Así como existen los grupos de amigos, familiares, asociaciones de padres y madres, etc. por la plataforma de WhatsApp o cualquiera similar (Telegram o Signal), la militancia de los partidos políticos hacen uso de esta tecnología para asociación de personas que entienden de interés, incluso, llegando a crear plataformas donde la opinión puede transcender y servir como un espacio influenciador.
El interés de estar o no en grupos virtuales ha dependido, en muchos casos del orden de los factores: si se es oposición, la empatía de quienes lo integran es diferente porque el objetivo sería llegar al gobierno. Si la plataforma se arma mientras se es gobierno, pues probablemente las y los funcionarios de altos rangos no tengan interés de formar parte de esos espacios, no sólo por falta de tiempo, también porque a veces quien está en el gobierno no anda pensando en el diario vivir de los partidos.
Me llama la atención cómo la virtualidad tiene dos vertientes en una organización política mayoritaria: la primera, sirve como termómetro de actitudes, ánimos y reacciones colectivas ante ciertas situaciones, y la segunda, se trata del sesgo de crear una burbuja que refleja una falsa realidad a quienes le dedican tanto tiempo a comentar y debatir en estos espacios.
Esa falsa realidad consiste en que, evidentemente, quien pertenece al grupo es porque conoce a quien lo administra, lo que implica, que de manera involuntaria hay un descarte de personas independientemente de que existe un límite de integrantes. Dicho descarte da como resultado el desconocimiento o la poca valorización del liderazgo o la representatividad de los demás militantes de la organización política, como también, la sobre-valorización de quienes pertenecen a la plataforma frente a quienes no.
Si, quien o quienes administran los grupos, son personas con cierto criterio de decencia, prudencia, tolerancia y conocimiento político, pues el ambiente es distinto a otros que son un enjambre de intrigas y “fronteos” absurdos. Recordemos que una de las características de esta manera agruparse virtualmente es la horizontalidad, ya que los rangos poco importan en estos espacios y no todas las personas cuentan con el mismo nivel de educación o amabilidad al expresarse, incluso, hay quien ignora con quien entra en una discusión en un momento dado, si no conoce ese número de contacto.
Otro punto de vista interesante es la cantidad de comentarios frente a la cantidad de observadores. Cada vez somos menos quienes dedicamos nuestro tiempo a leer todo lo que se publica en los grupos, a veces, llega a ser tan impresionante la cantidad de la que te hacen miembro, que si realmente te dedicaras darle seguimiento a todos los grupos a los que te han entrado, pues no te ocuparas de más nada en tu vida por falta de tiempo. Por tales razones, es importante saber que hay personas en la comunicación digital, que parte de su trabajo consiste precisamente en publicar en todos los grupos a los que pertenece, y darle seguimiento a las respuestas.
Llega un momento, que desarrollas una experticia en el modo de operar de dichas personas, que logras intuir por donde vienen las ideas, los experimentos y hasta los recules, según el “comportamiento digital” que van mostrando.
También se observan mandados con características incendiarias: se trata de mensajes que una persona de menor responsabilidad interna o pública, asume por instrucciones de otra.
Lo que debe de preocupar en tiempos de crisis, es la balanza entre quienes interactúan versus quienes sólo leen y se quedan en silencio. Cuando la cosa va por un 20% escribiendo frente a un 80% que no pone ni un “emoji”, se pudiera interpretar de muchas maneras, desde que no hay tiempo para invertir en la discusión, no hay interés, muchos no están de acuerdo con lo que se dice; pero saben que si escriben van a empezar una discusión que no les interesa tener, hasta quienes sencillamente le es indiferente.
Termómetro o no, hasta el Gobierno ha sacado un canal de WhatsApp para anunciar sus temas y hacer encuestas otorgándole un rango científico, como que realmente se tratara de una muestra significativa para temas nacionales.
No estoy en contra de la virtualización para la interacción entre personas, pero, tenemos que estar conscientes y reflexionar constantemente sobre las consecuencias del aislamiento que nos provoca, paradójicamente, el estar tan juntos.