La fama de pacotilla

 La fama de pacotilla

Esto es la fama: domingos, una sensación de vacío como en Balthus, callejuelas empedradas, iluminadas por el sol, resplandecientes, una pared, una torre marrón al final de una calle, un azul sin campanas, como un lienzo muerto en su blanco marco, y flores: gladiolos, gladiolos marchitos, pétalos de piedra en un jarrón. Las alabanzas elevadas al cielo por el coro interrumpidas. Un libro de grabados que pasa él mismo las hojas. El repiqueteo de tacones altos en una acera.  Un reloj que arrastra las horas. Un ansia de trabajo.

Derek Walcott

¿Qué significa la palabra Pacotilla? Basura, es decir algo inservible que solo tiene como destino el basurero.  O como dice el diccionario, es una mercancía sin valor que los marineros y oficiales de un barco pueden embarcar sin pagar por ello.  Asimismo, cuando algo es definido como pacotilla significa que es de poca calidad y de escaso valor. NO hay más nada que agregar. La fama de pacotilla es asquerosa, asqueante, aborrecible y, por supuesto, de poco valor. Esta sociedad se ha convertido en un verdadero y gran escenario. El espectáculo ha copado todas las áreas de la vida.  El mercado, ese lugar etéreo y real en el que cualquier cosa se convierte en mercancía y puede venderse a cualquier precio, colma nuestra vida y penetra por los poros.  Hasta el amor se vende y se mide por la calidad de los regalos.  Se vende cada parte del cuerpo de la mujer.  Es un acto de oferta y demanda el acto maravilloso en el que dos cuerpos se entregan con amor para expresarse la intensidad de sus sentimientos, y de esa entrega, podrían hacer nacer nuevas vidas.  Hoy ese acto sagrado y bendecido por el amor y el respeto se ha convertido en un producto que se oferta a precios diversos en el mercado de servicio. ¡Qué asco! ¡Qué asco! ¡Qué asco!

Así, por obra y gracia del Poderoso Señor Dinero, el espectáculo ha crecido, así como las ofertas de productos al mercado de la perdición.  Existe, por ejemplo, una familia Kardhasiam (¿se escribe así? no me importa) que  ha hecho una gran fortuna produciendo un programa en el que se evidencian los más bajos sentimientos, en el que se exhiben, sin pudor ni remordimientos, sus reprochables vidas, sus propias miserias humanas y su falta de humanidad.  No tiene importancia que el mundo entero conozca las intríngulis de la vida de Kim, cuyo matrimonio y divorcio fue un espectáculo de mal gusto que fue objeto de grandes noticias en todos los tabloides. O el desamor de su madre ambiciosa. O la otra, la menos glamorosa, que está casada con un astro del deporte, y el deleite de ellos es presentar al mundo la cotidianidad de su matrimonio, una vivencia que debería ser un bello secreto de la pareja.  Sus programas son un canto a la vanidad. A cambio de ganar dinero, se han convertido en íconos (¿?) en la industria del entretenimiento (¿?). La privacidad y los secretos familiares se venden a través de la TV, y su vida se ha convertido en la telenovela de la gran vergüenza.  ¿Cuál es el valor de estas mujeres? ¿Sus traseros que se ven más grandes por la ropa ajustada de gran diseñador que utilizan después que han vendido lo más íntimo de sus vidas?  Eso es basura, pacotilla de la grande y degeneración de los valores humanos.

Es fama de pacotilla, el político que por su espectacular pegada al líder del momento logra subirse a una yipeta último modelo, tener sus propios guardaespaldas (¡qué emoción para ellos!). Cuando entran a un salón repleto de gente, hacen su entrada triunfal mirando para arriba saludando a sus otrora desconocidos, convertidos en amigos de la oportunidad.  Saludan, dan la mano y se sienten dioses porque creen que lo admiran. Olvidan que en muchos de esos saludos también existe la hipocresía para ver si el nuevo Rey Midas le puede beneficiar con el toque mágico del tráfico de influencia. Otros lo miran con desprecio y disimulan su incomodidad. Pero él entra como dueño del mundo, camina silencioso, saluda aquí y allá, y se sienta.  Mira a su alrededor y se asegura que hay miradas que todavía lo siguen. ¡Se siente tan importante! El nuevo traje comprado de una marca cara cuyo nombre olvidó, es su sello de distinción. ¡Oh Dios que pacotilla tan grande! ¡Basura! ¡Pura porquería y pura basura!

