La fácil visa de los Estados Unidos

La fácil visa de los Estados Unidos

Cuando Papito Moreta acompañaba a su tía Quisqueya Damirón en el Consulado dominicano en San Juan, Puerto Rico, fui testigo de cómo se dotaba a los dominicanos, que vivían o llegaban ilegalmente a Borinquen, de una carta de ruta que les permitía viajar de regreso a su país.

Era una práctica que se seguía desde siempre. Con la carta de ruta el beneficiario solo podía viajar a República Dominicana, país para el cual no requería de un visado especial, puesto que se trataba de su país.

La carta de ruta era un documento oficial que sustituía el pasaporte y que daba fe, ante las autoridades de Migración, de que el ciudadano dominicano portador del documento estaba autorizado a viajar a República Dominicana.

El viajero mostraba ese documento a las autoridades norteamericanas de Migración y se le daba acceso al avión en el cual viajaría hacia su país.

Al llegar al aeropuerto dominicano la autoridad de Migración autorizaba el ingreso al territorio nacional del nacional que portaba la carta de ruta. Y colorín colorado, pero este cuento no ha terminado.

Distintos países tienen vallas que dificultan o impiden el tránsito entre uno y otro país. Esas cercas protegen a los países que las edifican de intrusos, maleantes, personas indeseables, criminales, traficantes de drogas y demás miembros de esos grupos.

Esa misma valla es un valladar que obliga a que se tenga el derecho o el permiso de entrada quien desee acceso al otro lado, al país al cual se dirija.

Esas vallas, pues, son un control legal establecido por el país que las construye.

Esas vallas, que ahora todos ven como cosa natural, como algo normal, cumplen el mismo objetivo del muro de Berlín, aquel infamante obstáculo que impidió durante mucho tiempo la unificación del pueblo alemán de posguerra.

Hay vallas y hay vallas. Algunas de ellas no son visibles. Algunas de ellas no son palpables. Algunas de ellas son legales. Algunas de ellas son inhumanas.

En el rejuego de la política los países militar y económicamente más fuertes buscan el modo, y muchas veces lo logran, de imponer sus políticas.

Que Estados Unidos construyera un muro para que los mexicanos y centroamericanos no lleguen a su territorio, es una realidad aceptada, aunque criticada.

Tal parece que es cierto que los países poderosos trabajan en crear un sistema, un híbrido, una mixtura que nos fuerce a convenir, de buena o mala gana, en que el territorio nacional debe ser compartido en mayor medida con los haitianos.

La más reciente medida de fuerza del gobierno norteamericano fue la de visar un papel que le presentó una joven haitiana desprovista de pasaporte como si fuera tan fácil obtener ese visado. Esa jugada huele mal.

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