Visto como la forma con que una sociedad trata de prevenir y sancionar comportamientos contra normas de convivencia, el «control social» se muestra insuficiente cuando el sosiego de barrios desaparece con frecuencia por ruidos y desórdenes con excesos de alcohol y muy concurridos y las violaciones a las normas de tránsito sobrepasan la función punitiva de autoridades manteniendo al país en la más alta tasa de accidentes mortales en el mundo con escasos avances contra ellos.
Además, la violencia interescolar persiste y el hacinamiento carcelario aumenta por la proliferación de quebrantamientos de la ley y la lentitud de encausamientos que fomentan la violencia hasta detrás de las rejas, entre otras muestras de un todo ascendente en la población.
Ocurre también la aparición indeseada de infiltrados en órganos de persecución del delito y fallan, según denuncias responsables desde dentro del propio poder vigente, los mecanismos de vigilancia ética que deben cerrar paso hacia funciones públicas a individuos de antecedentes controversiales aunque resulta saludable que la presencia que preocupa genere reacción de las propias autoridades, aparentemente asqueadas y decididas a cortar por lo sano, ingentes esfuerzos por la preservación de valores morales y del ordenamiento legal.
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La demanda para consumo de bebidas espirituosas falsificadas es significativa en la marginalidad social y estimula las operaciones venenosas de alambiques de patio; la frenética fumada de cigarrillos importados ilegalmente en flujos de millones de cajetillas en perjuicio de la industria regulada de tabaco que es pilar de la economía; y la paternidad irresponsable que conduce a la prostitución a menores de edad, casi niñas, en concurridos balnearios del norte y el sur, manifiestan una frecuente inobservancia ciudadana de los códigos de conducta en el marco de débiles ejercicios de autoridad.
Situación en aulas
Admitido por la directora general de Orientación y Psicología del Ministerio de Educación (Minerd), Francisca de la Cruz: la escuela no está exenta al fenómeno social de la violencia en su contexto, manifestándose en todos los actores de la comunidad escolar, lo que afecta de forma importante los logros de aprendizajes, tal como se ha evidenciado en investigaciones internacionales de organismos especializados.
Se explica entonces que el Ministerio, con apoyo del fondo de la ONU para la infancia, Unicef, emprendiera en este año esfuerzos por erradicar la violencia escolar a través de seminarios impulsores de la cultura de paz. De las motivaciones por escrito para desalentar comportamientos drásticos en espacios educativos se extrae el convencimiento de que la violencia interescolar es generada por pautas culturales de crianza que permean todas las relaciones. «Niños, niñas y adolescentes están expuestos de forma permanente a diferentes tipos de violencia en el contexto familiar, escolar y comunitario».
Un informe oficial del segundo trimestre de este año reportó el registro de 20,120 hechos de violencia física, verbal y psicológica entre estudiantes, dentro y fuera de los centros educativos, y 1,724 casos entre docentes y estudiantes. Además existe constancia de que la prevalencia de acoso escolar es alta en las escuelas públicas dominicanas, con una tasa reportada de 33.6%. «Los estudiantes comunican que el acoso verbal es el más común y que ocurre con mayor frecuencia durante el recreo y en otros momentos de ocio en el entorno escolar».
En el periódico El Día se publicó recientemente que: «lejos de ser el ideal lugar seguro, las escuelas de República Dominicana se han convertido en ambientes peligrosos que amenazan la seguridad e integridad de estudiantes como se ha podido ver en los últimos hechos violentos registrados en diversos planteles del país».
Cárceles Críticas
La cuantiosa inversión de 6,072 millones de pesos de los contribuyentes para sustituir el horror de La Victoria con un nuevo recinto que se deteriora sin uso en el lugar llamado Las Parras es una monumental manifestación de desprecio oficial a la realidad de que los motines carcelarios causan cada vez más muertos y heridos. Estadísticas hasta diciembre indicaron que hubo en el año anterior 15 estallidos de violencia en diferentes penitenciarías.
Reportes de prensa indican que enero y septiembre fueron los dos meses con mayor número de defunciones por revueltas en penitenciarias dominicanas. «Acciones violentas son comunes en recintos carcelarios». Sociológicamente esos sitios son vistos como barriles de pólvora a punto de estallar. En una de las publicaciones sobre la realidad de los privados de libertad se lee que:
Las exigencias de mejores condiciones por hacinamiento, abruptas requisas, constantes riñas entre bandas y el traslado de reos han provocado múltiples motines. En este mismo año en el centro de Corrección y Rehabilitación de Najayo seis reclusos resultaron heridos durante una intervención de autoridades que ocuparon teléfonos móviles, objetos cortopunzantes y porciones de cocaína.
Un informa de la Comisión Carcelaria de la Oficina Nacional de la Defensa Pública divulgado a mediado del año pasado dio constancia de que el 62% de la población reclusa del país vive en condiciones de hacinamiento, mientras el número de prisioneros a nivel nacional tendía a superar la cifra de 27.506 del período anterior. La aglomeración se concentraba en 19 cárceles del antiguo modelo penitenciario donde el 40% de los presos duerme en el suelo o en hamacas improvisadas, rasgos de un tratamiento medieval a seres humanos.
Causas profundas
La antropóloga Tahira Vargas, articulista que honra a este diario, se enfocó en crímenes recientes para atribuir, más que a sus brutales autores, a las «debilidades del sistema social dominicano y a la falta de políticas públicas efectivas desde el Estado». Sostuvo que los hechos de la delincuencia común que la llevaban a reflexionar demostraban que «no hay estrato social que se escape a esta realidad, ya que es un problema que se vive en todas las familias sin importar su conformación».
En función de la procedencia de clase de los acusados de los crímenes que la movían a reaccionar, abundó que: «La gente se sorprende de cómo es posible que un joven que viene de una familia donde recibió educación, donde tuvo oportunidades, donde recibió valores, esté en estas actividades y esto lo que demuestra es que el problema no está (solo) en la familia, que es un problema social y que además está muy presente en la población masculina».
Trasluciendo pesimismo e inconformidad ante el alcance colectivo de actitudes ciudadanas de irrespeto, el director del INTRANT, Hugo Beras, resaltó que «a pesar de que se están tomando acciones para reducir los índices de siniestros (en el tránsito) en el país se necesita también que los ciudadanos tomen conciencia y educación en materia vial. Los carros no chocan solos, las motocicletas no chocan solas».
Cargando, más que otras figuras de jerarquía con la responsabilidad de poner orden en las vías dominicanas, Beras reclamó que «tenemos que tener como ciudadanía un cambio de comportamiento. Aquí cada quien tiene que asumir su responsabilidad y el tema de la prudencia, de la conciencia; y el tema del comportamiento es básico y fundamental».
Visión psiquiatría
La relación entre comportamientos contrarios a la convivencia social y los estados mentales por causas diversas ha sido explicada por el reconocido psicoterapeuta Héctor Guerrero Heredia como «la falta de recursos económicos y de los niveles de pobreza en que vive la mayoría de los dominicanos hacen del país una sociedad donde impera una violencia económica». Las precariedades en sí son vistas como una violencia institucionalidad que frustra el desarrollo de las personas.
«El hombre es un ser biológico, psicológico y social. Estamos hablando de que un ser humano que tiene predisposición a la ansiedad, vamos a llamarle así, con problemas de neurotransmisores en el cerebro, que se levanta, toma un carro… Y solo hay que ver la manera en que conducimos en el tránsito en República Dominicana para dar una tipificación de la situación mental del individuo». A través de su ejercicio profesional, Guerrero ha reportado que el estrés es la causa principal por la que asisten pacientes a sus consultas.
En la cuentística oral dominicana circulaba un relato de los tiempos del doctor Antonio Zaglul, eminencia de la psiquiatría local, en la que un anónimo protagonista se preguntaba ¿por qué? a las puertas del manicomio (de entonces) no aparecía un letrero que dijera: «Afuera hay más que adentro».