una completa apreciación tanto de los dibujos como de los grabados, que son la primera colección de obras antiguas del exterior, mostrada en nuestro país.

El circuito, animado por diseño, disposición y sucesión de los paneles, estimula la contemplación y una necesaria atención minuciosa: son trabajos que deben ser mirados, analíticamente, en cada detalle. Por supuesto la altura y la distancia, la iluminación y las cartelas son perfectas, con esa misma preocupación por una óptima apreciación.

Como bien expresa Louis-Antoine Prat acerca de los dibujos, “la presentación de estas treinta hojas, tan bellas como frágiles, siempre conmovedoras, a menudo impresionantes, será la mejor introducción al arte de Chassériau para el público dominicano”. Creyón, pluma, pincel, aguada, acuarela, realces de tiza y de gouache, increíble matización de la línea, ritmos y modulación del trazo interpretan a retratos, paisajes, estudios para cuadros y murales, incluyendo deslumbrantes bocetos de caballos.

Entre los grabados, todos de un acabado extraordinario, la serie de las aguas-fuertes de Otelo –Chassériau poseía una alta cultura literaria- conforma un conjunto maravilloso, sino único. Dice Claude Bouret, conservador en jefe de la Biblioteca Nacional de Francia: “La violencia barroca shakespeariana es contenida y encauzada en un estilo amplio, teatral y casi clásico”. Así mismo la selección nos permite apreciar el orientalismo del artista. El hecho de que presenten a veces dos estados de una estampa, demanda una particular atención, y lo consideramos bienvenido en nuestro medio que usualmente no sabe mirar ni valorar la obra grabada.

En síntesis, Pedro José Vega ha realizado una museografía espléndida, dedicada a exaltar las obras en su total exquisitez y mantener el interés de un visitante fascinado del principio hasta el final. ¿Será la mejor museografía que él creó para una exposición? “Tal vez, pienso que s텔, responde calmosamente ese miembro destacado del formidable equipo profesional del Centro León.

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