La factura eléctrica y el calor: la sostenibilidad en el día a día

La factura eléctrica y el calor: la sostenibilidad en el día a día

Dora Pariente Peña

Por: Dora Pariente Peña

El verano eterno y el bolsillo dominicano

Cada mes, cuando llega la factura de la luz, el calor ya la ha cobrado dos veces: primero en sudor, después en pesos. Los hogares dominicanos viven entre ventiladores que nunca descansan y aires acondicionados que se encienden como salvavidas frente a temperaturas que superan los 34 grados. El calor dejó de ser una estación: es una nueva normalidad.

El costo invisible de la energía
La electricidad en el país no solo refleja lo que consumimos, sino también lo que desperdiciamos. Casas mal aisladas, neveras viejas, bombillos incandescentes y fugas eléctricas son responsables de una parte importante de lo que pagamos. Al final, el ciudadano siente que trabaja para pagar la factura, mientras las políticas de eficiencia siguen rezagadas.

Voces en contraste

  • Consumidores: “El calor nos obliga a usar más energía, pero nadie nos enseña cómo reducirla sin sufrir”.
  • Empresarios eléctricos: “El subsidio no es sostenible; urge educar al usuario y diversificar la matriz”.
  • Expertos en sostenibilidad: “Cada kilovatio ahorrado es también una reducción de emisiones”.

Entre la sobrevivencia y la sostenibilidad
¿Podemos hablar de sostenibilidad cuando gran parte de la población vive entre apagones y facturas impagables? El dilema es real: la gente no quiere discursos, quiere soluciones. Paneles solares comunitarios, programas de aislamiento térmico en viviendas populares y campañas de ahorro eléctrico podrían transformar la queja en acción.

Más allá de la factura
La electricidad es un espejo de nuestra relación con el planeta: usamos más de lo que necesitamos y pagamos más de lo que podemos. El reto está en transformar el calor y la factura en un motor de cambio, donde la sostenibilidad deje de ser un lujo para convertirse en un hábito cotidiano.

Conclusión
El calor no se irá pronto, pero sí podemos aprender a enfrentarlo sin hipotecar el bolsillo ni el futuro.

La sostenibilidad no empieza en grandes discursos, sino en lo más simple: cómo encendemos y apagamos la luz de cada día.

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