La ambulancia en marcha es un conjunto complejo integrado por un pasajero que a cada minuto enfrenta la posibilidad de morir, la tecnología, la sociedad, la familia con su angustia y el personal médico que intenta mantener los signos vitales hasta llegar a su destino, que es un hospital salvador.
La temeridad y la violencia se combinaron para provocar la desgracia en la vía, pero los culpables, además, eran delincuentes que huían de los representantes de la ley que querían, no atraparlos, sino robarles el botín. En el trayecto de la ambulancia, los más recalcitrantes e indolentes conductores públicos y privados obstruían el paso porque su tiempo lo consideran más importante que el de ese ser humano que se debatía entre la vida y la muerte y más adelante, en un ejercicio de insensibilidad sin límites, un vehículo de un legislador, otro policiaco-militar, uno del poder judicial y el de un empresario famoso, se atravesaban en la vía reclamando el derecho a pasar primero que todos los demás, utilizando el servicio de franqueadores que entienden que sus superiores no tienen que ver con quien vaya en la ambulancia sino que deben llegar primero de cualquier manera.
Solamente un conductor cedió el paso a la ambulancia y la placa del vehículo decía Educación y alguien le preguntó qué hacía ahí orillado y él le contestó: Me enseñaron que una ambulancia representa la nación y según sea su paso de rápido y seguro, así andará el país.
La fábula termina cambiando en este relato las palabras ambulancia por el país y el pasajero por el pueblo y verán, sin distorsiones, nuestro retrato actual.