Es fama de pacotilla, las mujeres que lograron pegarse de un turpén, el que fuese, el primero que cayó en la trampa tendida por sus muslos y  su sexo. Ellas, las que otrora no tenían nada, ahora disfrutan  del dinero y las cosas que antes no podían comprar. Ellas, las yuleidis del momento, hacen su entrada triunfal en las tiendas, llevan siempre tacones altos, altísimos y llamativos, ropa sensual que no deja nada a la imaginación. Sus inmensas caderas están ceñidas por un pantalón guante. Su busto exuberante de silicona recién colocada brota de manera sugerente de la blusa  y se mueve al compás de sus movimientos.  Se creen diosas, se sienten diosas, y no son más que basura.  Basura de esta sociedad del espectáculo que tolera y acepta la corrupción y el tráfico de influencia.  Basura porque son mujeres que han pisoteado con sus acciones el sacrificio y el valor de otras tantas que han luchado con ahínco y sacrificio por ganar espacios de poder ganados en las luchas sociales.

Es fama de pacotilla, las París Hilton, las Kim, las Khloe, y todas las mal llamadas mujeres que han perdido el sentido del pudor  y la decencia.  A pocos años de su muerte se venera a Michael Jackson, un gran cantante corruptor de menores, pederasta, que compró el silencio de los padres de los niños abusados con dinero. ¡Qué vergüenza!  La gran voz de Whitney Houston se vio opacada por una vida llena de miserias humanas, drogas, sexo y alcohol sin medidas.  Fue enterrada como diosa y heroína. Su pasado tormentoso fue esfumado por arte de magia.

Ya no tengo palabras, ni lágrimas, ni sentimientos, ni gritos…. todo se me ha agotado cuando veo que esta sociedad ya no tiene alma. Para vender un perfume, hay que presentar dos modelos en posición provocadora… Para vender un jean se necesitan dos personas desnudas…. para vender una cartera de piel, se exhibe ante todo la piel femenina.  ¿Acaso ya no existe la palabra pudor? 

Estoy clara que los códigos morales aceptados socialmente cambian con el tiempo. Estoy consciente que la libertad ha sido una bandera de lucha a través de los siglos. Los esclavos lucharon contra la opresión que los encadenaba, los siervos querían separarse definitivamente de sus amos, y el proletariado buscaba mejores condiciones laborales.  La libertad ha costado muchas lágrimas y muchos sacrificios a la humanidad.  Pero hay valores eternos, que permanecen por encima de los códigos impuestos.  La ética trasciende el tiempo y permanece en nuestras conciencias, especialmente en situaciones comprometedoras que nos pueden llevar al abismo.

Es posible que ya no sea tan tolerante. Porque no acepto hoy, ni aceptaré nunca que Sobeida, la de Agosto; Kim, la del programa; Mary la otra vinculada a Agosto y París, la flaca que es famosa porque tiene dinero y mucho desenfreno en su vida, que “esas” mal llamadas mujeres  formen parte del exclusivo mundo de  las mujeres peligrosas que nos hemos ganado un espacio a base de trabajo arduo y tesonero.  De nosotras, las que hemos elevado nuestras voces para defender la igualdad de oportunidades.  Ellas, “esas” son la negación por lo que siempre hemos luchado, hemos defendido y hemos abogado.  Ellas, “esas”’, son la antítesis de lo que hemos soñado.  Ellas, “esas” ni siquiera alcanzan la categoría de caricatura.  Ellas son pacotilla, basura barata llenas de dinero.  No son, no pueden formar parte, de las que amamos el peligro de pensar, de escribir, actuar por una mejor sociedad. 

Escribir este artículo es mi forma de resistir. No puedo aceptar ser víctima del mercado de bienes, servicios, sentimientos y valores que esta sociedad basada solo en el mágico tener. Hay que buscar la forma de sacudir la cabeza y los corazones para resistir. Resistir, resistir y resistir. Odio la fama de pacotilla construida sobre la vulgar venta sin escrúpulo alguno, del alma y del cuerpo. Esta gente es basura y nada más.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas