La falsa juventud

La falsa juventud

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Queremos justificar nuestras malas conductas con una supuesta juventud como nación. No existe excusa válida. Culturalmente Hispanoamérica es más vieja que los Estados Unidos de América, manejados estos Estados por un presidente Bush, que bien podría ponerse de pies  la punta extrema de la proa de un “Titanic”, abrir los brazos como el actor Di Carprio y agredir a los vientos vociferando: “I’ m the King of the World” (Yo soy el rey del mundo).

Por supuesto, sin la inocencia conmovedora con que lo dijo el joven actor, arrastrado por circunstancias románticas.

No somos, los hispanoamericanos, jóvenes. Lo joven fue el encuentro con la tierra americana. Pero ese encuentro ya no es tan reciente. Hace más de 500 años del sorpresivo encuentro de tres grandes núcleos raciales: caucasoides, mongoloides y negroides en estas tierras apenas sospechadas entre nubes de fantasías.

Culturalmente Hispanoamérica es más vieja que los Estados Unidos, el Canadá, Australia o Africa del Sur. Las ciudades y jurisdicciones políticas de América Latina son las más antiguas del continente: Santo Domingo, en primer lugar; La Habana, Panamá, México, Lima, Quito, Buenos Aires o Caracas son del siglo dieciséis. Faltaba un siglo para que se fundara Nueva York, a mediados del siglo diecisiete, como Nueva Amsterdam en la isla de Manhattan. No fue sino hasta 1664 cuando los británicos la ocuparon.

¿Qué sucedió?

¿Cómo nos quedamos tan atrás y tan débiles?

¿Es culpa del clima? ¿De la ausencia de rudezas invernales que obligan a disciplinas, esfuerzos y sacrificios?

¿Es culpa de procesos educativos y de conceptos religiosos?

Por una parte se habla mucho de la “leyenda negra”, el exterminio de los indígenas por parte de los conquistadores españoles. Pero resulta que los ingleses no hicieron menos con las tribus originarias de Norteamérica y hasta existieron planes para exterminarlos contaminándonos con  telas y frazadas infectadas de viruela. ¿Y qué pasó con las civilizaciones indígenas que prevalecen en nuestras regiones continentales?

¿Cuestiones climáticas?

Tienen influencia, y fuerte, pero no única.

Un respetable libro de dos investigadores climatólogos de fama internacional, Reid A. Bryson y Thomas J. Murray titulado originalmente en inglés “Climates of Hunger” y traducido al español como “El Clima y la Historia” (Editores Asociados Mexicanos, S.A., Edamex) nos refiere que un cataclismo que cambió las condiciones climáticas de la Meseta Central de Mesoamérica, obligó a los toltecas a abandonar Teotihucán. Algo así con los mayas de la península de Yucatán. De igual manera, Mycenas –en Grecia- cayó ante sus enemigos como consecuencia de una prolongada sequía que debilitó y empobreció sus habitaciones.

Egipto perdió su hegemonía en el Norte de Africa al sobrevivir la llamada catástrofe de las “siete vacas flacas”. Período de hambre.

Por estas tierras nuestras siempre hay algo que comer y beber. Las precauciones contra la inanición parecen sobrar. Por tanto el orden, la cautela… y la disciplina parecen innecesarias.

Cada vez más la electricidad, el electromagnetismo, cobra mayor importancia. Se acepta ya con naturalidad su omnipresente influencia, su ingerencia en todo. Eficientizante. Explicadora y cuestionante.

¿Por qué no actúa bien en nuestra conducta y en las de los demás áreas parecidas?

El frío, el invierno crudo…las guerras (no digamos, porque las hemos padecido con enormes dolores) ¿son responsables de la disciplina alemana, del estoicismo británico, de la peculiar severidad escandinava?

¿Lo que de grande todavía tienen importantísimas ciudades norteamericanas no vendrá de esos orígenes que las descomposiciones actuales no han podido dañar del todo.

La grandeza humana y de las especies de la Creación, está en la capacidad para evolucionar.

La República Dominicana y nuestros países hispanohablantes están obligados a efectuar cambios drásticos en lo positivo.

No somos jóvenes. No estamos en la alborada de un tiempo paradisíaco.

O nos enderezamos, pronto, o seremos cada vez más colonias.

Más sirvientes genuflexos de los fuertes.

De quienes saben manejar la disciplina.

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