La extraordinaria riqueza de un arte pobre

La extraordinaria riqueza de un arte pobre

“Flotando” es el título de la exposición. Se  refiere a la fuente de esos objetos  comunes y corrientes cuyos avatares los degeneraron en cachivaches, y gracias a la pasión de Tony Capellán, resurgieron hechos metáforas de una belleza que nunca hubiera podido imaginarse, ¡y menos cuando fueron nuevos! Son la trama narrativa de instalaciones, poéticas y únicas, sensibles y dramáticas, como todas las que gesta su autor. Pero, “flotando” también están los huéspedes de este “Jardín del Edén” –obra principal de la muestra–, nosotros, los visitantes emocionalmente embriagados por un conjunto magistral e insólito: la creatividad de un gran artista en la orfandad de medios y un obseso trabajo de años han llevado a una cumbre estética, pobreza cotidiana, recolección incansable y recuperación genial…

Incuestionablemente Tony Capellán.  La trayectoria de Tony Capellán  ha sido marcada par la coherencia de sus opciones artísticas y una facultad excepcional de permanente renovación. La revelación del Caribe,  sus ritmos, su sincretismo, su magia, moldeó afinidades etno-antropológicas y desató advertencias ecológicas, a la vez que ha fortalecido la identidad dominicana  y un discurso abierto. Es así que cada obra procesa signos referenciales sin caer en el anecdotismo,  que su producción explora territorios imaginarios, deslumbrada por el mundo criollo.

Tony se ha entregado a la instalación como “se entra en religión”, y, peregrino de la lucha contra el abuso y los agravios, ha puesto en ella todo su oficio, todas sus angustias, todas sus utopías.

“Flotando”, en el Centro Cultural de España, es una cima de la creación “capellana”, pero ¿de cuántas de sus exposiciones no dijimos lo mismo? Ahora bien, ésta se acompaña de una profesión de fe que debería distribuirse a la entrada… o a la salida. Tony Capellán, lo sabíamos, escribe hermosamente, y hoy sus palabras, que tan bien traducen su hazaña plástica (“sic”, pues muchos de los componentes son de ese material imperecedero…), acompañarán en la memoria su nuevo aporte al arte dominicano.

Y cuando él lo define “una manera de asumir esta vocación, que si bien a veces parece llevarme a la insolvencia y al aislamiento, ha sabido proporcionarme también las más grandes satisfacciones de mi vida”, nos indignan más el iletrismo artístico  y el desahucio que sufren los creadores, ajenos al mercado del arte y/o al (mal)gusto dominante. 

Esta exposición agarra doblemente, a nivel de la toma de consciencia y en la fruición de una increíble belleza que testimonia la extraordinaria riqueza de un arte pobre, más pobre no podría ser…

Las instalaciones. Tony Capellán dice agrupar sus obras en dos series, “Sartas para turista”, refiriendo  a la industria turística, y “Hojas de hierba”, aludiendo a la degradación ambiental y la contaminación resultante. Sin embargo, y tal vez porque fue tan golpeante y maravillosa la repercusión emotiva al recorrer lentamente este circuito de instalaciones, una por una, devolviéndonos para disfrutarlas otra vez, que, de ello resultó una impresión global, y no deja de evocar la conocida frase de Charles Baudelaire: “¡Tú me has dado lodo, y lo hice oro”!

Así sucede con el alquimista  y mago,  Tony Capellán, él construye un universo pluricelular, vertical, horizontal,  apoyado en la pared,  descansando en el piso, colgando del techo. Millares de “cosas” o sus fragmentos, prácticamente todas baratijas u objetos anónimamente seriales, otrora funcionales o lúdicos, se  combinan, se agrupan, se ‘intervienen’… en distintas composiciones espaciales, dotadas de un título que también hace pensar.

“Jardín de Edén” o el paraíso de una metamorfosis del despojo que nos envuelve desde la gran nave del Centro, “Fruto prohibido” o resortes de colchón cuadriculando una orquestación de frutas plásticas y naturales resecas, “Desenredándonos” o la seducción milagrosa de peines y cepillos inservibles,  en el suelo un arabesco / cadena de cajitas abandonadas de fósforos y monedas inútiles, el “Rodar y rodar” de elipses, bolas y cepillos de dientes, el “verde” luminoso de redes viejas y artefactos gastados… etc… etc…

Por primera vez, se ha contemplado el plástico -desgracia inevitable del consumo urbano-,  en una inédita celebración gloriosa, en una metamorfosis de formas, colores y ensamblajes, en una (re)colección multiplicada desde las orillas del Mar Caribe. A partir de esos objetos abandonados, tirados, perdidos, mutilados, destrozados, que metódicamente el “hacedor” ha compilado en la infinitud del tiempo y de las playas, el arte contemporáneo, sabiamente dosificado y manejado, se convierte en resurrección real-maravillosa e onírica, interpela, seduce, encanta, ¡pero nunca provoca! De proliferación insufrible de materiales innominables, la realidad  pasa a ser ficción tangible de obras maestras.

Agradecemos infinitamente a Tony Capellán… su reaparición formidable.

 Su público goloso  ya espera sus próximas metamorfosis, anhelando que no le requieran tantos desvelos y tantos meses de ausencia… Necesitamos su incomparable talento.

La frase

Tony Capellán

Flotando es también mi trigésima tercera exposición, y eso es motivo para manifestar la satisfacción de saber que estos trabajos expuestos pertenecen al caudal del arte contemporáneo dominicano, que es la expresión más reciente de una tradición artística que nos ha acompañado siempre en evolución, desde el comienzo de nuestra vida como nación independiente”.

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