Al Este de una isla del Caribe vivía un personaje llamado Pueblo, que tenía tres hijas nombradas Pureza, Inocencia e Ignorancia. Con el paso de los años se convirtieron en adultas y fueron enfrentadas por otras tres hijas de un individuo llamado Gobierno, cuyos nombres eran Corrupción, Avaricia y Explotación.
Cada hija de Pueblo encontró en cada hija de Gobierno su contrario y así, en la medida que Pureza se destacaba en la sociedad, Corrupción la ridiculizaba en cualquier evento; Inocencia era humillada cruelmente por Avaricia exhibiendo sus riquezas en cualquier escenario y, por último, Ignorancia, que era corpulenta, fue permanentemente engañada por Explotación, que habitualmente sacaba beneficio de su fuerza bruta para ponerla a realizar grandes esfuerzos y portentosas obras de los que ella derivaba dinero y méritos.
Doña Quisqueya, esposa de Pueblo, vivía sumergida en un mar de lágrimas, sintiéndose impotente para combatir a Gobierno y sus hijas, mientras veía a su esposo agobiado por los años, el reumatismo y el Alzheimer prácticamente indiferente ante los abusos con sus hijas. Alguien le dijo que debía comenzar su enfrentamiento con Gobierno, cambiándole el nombre a su tercera hija por Educación, pero sus esfuerzos fueron vanos porque amigos de Gobierno en el registro civil se lo impidieron.
Finalmente, buscando consejos, visitó a una amiga llamada Historia, quien le recomendó que, un 27 de Febrero, recurriera a un personaje llamado Duarte, que la llevaría a través de un camino sembrado de trinitarias para encontrarse con el non plus ultra de todos los maestros, que había procreado dos hijas que representaban solución: Se referían, en ese momento, a Dios, Patria y Libertad.